miércoles, 28 de enero de 2015

El palacio de Pedralbes / Joaquín Abad *

No es de recibo que la hija favorita de uno de los personajes más ricos de España, Juan Carlos I, que tiene acumulada una fortuna de miles de millones de euros de sus famosas comisiones por el crudo que se importa y otras gestiones, se quede sin su chalé, llamado palacio, de Pedralbes, Barcelona. Padres mucho menos pudientes se preocupan de que sus hijos, hijas, tengan su propio piso, y ahorran para ese fin. Los que pueden, claro.
 
 Pero nuestro monarca, acostumbrado durante toda la vida a vivir de gorra en palacios y fincas pagados por Patrimonio Nacional, no pudo destinar unas limosnas a pagar la vivienda a su hija, casada don Iñaki. Y ahora tiene que vivir, y morir, claro, con la vergüenza de que su yerno probablemente pase unos años en la cárcel y su hija, sus nietos, vivan con el escándalo que ha generado, y que será fruto de portadas durante muchos más años.

Porque Juan Carlos, el padre de Cristina, el suegro de Iñaki Urdangarín, ha vivido como Dios toda la vida, a costa del erario público, rodeado de lujo, vicios, señoras varias, mientras sus hijos crecían en un ambiente cortesano. Cuando Cristina se casó por amor se desentendió de la economía de la nueva pareja, que tuvo que aprender de lo que se hacía en palacio y empezó a dar sablazos a instituciones públicas, que le han llevado a la actual situación. Porque al contrario que Juan Carlos, Iñaki no está bendecido de inmunidad, y si le pillan cobrando indebidamente, pues se le juzga y va a la cárcel.

Incluso después de empezar a filtrarse los apuros de Iñaki y Cristina, Don Juan debió rascarse el bolsillo y pagarle el chalé a su hija, en lugar de dejarla tirada mientras compraba joyas millonarias a la última amante, a la famosa Corinna zu Sayn-Wittgenstein. 

La verdad, no entiendo ese afán de enriquecimiento desmedido, acumular miles de millones de euros escondidos en bancos extranjeros... Juan Carlos morirá, como se dice, siendo el más rico del cementerio. Morirá triste porque sufrirá el calvario de su hija en el juzgado de Palma, y vete a saber si saldrán más casos en otros juzgados. Juan Carlos ha sido un mal marido. Un mal ejemplo para sus hijos y, visto lo visto, un mal padre. Un padre avaro e impresentable.
 
(*) Periodista y editor de www.muyconfidencial.com

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