La Casa Real acaba de inaugurar página web en casareal.es
cuya interfaz está en captura a la izquierda. Enhorabuena a Palacio en
donde, como se sabe, las cosas van despacio. A paso de tortuga. Una
página web en 2012 ya tiene mérito. De todas formas, como tiempo han
tenido, no está mal: sobria, elegante, recatada. No se quiere transmitir
idea de oropel o boato sino de cercanía, cotidianidad y amor por la
familia, firme promesa de perennidad de la institución.
En cualquier caso, enhorabuena, ya puede la Real familia comunicarse con
l@s ciudadan@s directamente, sin cortapisas. Así, la salida al aire de
la Real Web (o Real Red o Royal Web, para unificar idiomas) ya trae una
carta del Rey se entiende que a todos los españoles. ¿Y qué dice el
Borbón? Exactamente lo que el gobierno quiere que diga y, además, con
sus mismas palabras. No es la primera vez que el gobierno se vale del
Rey para apuntalar su política de partido. Hace unas fechas Rajoy llevó
al Monarca a presidir el consejo de ministros en que se aprobó la orgía
de recortes y cercenamientos, con lo que le cargó con parte de la
responsabilidad.
Y ahora aparece el Borbón hablando como si fuera el gallego. Es
sorprendente. La derecha parte del principio de que las instituciones y
símbolos del Estado están al servicio de su ideología. Así que el Rey
recorta y el Rey avisa a las tribus de vascones y cataláunicos de que no
persigan quimeras. Por si esto fuera poco, suena el toque viril del cuartel en la voz del teniente general retirado Pedro Pitarch de que La independencia de Cataluña es impensable, ni por las buenas ni mucho menos por las malas.
¿Queda claro? Aviso de que el ejército español no ha ganado una sola
guerra internacional en trescientos años; pero las guerras contra su
propio pueblo las gana siempre.
Oído el Rey y oído el espadón, si quieren los lectores nos ponemos a hablar de cómo se presenta la cosecha de vino este año.
¿Que no? ¿Que queremos seguir hablando de política? Pues nos la estamos
jugando porque ya está claro que la Corona ha tomado partido, el partido
del remo. Esa expresión de remando a la vez es del vademécum de los propagandistas de la derecha. Igual que ese futuro de Europa y de España, que no se le cae a Rajoy de la boca. Pero lo más preocupante es el caveat que viene a continuación, cuando nos enteramos de que lo peor que podemos hacer es dividir fuerzas, alentar disensiones, perseguir quimeras, ahondar heridas. Las quimeras del Rey, siempre más culterano, equivalen a la algarabía de Rajoy, algo más vulgar. Y lo de ahondar las heridas
en un país en el que decenas de miles de sus hijos yacen asesinados en
las cunetas para desconsuelo de sus allegados suena a real metedura de
gamba o habitual destemplanza de Rajoy. Y ¿en nombre de qué hay que
remar juntos, y dejarse de quimeras y rencillas? En nombre de un ente
que la carta real designa como Transición Democrática, así con las dos mayúsculas del Te Deum, una TD entronizada en una perfección inamovible.
Tengo la impresión de que esa carta, escrita al dictado del gobierno, es
un golpe duro a la legitimidad de la Corona por cuanto esta aparece
involucrada en un conflicto político y de un modo sorprendentemente
represivo, prohibitivo. Dice el Monarca que no son tiempos para escudriñar esencias.
No sé qué entenderá Juan Carlos por "escudriñar" pero, sea lo que sea,
la pegunta inmediata es: ¿por qué no? ¿Porque lo dice él? ¿Y quién es él
para determinar qué hagan las gentes con sus esencia? Porque escudriñar
en las esencias es fundamental en la conciencia de todo nacionalismo,
incluido el español.
En resumen, la carta es una nueva muestra del error de la dinastía, el borboneo,
esto es, el compadreo entre la Corona y el gobierno. Si al resurgir del
borboneo añadimos las amonestaciones militares, el cuadro que empieza a
emerger de España en estos momentos es preocupante. Es de suponer que,
por muy de derechas que sea, el gobierno hará respetar la supremacía del
poder civil. Pero el borboneo, la interferencia del Rey en la política,
todavía es peor. Casi merece más la pena que el monarca se vaya de
safaris, aunque se caiga.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED, Madrid