domingo, 3 de marzo de 2013

Daniel Innerarity, filósofo: "Si el PP y la Casa Real no se enfrentan a sus problemas lo pagarán muy caro"


SAN SEBASTIÁN.- En el palacio de Ayete de Donostia, donde está la sede de Globernance, Daniel Innerarity (Bilbao, 1959) repasa desde la corrupción hasta la crisis territorial española pocos días después de llegar de Italia, donde estuvo en el Instituto Europeo de Florencia.

Arranca la semana y lo hace con inestabilidad a la italiana. ¿Cómo valora los resultados?
Es un sistema político muy endeble, sin partidos antiguos. Los que articulaban el sistema, el Comunista y el Democristiano, se vinieron abajo. Bersani (Pier Luigi), me decía en uno de los cursos de verano de su partido en el que hemos coincidido que él se empeñó en que el PD se llamara Partito Democratico en un momento en el que había nombres como Pueblo de no sé qué, Margarita, Olivo, Cinco Estrellas… La idea de partido como institución no hay. Italia es reflejo de una cosa aguda que nos está pasando a todos. El eje derecha-izquierda como factor explicativo, aglutinante y estructurante de la voluntad popular se ve sustituido en parte por el eje tecnocracia-populismo. Hay tecnocracia de derecha (Mario Monti) y de izquierda (Bersani) y populismo de derecha (Silvio Berlusconi) e izquierda (Beppe Grillo). Es muy desconcertante.

El denominado 'candidato de la troika' queda cuarto; su predecesor pelea en el Senado el primer puesto...
La contraposición que manejamos entre pueblos soberanos y mercados o instituciones de élite es demasiado radical. El pueblo soberano quiere a Berlusconi. A Berlusconi lo echó la troika, lo cual me parece muy bien. En una Europa con tal grado de interdependencia no podemos seguir manejando la ficción de que la voluntad popular se articula a través de los electorados nacionales y punto. No es verdad. En Europa vamos a que los otros intervengan cada vez más en nuestros asuntos y nosotros en los de otros. Ahora tenemos un sistema imperfecto en el que eso se da de manera unilateral. Hay una posición asimétrica en la que los alemanes tienen mucho más que decir en lo que hacemos que al revés.

¿Ha perdido Europa en Italia?
De entrada, sí, se ha puesto una situación muy difícil. Los dos partidos que han tenido un resultado espectacular, Cinco Estrellas y Pueblo de la Libertad, son los menos europeos y los dos más europeos han tenido, en el caso de Bersani, un resultado muy bueno pero sin exagerar, y, en el caso de Monti, penoso.

¿Hay algún Beppe Grillo en España?
El bipartidismo en España está claramente amenazado. Podríamos ir a un sistema de cuatro partidos muy parecido al italiano, con la ventaja de que hay partidos de mayor tradición, con más de cien años, y eso marca cierta trayectoria y sentido de la responsabilidad. Pero podríamos ir en esa dirección si los antiguos no hacen bien los deberes.

Más ahora que la tradición, más que valor, parece un lastre.
Sí. Hay un problema de que los partidos tienen que mantener un cuerpo de doctrina, tienen la obligación de procurar una cierta profesionalización del oficio político -no pueden ser amateurs que entran y salen-, pero al mismo tiempo deben tener cierta movilidad en el banquillo. Si la ciudadanía ve que eso no existe, se paga con desafección. 

Pero si algún político se sale un poco de lo que se le presupone, se le tacha de disidente, se habla de ruptura…
Los partidos tienden a reproducir en su interior un discurso muy vacío y repetitivo, y toleran muy mal la diversidad interna. La vigilancia que los medios hacen en tiempo real sobre lo que dicen los políticos es magnífica. Sin ella, no habría democracia, pero como efecto secundario, acartona el discurso. Ahí tenemos a Toni Cantó lo que le ha pasado cuando ha dicho lo que piensa... Al mismo tiempo, se ve muy bien en los ayuntamientos en Euskadi, una persona no asegura su liderazgo si no compagina que le voten personas que nunca votan a su partido y no molestar a los que votan habitualmente a la sigla. Casos de Donostia con Odón Elorza o Bilbao con Iñaki Azkuna son muy claros. 

Al control de los medios de comunicación se añade la presión de 'Twitter' ¿Fomenta la radicalidad?
Está estudiado hasta qué punto Internet, que teóricamente era para abrirse al mundo, funciona como una herramienta de ratificación de los convencidos. En los entornos de los partidos hay muchas webs que no tienen utilidad informativa y menos de deliberación con personas que piensan diferente, sino que agrupan a personas convencidas y radicalizan. 

Pero las redes sociales han tenido su papel en movimientos como el 15-M.
Las nuevas tecnologías permiten que la ciudadanía ejerza una función fundamental la democracia como la observación y la expresión, pero hay un elemento posterior, el de construcción democrática y de configuración de voluntad popular, que necesita otro tipo de instrumentos, incluso los más tradicionales, como el partido político. Ese elemento de construcción falta en estos movimientos, y no es un reproche, porque los movimientos sociales son eso, movimientos y punto.

Le intuyo, por lo tanto, escéptico ante formaciones como el Partido X.
Totalmente. Tenemos que innovar en los partidos, en las fórmulas de asociación, de expresión, de articulación de la opinión pública…, pero no concibo un partido sin sus estatutos, sin portavoz, asambleas y obligaciones de rotación de poder… Hablar de un partido sin portavoz, que es desconocido, que no tiene estatutos, ¿cómo sé yo que detrás no hay neonazis, por ejemplo?

¿Tiene la crisis económica europea solución sin antes solucionar la crisis institucional?
La crisis que tenemos no es tanto económica, sino fundamentalmente política. Hemos hecho una operación parcial con la creación del euro. Es una moneda, una tecnología, que tenía que ir acompañada de una innovación social, coordinación de políticas fiscales… Mientras no lo completemos con unas medidas de tipo político, el euro siempre estará debilitado, que es lo que perciben los mercados. No actúan con hostilidad porque sí, sino porque no lo ven acompañado de esa innovación.

¿Creen los 27 estados en la UE?
Sí, pero con distintos intereses. Europa es un espacio económicamente muy heterogéneo, con culturas políticas muy diferentes (el Este, las viejas democracias, las recién constituidas…) y darle una articulación política requiere tiempo. Pensemos que no hay ningún precedente en la historia en el que 27 países, siendo soberanos y democracias con más o menos pedigrí, renuncien a parte de esa soberanía para algo común. Todos los procesos de unificación se han dado a través de la fuerza. 

¿Cree en la teoría que vincula el teórico desordenado Sur católico frente al orden del Norte luterano?
Explica algunas cosas, pero en la crisis del euro se han puesto en marcha tópicos que responden a la realidad en parte. Eso del Norte austero frente al Sur que despilfarra y que ve financiadas sus vacaciones por el Norte no resiste al contraste con datos económicos. A comienzos del euro hubo un movimiento de capital hacia el Sur, en términos de boom inmobiliario, que nos hizo creer que los países del Sur íbamos muy bien. Con la crisis, ese dinero va hacia el Norte no porque trabaje más, sino porque aparece como un lugar más seguro. Ni España iba tan bien entonces ni tan mal ahora. Son simples movimientos de capital que no están suficientemente regulados.

O sea, que la culpa del pinchazo inmobiliario es de los alemanes.
Exactamente, es lo que quería decir. Con el boom ha hecho mucho dinero la banca alemana. ¿Dónde está buena parte de la deuda griega? En bancos alemanes y franceses. Europa ha sido un espacio de libre comercio en el que hemos conseguido grandes beneficios económicos y adquirido muchos créditos, fragilidad compartida. Europa era un invento pensado para repartir beneficios y por primera vez en la historia reciente tiene que convertirse en un instrumento de compartir riesgos. Y no sabemos cómo se hace.

Quien ha hecho mucho dinero con el 'boom' ha sido más de un político. ¿Qué riesgo supone la corrupción?
Lo que pone en riesgo el sistema político es la corrupción que no se ve, que no se persigue, que no se denuncia y por la que nadie paga. Tenemos un problema de percepción: cuando salta un escándalo de corrupción en los medios, pensamos que es absolutamente negativo y no nos damos cuenta de que es menos negativo que si permanece oculto. La judicatura, la policía, la ciudadanía y el sistema político han aprendido mucho desde los años 80 y tenemos más instrumentos de reacción.

¿Basta con modificar la legislación?
No. Es un problema social y jurídico. La sociedad tiene que mantener la tolerancia cero y la policía y los jueces, sus instrumentos. 

Entonces, ¿quien propone cambiar leyes demuestra su propia debilidad?
Sí, ocurría cuando Nicolas Sarkozy, como ministro del Interior o presidente de la República francesa, a cada fenómeno trágico o de violencia en la calle respondía endureciendo la ley. Esas carreras hacia no se sabe dónde son simplificaciones de problemas que responden a una causalidad compleja. 

¿Comparte la percepción de que el Gobierno del PP está en manos de Luis Bárcenas mientras que la casa real está en manos de Diego Torres por la información que podrían tener?
Lo desconozco, pero tengo la percepción de que estas dos instituciones, dado el grado de conocimiento y transparencia involuntaria que hay en la sociedad, o se enfrentan a sus problemas con toda sinceridad y radicalidad o terminarán pagándolo muy caro. Dada la transparencia informativa, no hay posibilidad de que las cosas acaben diluyéndose. Hay jueces y hay periodistas que hacen su trabajo y una ciudadanía que tiene tolerancia cero.

Hay quien duda hasta del modelo territorial. ¿Pasa la solución de España por el modelo federal?
Absolutamente no. Los dos problemas que afrontaba España en la Transición eran el encaje de demandas de naturaleza profunda de las nacionalidades históricas, y la descentralización tras una fase larga de centralismo duro. Buena parte de los problemas de ahora proceden de dar el mismo trato a ambas cuestiones. El federalismo es una solución a un estado cuyos centros de decisión están articulados de manera homogénea, no como en el Estado español, donde hay dos o tres nacionalidades históricas y un conjunto de regiones con derecho a un cierto autogobierno. Tratar igual ambos problemas no conduce a ninguna parte.

La crítica feroz contra el político es general, pero ¿no se corre el riesgo de cargar contra las propias instituciones con un toque demagógico?
Hay una diferencia entre la crítica positiva a determinados comportamientos y la crítica generalizada e indiferenciada según la cual todos son iguales que surge de mentalidades antipolíticas. Habría que criticar a los políticos todo lo que merecen, pero sin arrasar con lo que es el conjunto de instituciones y prácticas sin las que podríamos vivir.

¿Entiende que, tal y como está el patio, buena parte de vascos y catalanes digan "nos queremos ir"?
Seguramente ahora mismo se está mezclando, como era inevitable, problemas de desafección territorial con los que tienen que ver con el malestar que genera la crisis persistente más disfuncionalidades políticas y corrupción. Pero son tres problemas que requieren un tratamiento diferente. Pensar que la solución a uno o a todos pasa por la reformulación territorial es no entender que son cosas diferentes. Pensar que reformar el Estado en aras a la plurinacionalidad va a resolver la crisis económica es faltar a la verdad.

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