jueves, 23 de mayo de 2013

Casi 23.000 personas están sin hogar en España

MADRID.- Cerca de 23.000 personas están sin hogar en España y entre ellas cada vez hay una mayor proporción de españoles, de mujeres y de personas mayores. A 31 de diciembre de 2012, en España figuraban 22.938 personas sin techo, mil más que en el año 2005, cuando se contaban 21.900. Este incremento ha inclinado la balanza hacia los españoles, que ya representan el 54,2 por ciento de las personas atendidas en albergues y comedores sociales, frente al 51,8 por ciento que suponían siete años antes. 

   Por lo que respecta a los extranjeros, el grupo mayoritario es el de los africanos (56,6 por ciento), seguido por los europeos (22,3 por ciento) y los americanos (15,2 por ciento), en línea con los resultados del año 2005.
   Además, en aquel momento el 59,4 por ciento de los extranjeros sin hogar llevaban menos de tres años en España, mientras que en el año 2012 el 57,8 por ciento de los foráneos 'sin techo' encuestados acumulaban ya más de cinco años de residencia en el país. 
El mayor número de personas sin hogar se concentra en Melilla (638,4) y Ceuta (549,9), seguidas de las comunidades de País Vasco (141,3) y Galicia (133,0), mientras que Castilla-La Mancha (24,4), Comunitat Valenciana (32,8), Región de Murcia (35,4) y Canarias (48,2) presentan las cantidades más bajas.
   En cuanto a la edad, la media ha pasado de 37,9 años a 42,7 en estos siete años, cuando prácticamente se han duplicado los grupos de entre 45 y 64 años, pasando de 4.746 a 8.808 personas, y de mayores de 64, que son 879 frente a los 504 que figuraban en el año 2005. No obstante, el grupo más amplio sigue siendo el de 30 a 44 años de edad, con 8.817 (1.294 más que en la encuesta anterior).
   Por otra parte, la encuesta revela que el 32 por ciento se había quedado en la calle en el último año, mientras que el 23,6 por ciento llevaba entre uno y tres años sin hogar y el 44,5 por ciento se encontraba en esta situación desde hacía al menos tres años. Estas cifras están en línea con las obtenidas tras el estudio de 2005, cuando eran el 38,9 por ciento quienes llevaban menos de doce meses 'sin techo'.
   Entre las razones para quedarse sin hogar, la principal fue la pérdida del empleo, que esgrimió el 45 por ciento de los encuestados en 2012. Asimismo, el 26 por ciento dijo no haber podido hacer frente al pago del alojamiento y un 12 por ciento contó que había sufrido un desahucio. En 2005, los que no habían podido pagar la vivienda eran el 11,4 por ciento y los desahuciados no llegaban al 8 por ciento del total. Tres de cada diez hablaron de pérdida de empleo.

El Gobierno retira la financiación a los partidos que abogan en Bahréin por la caída de la monarquía Al Jalifa

MANAMA.- El ministro de Justicia de Bahréin, Jalid bin Alí al Jalifa, ha afirmado este jueves que el Gobierno ha retirado la financiación a todos los partidos políticos que abogan abiertamente por la caída de la monarquía de la familia Al Jalifa, a la que pertenece.

   "Los fondos no serán restaurados y no se entregará dinero a ninguna formación que rechace participar de forma activa en la vida política de Bahréin", ha dicho el ministro durante una comparecencia ante el Parlamento, según ha informado el diario emiratí 'Gulf News'.
   Asimismo, ha manifestado que un total de 20 partidos políticos han recibido un total de 1,5 millones de dinares bahreiníes (aproximadamente 3,1 millones de euros) desde la promulgación en 2005 de una ley destinada a financiar a las formaciones políticas.
   El anuncio del ministro se ha producido el mismo día en el que el partido opositor bahreiní Al Wefaq ha anunciado su decisión de boicotear durante el plazo de dos semanas las conversaciones con el Gobierno por la lentitud del proceso y por las últimas medidas a nivel de seguridad implementadas por las autoridades contra manifestantes y activistas.
   En respuesta, la ministra de Información de Bahréin, Samira Rajab, ha sostenido que la decisión de Al Wefaq de boicotear las conversaciones demuestra que el grupo "no es serio" en sus intención de ayudar a superar los problemas que sacuden el país, según ha recogido la agencia británica de noticias Reuters.
   En enero, el monarca hizo una propuesta de diálogo a la oposición, que respondió que la misma "es vaga y está cubierta de niebla", al tiempo que destacó que "no refleja un acercamiento real y serio para responder a las demandas de la población".
   El anterior proceso de diálogo para intentar poner fin a la crisis política en Bahréin concluyó en julio de 2012 sin alcanzar ningún acuerdo por la retirada del principal grupo de la oposición, Al Wefaq, que denunció que estaba infrarrepresentado en la mesa de diálogo.
   El emirato, aliado de Estados Unidos y las monarquías del Golfo, ha reprimido violentamente durante el último año las protestas pro democráticas en el territorio. Manama impuso en respuesta la ley marcial y pidió la entrada de tropas saudíes y emiratíes para controlar las protestas y aplastar las manifestaciones.
   La oposición ha denunciado en reiteradas ocasiones las medidas violentas utilizadas por las fuerzas de seguridad y ha afirmado que han fallecido más de 80 personas desde el inicio de las protestas, la mayoría de ellas por inhalación de gases lacrimógenos y atropellos de vehículos policiales.
   Asimismo, desde el inicio de la represión de las autoridades contra los manifestantes, ONG internacionales como Amnistía Internacional (AI), Human Rights Watch (HRW) o Reporteros Sin Fronteras(RSF) han emitido múltiples comunicados para denunciar la situación de Derechos Humanos en el país y pedir a la comunidad internacional una postura activa de presión sobre el Ejecutivo.

Marruecos: La proeza de una transición tempestiva / Víctor Morales Lezcano *

No se ha inventado hasta el momento mejor vasodilatador en las crisis -políticas e internas- de un país que el consistente en dejar pasar un tiempo; ni corto ni largo, justo el necesario para que descienda la temperatura del calenturiento, y observarlo luego en un estado menos febril.

La monarquía en Marruecos es un signo de identidad histórico de curso legal ininterrumpido hasta la fecha. Los trece años de ejercicio real y hoja de servicios que tiene en su haber Mohamed VI son un corolario de la afirmación de partida. Ahora bien, lector, reflexionemos. ¿Quiere ello decir que la institución monárquica (por ejemplo, a partir de 1956, año de la independencia), ha actuado siempre con sabiduría, con virtud, como prefería escribir Montesquieu? 
en las crisis -políticas e internas- de un país que el consistente en dejar pasar un tiempo; ni corto ni largo, justo el necesario para que descienda la temperatura del calenturiento, y observarlo luego en un estado menos febril.

Pues parece haber consenso en torno al hecho de que la anexión del Sahara occidental al reino de Marruecos, si en un principio permitió al difunto Hassan II aglutinar voluntades y avivar fidelidades, se mostraría mutatis mutandis como causa generadora de no pocos “entuertos” con España y Argelia, esos dos vecinos territoriales y marítimos a los que está tan vinculado el país de los cherifes. En ocasiones, para bien de todos, aunque en otras haya sido en perjuicio de alguno de los tres actores. De causa sagrada para la patria, el Sahara occidental ha devenido una hipoteca difícilmente cancelable.

En los primeros meses del reinado de Mohamed VI, hubo ya “revuelos” -manifestaciones de descontento- en la población de origen saharaui que quedó incorporada a las ex provincias españolas de la costa frontera con Canarias, anexadas al reino de Marruecos. La obsesiva idea de volver a la normalidad, que caracteriza tanto la concepción del poder concebido en términos de centralismo autocrítico, acabó por prevalecer. O sea, cerrando en falso el asunto de marras. Años después (mayo de 2005) volvió a haber nuevas revueltas, siempre en la ciudad de El Aaiún, aunque en esta segunda ocasión el perfil independentista de aquellas manifestaciones se hizo muy visible. A veces a palos, y otras, con no menos despliegue de violencia, las fuerzas policiales acallaron la voluntad del sector más joven de la población saharaui. 

La regia promesa de recoger datos elocuentes del estado de esa población y del futuro de la (actualmente) provincia sahariana de Marruecos, se tradujo en la creación de un consejo (CORCAS), encargado de registrar las causas del descontento saharaui, a fin de paliar -si no erradicar- sus efectos más deletéreos. Es sabido, empero, que una cosa es predicar y otra dar trigo. Ni la corona ni el majzén que le es consustancial fueron capaces de enfrentarse a la realidad de los hechos: unos consejeros, unos “enviados” del rey o missi dominici, hicieron como si hubieran ido y regresado entre El Aaiún y Rabat con un informe fehaciente para iluminar el panorama social que Su Majestad les había encargado que esclarecieran. 

O sea, en vez de hacer un seguimiento fidedigno del recorrido histórico de la provincia sahariana anexada a Marruecos a partir de 1975-1976, Mohamed VI no ha ¿querido? ¿podido? seguir siendo el joven y esperanzador rey que accedió al trono en julio de 1999, sino que ha optado por dejar de parecerse a sí mismo para convertirse en un monarca constitucional, pero de derecho y legitimación divinos. De aquellos lodos han brotado ulteriores manifestaciones de descontento, una de las cuales desembocó en las revueltas del campamento de Gdeim Izik y en su aplastamiento inmediato por las fuerzas de siempre.

 Esta revuelta ha reavivado la polémica (internacional y nacional) sobre si el recurso al derecho de autodeterminación en las provincias saharauis del Reino sería preferible a configurar una región pionera en el ejercicio de sus libertades -y especificidades- dentro del Estado marroquí. Empecinado el majzén en maquillar repetidamente el codiciado objeto del deseo, no ha podido evitar que la primavera árabe (mejor dicho, la rebelión social de 2011 que estalló en Túnez y Egipto) haya repercutido en Marruecos -país supuestamente inmune al incremento de las corrientes salafíes y al impacto de un terrorismo de origen religioso a lo largo y ancho del orbe árabe-islámico-. 

Una vez más, la monarquía marroquí logró dar un pase de largo, con la aprobación de una constitución revisada al completo desde la atalaya institucional, aunque respetando el resultado de las elecciones que dieron el triunfo (relativo) al PJD que lidera Abdelilah Benkirán, dado que el Istiqlal y el antiguo partido comunista marroquí accedieron a un pacto de gobierno. Lo que no han conseguido ni el rey ni el majzén, sin embargo, es cautivar a las nuevas generaciones de saharauis durante casi los últimos cuarenta años transcurridos (1975-2013). A la vista están las recidivas manifestaciones de descontento, que no son estrictamente hijas de manipulaciones extranjeras.

Y es que, con el reiterado fracaso de la misión de Naciones Unidas (MINURSO) para sentar jurisprudencia censal en el Sahara occidental -fracaso del que es también muy responsable la cúpula del Frente Polisario-, lo que ha venido a suceder es la “jugada” consistente en amenazar sin tapujos el reino de Marruecos, con la aplicación comprobable de los principios que informan el respeto a los derechos humanos, tanto en las provincias saharianas como en los campamentos de saharauis que habitan territorio argelino.

Como no podía ser de otro modo, la petición de libertad para los presos políticos saharauis aprobada por el parlamento europeo en diciembre de 2012 vino enseguida a sobresaltar a Rabat, como si de una ¿coacción? ¿injerencia? ¿advertencia? se tratara.

No obstante el hecho de que el globo “onusino” se desinfló, el rey de Marruecos haría bien enfrentándose sin dilaciones al desafío de los tiempos, al que sí han plantado cara Túnez y Egipto de acuerdo con sus especificidades históricas y nacionales respectivas. Una nueva configuración territorial cuenta entre los grandes asuntos pendientes de plantear -y resolver- con visión de futuro moderna.

Como recientemente han sugerido Aboubakr Jamaï y Ali Anouzla desde Rabat, la incorporación del Sahara occidental al Estado marroquí procede hacerla cuanto antes, o antes de que sea tarde, dentro del marco de un proceso democratizador en el Reino. Es decir, en el marco de una transición de la monarquía constitucional de derecho divino a la monarquía parlamentaria, en cuanto emanación democrática del país y su gente. Esta transición sería la proeza del siglo en un mundo árabe agitado, en busca de su inserción adecuada en los tiempos que corren. ¿Por qué no podría Marruecos hacer tal proeza? Una respuesta feliz al desafío sentaría un precedente magistral en la historia contemporánea de la arabidad y del Islam.

(*) Profesor emérito de la UNED