lunes, 26 de enero de 2015

El Sur como norte / Ramón Cotarelo *

El bastión andaluz del PSOE va a ser la primera escaramuza de este año erizado de elecciones. Los presidentes anteriores eran gentes tranquilas, dadas a la rutina, seguras de su peso en el partido y el Estado. Sus elecciones autonómicas solían coincidir con las generales (salvo el astuto desplazamiento de Griñán en las últimas) porque Andalucía era el Estado y el Estado, Andalucía. Cuando se acusa a Susana Díaz, la primera presidenta de esta especie de sultanato socialista del Sur, de ser ambiciosa y de proyectarse como figura central del partido y del Estado, se olvida que sigue la práctica anterior.

La convocatoria de elecciones anticipadas es consecuencia de una crisis del gobierno andaluz que, según Díaz, se produce por la "radicalización" de su socio de IU. No es muy feliz el término pero se entiende. Quiere decir que sus aliados se han puesto imposibles. Ellos afirman lo contrario y acusan de oportunismo o algo así a la presidenta. También puede ser, pero se reconocerá que convocar a la militancia a un referéndum en el verano sobre la continuidad de la coalición de gobierno no es la forma más convincente de mostrar preocupación por la estabilidad de ese gobierno.

En cualquier caso, carece de sentido embarrancarse en una discusión interminable sobre quién empezó. Toda coalición es un contrato y todo contrato está sometido al principio de rebus sic stantibus, esto es, los pactos se mantienen mientras a ninguna de la partes le interese romperlo; si a alguna le interesa, lo romperá. Otra cosa es que le salga bien pues toda decisión humana está sometida a otro principio aun más poderoso que el del interés propio: el de la incertidumbre.

La señora Díaz obviamente piensa que le trae cuenta romper el acuerdo y convocar. Y rompe. Se le recriminará por todos los conceptos y ella responderá por otros tantos. Pero no hay nada que hacer entre otras cosas porque quienes la acusan procederían igual si pudieran.

Lo interesante aquí es la incertidumbre, es decir, el resultado del 22 de marzo. Las perspectivas del PP son tenebrosas. Así como al partido lo conoce todo el mundo por la corrupción, a su candidato, Juan Manuel Moreno Bonilla, no lo conoce nadie. El apellido trae a la memoria la novela Nadie conoce a nadie del gran Juan Bonilla. Y cuando la gente no te conoce es difícil ganar elecciones.

En realidad, la incertidumbre está en el reparto del voto entre las tres fuerzas de izquierda y, sobre todo, el porcentaje que alcance Podemos. Sobre esto van las apuestas. La candidata, de la corriente anticapitalista, tiene el respaldo de Iglesias. No ocurre como en Madrid, en donde los seguidores del Príncipe de Coyoacán, han armado una candidatura alternativa que riñe el triunfo a la que el mando ampara. Pero la política es un oficio de confusión. Precisamente aquel respaldo puede ser una pepla: Andalucía es una plaza de segunda porque la dirección no propone su candidatura. La gente es muy susceptible y la de izquierda, enfermiza.

La convocatoria anticipada, es de suponer, trata de pillar a Podemos logísticamente en cueros. Pero este es un partido con mucho dominio de las redes y una agilidad y flexibilidad de las que las organizaciones tradicionales carecen. No fíen los socialistas su éxito a esa flaqueza por si no es tal y no carguen retóricamente contra Podemos llamándolos cosas feas porque se los pueden encontrar al lado y necesitarlos. Curándose en salud, Díaz propone que gobierne el partido más votado. Es un mensaje al PP, inconveniente por innecesario porque o ese acuerdo tiene fuerza de obligar o a ver cómo se impone..

El zafarrancho se lo ha organizado a IU. Ahí está, hecha unos zorros, con el tizne de Extremadura, el pedrisco de Madrid y la reciente escisión de los profetas de la tierra de la CUT, que se llevan sus carromatos a asaltar los cielos con los de Podemos.

Quede ya para otro post la interesante especulación que produce la siguiente hipótesis : Díaz gana en Andalucía y Sánchez se la pega en el conjunto del país y en concreto en Madrid, rompeolas de las Españas. Las primarias quedarían abiertas, no a los electores, que eso ya se vería, sino a los elegibles. Y a cinco meses de las generales.  

(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED 

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