lunes, 16 de julio de 2012

La monarquía española se aferra al sistema político vigente

MADRID.- El Príncipe Felipe ha animado este lunes a sentir orgullo por el funcionamiento de la "joven" democracia española, aunque ha avisado de que no por ello "debemos permitirnos relajamiento alguno" y ha emplazado a cuidar siempre "con esmero" su funcionamiento y calidad, así como sus instituciones y "sus reglas".

  Don Felipe ha recordado que la X Legislatura  tiene una nueva composición de las Cortes Generales y un nuevo Gobierno de diferente signo político que el anterior, todo ello "consustancial" al funcionamiento democrático.
   "Y aunque seamos todavía una joven democracia, hemos hecho juntos un recorrido del que a pesar de algunos problemas y dificultades nos debemos sentir más que orgullosos. Aunque no por ello podemos permitirnos relajamiento alguno y debemos siempre cuidar con esmero el funcionamiento y calidad de nuestra democracia, sus instituciones y sus reglas", ha sostenido.
   En este sentido, el Príncipe ha deseado a los miembros del Parlamento un mandato "lleno de avances" y servicios a los ciudadanos y ha aludido al Bicentenario de la Constitución de Cádiz, junto a la que nació de forma paralela el género periodístico dedicado a la actividad parlamentaria.
   En esta línea, ha animado a los periodistas que dedican su actividad a relatar los acontecimientos de las Cortes Generales a seguir trabajando "para los grandes objetivos que todos compartimos", que según ha apuntado son "la fortaleza democrática de nuestras instituciones y el progreso de nuestra sociedad".
   Don Felipe ha defendido que la publicidad y la comunicación son dos exigencias "irrenunciables" para el parlamentarismo y ha reconocido que la libertad de informar supone "uno de los mejores indicadores de libertad democrática".
   Además, ha recordado que este 16 de julio de 2012 se cumplen precisamente 800 años de la Batalla de las Navas de Tolosa, un hecho histórico que, "aplicándole el tamiz de nuestra visión moderna del mundo y de las religiones", supuso "un punto de inflexión fundamental" que marcó la presencia árabe y musulmana en la Península hacia su fin unos siglos después.

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