viernes, 27 de febrero de 2015

Performance / Ramón Cotarelo *

En un post de anteayer, Palinuro calificaba a Iglesias de portentoso animal  político en referencia a su idea de contraprogramar el debate sobre el estado de la nación que, por cierto, empieza a conocerse como den, con alegre desconocimiento del sentido del término en inglés. Como lo pensó, lo hizo. Podemos se llevó el den al teatro Fernando de Rojas, del Círculo de Bellas Artes en su segundo día y lo llenó hasta los gallineros, con gente fuera. Eclipsó el poco relieve que iban a tener los grupos minoritarios de la cámara, especialmente los catalanistas. Y eso, además en el día en el que el Tribunal Constitucional anunciaba que anulaba parte de la ley catalana de consultas y el decreto subsiguiente a cuyo amparo se convocó el 9N.

  Se avivan los tizones independentistas; la Generalitat asegura que acata pero no comparte y Mas lamenta que no les quede más vía que las elecciones de septiembre. Por supuesto. Ya se sabía. Los de ERC podían haberse ahorrado la intervención en la cámara. En realidad, visto el caso que se les hace, podían habérsela ahorrado todos los grupos, incluido el socialista. A este incluso le recomendaron que no volviera por falta de nivel. Así que ayer por la tarde, el Parlamento estaba fuera del Parlamento.

El golpe de Iglesias es espectacular. De espectáculo. De teatro. Pero con un enorme impacto. Dícese que fue Sófocles quien introdujo el tercer actor en la tragedia griega. El primer día vio la pugna entre el protagonista y el antagonista con el coro en el hemiciclo. En el segundo el tercer actor se coló, incluso obligado por alusiones. En el primer acto, el protagonista habló de Iglesias sin que este estuviera presente ni pudiera responder. En el segundo Iglesias habló del protagonista sin que este estuviera presente ni pudiera responder. Y en condiciones mucho más favorables porque el de Podemos domina los escenarios como si hubiera nacido en ellos. 
 
Lo hizo ignorando al antagonista del primer acto, a quien no nombró ni una vez y al PSOE explícitamente solo en una ocasión, ligándolo a su cruz del 135, si bien había una frecuente referencia implícita al hablar de "gobiernos anteriores". Pero la referencia directa, inmediata, permanente, fue a Rajoy a quien en el primer minuto Iglesias ya retó a un debate cara a cara en TV cuando quisiera y como quisiera. Dominio absoluto. Ahí quedó ese simbólico guante que tampoco Sánchez recogió en fechas pasadas. Con razón porque es un reto blindado: si los dos líderes dinásticos lo aceptan, juntos o por separado, tratarán de igual a igual a una fuerza emergente y son pocas sus probabilidades de ganarlo. Pero si lo rechazan, ya lo han perdido.

El discurso de casi una hora estuvo bien. Excesivamente retórico para Palinuro, aunque no para un público entregado, a veces encendido. Abundancia de figuras y tropos, pero articulado en el lenguaje directo y claro de la indignación de la gente de la calle. Se abrió y se cerró con una llamada a la Patria. Patria, patriotismo, patriotas términos que aparecieron con frecuencia. Hilo condctor de búsqueda de una comunidad extensa que luego se ajustaba verticalmente con la también frecuente referencia al arriba y abajo, los ricos y la gente. Su empeño por armar un discurso asimismo práctico, concreto, empírico, lo llevaba a interminables relaciones de datos y estadísticas que cuantifican las acusaciones de desigualdad e injusticia, pero acaban desorientando. 
 
No obstante, la conclusión era obvia: el discurso de Rajoy en el primer acto era un conjunto de falsedades, engaños, ocultaciones y servidumbres a  los amos alemanes y del totalitarismo financiero, expresión que tendrá su impacto mediático. Aunque tuvo buen cuidado de equilibrar reconociendo a Alemania capacidad para adoptar políticas acertadas.

Fue también propositivo, incluso prolijo y a veces reiterativo. No se prepara un discurso de una hora en menos de veinticuatro, aunque en él haya aportaciones colectivas substanciales. O quizá por ello. También en el recital de las medidas positivas aparecieron menciones específicas que en los discursos parlamentarios al uso no se hacen por olvido, desidia o ignorancia, como el IVA cultural o la perspectiva de género permanente. O no se hacen por miedo, como el impuesto a la riqueza.

La corrupción tuvo un tratamiento condigno. Definida como estructural y con algún sarcasmo, estuvo en el espíritu de crítica y ataque de las demás fuerzas.

De Cataluña, ni una palabra. En esto el Parlamento de fuera y el de dentro se parecen mucho.

No sé si el tercer actor se ha comido al segundo y tampoco sé si sería justo. Iglesias ha tenido veinticuatro horas para responder a un texto que ya conocía. Ha hecho una réplica. Sánchez respondía a un discurso que desconocía y solo podía imaginar. En un contexto formal y parcialmente hostil y con unos tiempos tasados. Iglesias no iba a ciegas y el reglamento no lo atosigaba. Hubiera podido hablar hora y media.
 
No obstante, las tragedias suelen tener tres actos. Queda el tercero. Palinuro no pierde la esperanza de que la oposición institucional comprenda que, si en el Congreso está bloqueada y fuera de él, ninguneada, le ha llegado el momento de hacer algo. En primer lugar, presentando una moción de censura y, si el gobierno sigue ignorando a la representación popular y gobernando por decreto, retirada al Aventino. En el fondo, ese teatro Fernando de Rojas es una especie de Aventino solo que para una gente que no está en el Parlamento o aún no está en el Parlamento. Ya se sabe que es difícil y complicado. Pero la política, a veces, es difícil y complicada, sobre todo cuanto está en juego la supervivencia.

Ese sí sería un interesante tercer acto. 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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