viernes, 21 de marzo de 2014

Los barrios pobres de Venezuela optan por una alternativa a las protestas

CARACAS.- Los activistas opositores en los barrios pobres del este de Caracas tienen un plan para poner fin al gobierno de Nicolás Maduro sin quemar neumáticos ni bloquear calles: construir parques, reparar caminos y convencer a sus vecinos de que el socialismo es un callejón sin salida.

Los vecindarios más humildes de la capital venezolana casi no vieron las barricadas humeantes y los violentos enfrentamientos que envolvieron, durante más de un mes, varias de las zonas de clase media de la nación sudamericana en la peor ola de disturbios de la última década en la nación de la OPEP.
En la vasta barriada de Petare, un laberinto de laderas de casas de bloques de ladrillo rojo y ranchos humildes que alguna vez fue un bastión del fallecido líder socialista Hugo Chávez, los líderes locales de la oposición dicen que los "tirapiedras" están equivocados.
"No queremos guarimbas (barricadas), ni estar trancando calles. Esa no es la forma de salir del presidente", dijo Junior Pantoja, un concejal municipal del partido de oposición Primero Justicia en Petare.
"Aquí hemos convencido a chavistas como no tienes idea", explica. "¿Cómo? Con trabajo. Eso funciona mejor que marchar".
En Petare y otras barriadas que salpican las laderas de Caracas, muchos ven los disturbios como una reedición de las protestas callejeras de hace 12 años, un intento fallido de mellar la popularidad del carismático Chávez, quien murió de cáncer el año pasado.
Petare, compuesto por cientos de barriadas que van desde grupos de endebles estructuras de zinc hasta humildes casas un poco más ornamentadas, ha sido un ejemplo de cómo la oposición puede usar las políticas públicas para desafiar al Gobierno, incluso en las áreas menos privilegiadas.
Un alcalde opositor ganó el municipio en las elecciones de 2008 aprovechando el descontento y consolidó su apoyo prestando atención a los problemas de las comunidades pobres.
Eso representó un cambio de enfoque en la oposición tras años de intentar sacar a Chávez del poder a través un fallido golpe de Estado, un paro de dos meses de la industria petrolera y ataques virulentos contra el mandatario y sus simpatizantes.
Muchos venezolanos dicen que apoyan las manifestaciones pacíficas contra la elevada inflación y la crónica escasez de productos básicos. Pero otros tantos aseguran que las protestas alteraron sus vidas y no están logrando debilitar a Maduro.
Además, el bloqueo de calles y carreteras agravó la escasez de alimentos.
Como las barricadas han obligado a cerrar algunas rutas del transporte público y desviado otras, los residentes de barrios marginales como Petare, que ya enfrentaban largas rutas a casa, ahora deben perder más tiempo en el tráfico.
"Para mí, la oposición está restando gente para su proyecto. Esa trancadera de calles está perjudicando a su misma gente", dijo José Guevara, un técnico de electrodomésticos de 44 años que vive en Caucagüita, un vecindario de edificios desvencijados en la colina de Petare.
Guevara dijo que a pesar de ser un partidario leal de Maduro apoya al alcalde opositor Carlos Ocariz, porque ha trabajado por mejorar la iluminación, la recogida de basura y las calles.
Aunque en las áreas de clase media las protestas desataron una virulenta animosidad partidista, barrios como Petare suelen ser modelos de convivencia en donde los vecinos tratan sus diferencias políticas como si fueran rivalidades deportivas.
Los residentes llegaron a un colorido acuerdo para pintar la empinada escalera que conduce a la casa de Pantoja alternando un escalón rojo y otro amarillo, los colores del gobernante Partido Socialista Unido y del opositor Primero Justicia.
"Yo no entiendo tanto enfrentamiento, confrontación. Yo no veo necesario eso", dijo Pantoja, que integra un equipo de bochas de su comunidad donde hay gente de todos los colores políticos.
"¿Tu crees que son mis enemigos por pensar diferente?", pregunta.
Petare, originalmente una hacienda colonial del siglo XVII, se llenó de asentamientos marginales a lo largo del siglo pasado hasta convertirse en una densa masa de calles estrechas con una población que abarca desde la clase trabajadora a la miseria.
Mientras las zonas más prósperas tienen calles pavimentadas donde abunda el comercio, los asentamientos más recientes son poco más que chozas alineadas a lo largo de caminos de tierra, donde las líneas eléctricas cuelgan precariamente de troncos.
"No estoy de acuerdo con que estén haciendo todas esas marchas en la calle, porque, al final, ¿para qué? Si no están resolviendo nada con eso", dijo Rosmely Florian, un ama de casa de 39 años parada en la puerta de su vivienda en un asentamiento particularmente precario llamado Mariscal Sucre.
La mujer dijo que la única ayuda que han recibido fue un puente que la municipalidad está construyendo para conectarla con la comunidad vecina al otro lado de una quebrada.
Líderes de oposición de línea dura como Leopoldo López, que fue encarcelado el mes pasado por encabezar las manifestaciones, dicen que las protestas callejeras son la única opción, puesto que las instituciones del Estado están tan degradadas que es imposible un cambio democrático.
Los partidarios de Maduro sostienen, por su parte, que la oposición pretende desestabilizar su gobierno a través de prolongadas alteraciones de orden público que dañan espacios públicos y ponen vidas en peligro.
Las manifestaciones se calentaron a mediados de febrero, después que tres personas murieran a causa de disparos tras una marcha de oposición en Caracas.
Desde entonces, las concentraciones han sido una combinación de marchas pacíficas y choques violentos entre policías y grupos de jóvenes encapuchados que les lanzan cócteles molotov, cierran calles y queman basura.
La policía antidisturbios responde usando gases lacrimógenos, algo que el Gobierno describió como una acción moderada pero la oposición denunció como brutal represión, citando innumerables videos grabados con celulares que muestran a los manifestantes siendo golpeados o maltratados por las fuerzas de seguridad.
Las protestas realizadas todas las tardes en una plaza del elegante barrio de Altamira parecen haber perdido fuerza después de que la Guardia Nacional tomara el fin de semana el control de las inmediaciones.
Las nubes de gas lacrimógeno dejaron paso a protestas pacíficas y hasta una "performance" artística.
Pero muchos continúan viéndolo como una distracción a los problemas como la escasez de alimentos básicos como harina de maíz, aceite y leche, que los activistas opositores consideran la mayor amenaza al socialismo.
"Los abastos no tienen nada, la comida no se consigue, la gente se la pasa metida en colas", dijo Ana Castro, una empleada municipal de 33 años en Caucagüita. "¿Para qué tantas protestas si la gente se está convenciendo de que este sistema no funciona?".
"No estoy de acuerdo que con estas acciones violentas destruyamos lo poco bueno que nos queda", concluyó.

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