Hugo Aznar y Jordi Pérez Llavador (Eds.) (2014) De la democracia de masas a la democracia deliberativa. Barcelona: Ariel (204 págs.)
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Hugo
Aznar, uno de los editores de esta recopilación de textos explica su
origen en la introducción. Se remonta al IV Seminario interdisciplinar Crisis y revitalización de la ciudadanía: ¿de la democracia de masas a la democracia deliberativa?
celebrado en la Universidad CEU Cardenal Herrera (Valencia), al que los
organizadores tuvieron le gentileza de invitar a Palinuro. El volumen
recoge las ponencias que en él se presentaron y algún otro escrito y,
como se ve por el título del libro, al haber desaparecido el
interrogante del del seminario, parece damos por bueno que la democracia
de masas deviene democracia deliberativa. Los trabajos aquí
referenciados son muy interesantes y abonan esa impresión. Pero, antes
de considerarlos por separado, tengo una querella previa con los nombres
y cierta perplejidad que no afecta a los contenidos de aquellos sino a
los términos que empleamos y no parecemos cuestionar. ¿Es acertado
contraponer "democracia de masas" a "democracia deliberativa"? Esta
última, ¿no es también de masas? Las masas ¿no deliberan? Se presume que
no, y el término "democracia de masas", en realidad, quiere decir
"democracia de élites" y, al llamarse "de masas", entiendo, está
empleando el término en un sentido ideológico, de masas como rebaños.
Esas masas aquí referidas presuponen las élites y como estas son las
dirigentes y decisivas, la contraposición bien podría ser "de la
democracia elitista a la democracia de masas deliberantes". De hecho me
da la impresión de que es el espíritu que reina en el libro.
Los editores abren la recopilación con la ponencia de Palinuro, titulada Pasado y presente de una ciudadanía pendiente,
sin duda por lo de poner el burro delante para que no se espante. No
hablaré de ella por ser autoría de mi doble, quien siempre dice que no
le gusta hablar bien de sí mismo y que, para hablar mal, ya están los
amigos. Baste decir que se trata de entender la ciudadanía no como un
estado o condición, sino como un proceso. La etapa en que encuentra
ahora es la de las "muchedumbres inteligentes" y el reto siguiente, que
ya se perfila, es el de la ciudadanía mundial, cosmopolita.
Jordi
Pérez Llavador tiene un trabajo, "La no ciudadanía en la comunicación:
opinión pública y propaganda" en el que traza de modo sintético y ágil
el origen de los "muchos" como sujeto histórico en el desarrollo del
capitalismo industrial del siglo XIX, con la extensión del sufragio
universal, la aparición de unas masas que pusieron nerviosa a la
burguesía, como se prueba por las teorías del liberalismo doctrinario
que acabarían fraguando en las teorías de las élites de los primeros
decenios del siglo XX. Hay un paso de la comunicación grupal de
los antiguos públicos habermasianos a la comunicación de masas. Y, a
partir de aquí, la propaganda. Aborda Pérez Llavador este asunto con
especial referencia a Walter Lippmann. Lo mismo sucede con más autores
del libro, pues participan en un proyecto de investigación que, entre
otros asuntos, estudia la figura de este gran publicista estadounidense.
Por el periodo que le tocó vivir, el de la Gran Guerra la entreguerra y
los años posteriores a la segunda mundial, Lippmann comprobó cómo los
medios de comunicación se convertían en vehículos de propaganda.
Hablando del periodismo de guerra, Lippmann avisaba "el trabajo de los
reporteros ha terminado así por confundirse con el de los predicadores,
los misioneros, los profetas y los agitadores". La cita es de Pérez
Llavador, pero la tentación salta de inmediato: ¿se habla de la guerra
del 14 o de ahora mismo? A esa pregunta parece dar respuesta el párrafo
de conclusión del autor: "El ciudadano, ante la propaganda, pliega su
voluntad a designios ajenos. Muta para convertirse en súbdito de
imágenes, sentimientos e ideas" (p. 66).
Rodrigo
Fidel Rodríguez Borges tiene un interesantísimo capítulo titulado "las
relaciones entre prensa, ciudadanía y democracia en Walter Lippmann. Un
liberal en su laberinto", dedicado específicamente a desentrañar el
sentido y contenido de la compleja, prolongada y muy influyente obra del
afamado columnista. Entiendo que Borges explica la insistencia del
Lippmann tardío en una forma de gobierno de técnicos y expertos,
procedente de la idea platónica del filósofo rey (p. 87), como una
especie de contradicción, si bien recuerda que se defendía de la
acusación de tecnocracia reafirmando su condición de "demócrata liberal"
(p. 88), lo cual no le libraba de la acusación de Dewey de pretender
despojar al ser humano de su dignidad en cuanto ser autónomo (p.91).
Lippmann era un liberal en el sentido estadounidense del término, es
decir, progresista. También lo era, a mi entender, en el sentido
español, el del Siglo de Oro, como hombre magnánimo. Su conocimiento y
gran admiración por Platón estuvieron presentes en su vida. La teoría
del filósofo rey o el mito de la caverna. Jugando con ambos desarrolló
su vida este gran periodista que intervino y definió momentos hitóricos
decisivos, como los catorce puntos del presidente Wilson o la guerra fría
en los cuarenta. Comenzó con unas expectativas éticas muy elevadas y,
poco a poco, los acontecimientos lo fueron llevando a una actitud que
sus defensores llaman "realista" y presupone un eclecticismo ético. Pero
aquella actitud crítica y de principios se dio y sigue siendo un buen
espejo de la profesión periodística.
El
trabajo de Hugo Aznar, "De masas a públicos: ¿cambios hacia una
democracia deliberativa?" me ofrece poco tema para considerar porque
estoy de acuerdo en casi todo lo que dice. La desafección democrática
(Norris et al.) es anterior a las NTICs (p. 97) y estas,
internet, son una revolución similar a la de la imprenta, pues han
traido un aumento exponencial de la autonomía individual (p. 99). Se
añaden otras novísimas tecnologías, como la web 2.0 o el tráfico con
dispositivos móviles y estamos en una era que Aznar caracteriza
minuciosamente en doce factores, todos determinantes y entre los cuales
subrayo como muestras la bidireccionalidad, la interconectividad, la
intercreatividad y la velocidad (p. 102). Yo le añadiría "redes
distribuidas" y "nubes", pero no sé qué nombres les daría. El tema
central del trabajo es una comparación de caracteres de las masas (en su
concepción tradicional) y los públicos en red. Equipara tres
rasgos antropológicos, cuatro psicosociales y otros cuatro
sociopolíticos y todos son pertinentes, desde la aparición de los prosumidores
(p. 106) hasta la formulación de una ciberutopía (p. 118). La última
parte del ensayo es una especie de visión metafórica de lo que las otras
argumentan y así Aznar contrapone la célebre teoría de la aguja
hipodérmica (p. 119), que suena un poco al huso y la rueca, a la
posibilidad de una "especie de cerebro digital planetario" que suena
otro poco a la máquina del tiempo (p. 120).
Manuel
Menéndez Alzamora, en "Repensar la democracia: los retos de una
ciudadanía cosmopolita", aborda el espinoso y huidizo tema de la
globalización. La vieja raíz de la nación cívico-política y la nación
cultural asoma en la polémica entre cosmopolitismo y comunitarismo (p.
131) y, aunque da la impresión de simpatizar más con el primero, siendo
ambos formas del liberalismo, su máximo interés es que la democracia
global sea deliberativa y superadora de su naturaleza "constitucional y
normativa" (p. 134). Se apoya para proseguir en los importantes trabajos
de Pogge y Nussbaum, pero sin duda es un territorio en el que queda
mucho por indagar sobre todo en términos de factibilidad.
El
estudio Pedro Jesús Pérez Zafrilla, "Génesis y estructura de la
democracia deliberativa", es un buen trabajo introductorio al origen y
situación actual de la democracia deliberativa. Frente a la hegemonía de
la teoría elitista se alza en un momento dado una corriente
"participacionista" (Bachrach, Macpherson, Pateman) (p. 145) que
desemboca en la teoría de la democracia deliberativa con tres
corrientes: a) republicana; b) rawlsiana; y c) discursiva (p. 150/152).
Analiza luego sus elementos característicos que son participación,
consentimiento y deliberación (pp. 155/157) y aclara las indudables
ventajas de la deliberación. El autor concluye que la democracia
deliberativa se revela como un nuevo modelo de acción política necesario para regenerar la vida democrática...,
(p. 159). Y está en su derecho. Pero no acabo de ver que esos tres
elementos de participación, consentimiento y deliberación sean ajenos a
la democracia representativa tradicional. Otra cosa es que sean lo que
nosotros quisiéramos que fuesen. La democracia es compromiso.
El
trabajo de Víctor Sampedro, "democracias de código abierto y
cibermultitudes" es un muy estimulante ensayo, hecho con conocimiento de
causa más que sobrado, para quienes creemos que el avance de lo digital
no solo aumenta exponencialmente las fuentes de información, la
capacidad y autonomía de los individuos sino que trabaja en un sentido
progresivo de emancipación de la especie. El cambio social es
impredecible y más con internet que, de nuevo, rememora a Gutenberg (p.
164) y lleva la imprevisibilidad al límite. Concibe el proceso en
términos de guerra, con un intento de control estatal-corporativo del
ciberespacio que amenaza la democracia (p. 169). Es el viejo dicho del
complejo militar industrial actualizado. La resistencia viene hoy de los
prosumidores o, mejor, de los tecnociudadanos que se valen del software libre o código abierto (p. 170). La lucha en la sociedad red, cuyo adelantado es WikiLeaks, aborda procesos "destituyentes" de los regímenes económicos y de representación (p. 173). La opinión pública digital y las cibermultitudes
imponen hoy sus principios en la política (p. 178). Son todos
postulados los de este análisis que pueden aplicarse con provecho al
fenómeno de Podemos y sería interesante hacerlo porque así es como
funcionamos en una dialéctica permanente de teoría y praxis.
Guillermo
López Garcia titula su trabajo "Del 11M al #15M. Nuevas tecnologías y
movilización social en España". Curioso título. Habrá colegas a quienes
sea preciso explicar qué es un hashtag y qué función cumple. Los otros, los de las nntt, no lo necesitan pero podrán preguntarse por qué el 11M no lleva hashtag. Y la cosa tiene miga: porque el 11M no fue trending topic
y el 15M, sí. Y no lo fue por falta de redes sociales, no por su
importancia intrínseca como fenómeno. En marzo de 2004 hacía un mes que
se había creado Facebook y Twitter no comenzó a funcionar hasta 2006. En
términos de redes, el 11M pertenece a la edad de la piedra en
comparación con el 15M. Y aun así uno de los aspectos más señalados de
aquella fecha es que la movilización social contra el PP se convocara
por SMS. Hoy, con Whatsapp, la cosa se habría triplicado. Con
esto se da cuenta ya del contenido del trabajo, que está implícito en el
título. Es curioso leer la observación de que en cuanto al movimiento del #15M, lo más llamativo es que surge "de la nada"
(p. 196). Lo mismo que suele decirse de Podemos. Pero hay algo hasta
ahora incontrovertible: de la nada no surge nada. Salvo el Ser, pero ese
es otro asunto.