lunes, 2 de febrero de 2015

Overkill / Ramón Cotarelo *

Dicho está: el éxito de Podemos es incuestionable pues todo el mundo habla de ellos. Son noticia hasta cuando no lo son. Uno de los rasgos señalados por los periodistas que han cubierto la Convención del PSOE es que Sánchez no se haya referido a Podemos. Todo el mundo habla de ellos, pero no todos dicen lo mismo. Probablemente un tercio los odie (los votantes del PP), otro tercio los admire (los de Podemos) y el otro los envidie pues los odia y los admira al mismo tiempo (los votantes del PSOE).

No sabemos cuánto durará este terremoto, pero, mientras dure, tendrá efectos dramáticos. En el post de ayer Palinuro recordaba los dramas familiares de Ibsen. Hemos visto llorar a lágrima viva a Cayo Lara, un dirigente bregado en mil luchas, y ahora lo vemos casi grogui, abrumado, desfondado por el problema al que se enfrenta. IU de Madrid se escinde irremediablemente por el efecto sifón de Podemos y el conjunto de la organización hace aguas como un galeón español acosado por los bucaneros. En términos de mercado, siempre fríos, es poco probable que la marca IU resista. El problema viene después, cuando el Partido Comunista, a su vez, tenga que adoptar una decisión entre dos amargas formas de irrelevancia: en solitario o compartida.

Podemos tiene overkill. Me gusta el término. En una palabra se concentra algo que en español suena confuso: exceso de capacidad mortífera. La idea es clara. Podemos ha entrado en IU como un elefante en una cacharrería. Ignoro si Anguita, de probada lealtad a la organización, saldrá en defensa de los cacharros rotos. Podría hacerlo si estos cacharros tomaran vida como en un cuento de Andersen.

Con su antiguo rival comunista prácticamente desmantelado, el PSOE trata de resistir el overkill de Podemos recabando los viejos principios y cerrando filas. Veremos si lo consigue. Cuentan los mentideros entre asustados susurros, que el próximo barómetro del CIS trae las advertencias del banquete del Rey Baltasar, Mane, Tekel, Fares o "tus días están contados".
Rajoy no acepta la España negra que pintan los adanes. España es una gran nación y una gran nación no puede ser negra. Menuda chafarrinada. Tiene que ser azul celeste; o celestial, más apropiado. El hombre sigue leyendo sus discursos y al que se los escribe le falta fuelle. ¿Cómo que pintan una "España negra"? Eso es muy flojo. Acúseles directamente de ser los propaladores de la leyenda negra. Venga, son la Antiespaña de la señora Aguirre que cada vez se parece más a Millán Astray. Total para el nivel del debate, tanto da.

La España negra es otra cosa. Si alguien viene pintándola es de casa seguro. La negrura es tan consustancial a España en los últimos doscientos años que la expresión España negra suena redundante. Desde siempre la pintura es tenebrista. Ribera y Zurbarán lo son y, de Goya en adelante, predomina el negro. Zuloaga, Gutiérrez Solana, que pintaba expresamente la España negra. En la literatura romántica, la negrura de España se redobla con la propia del estilo y, al pasar este se mantiene en el modernismo. Las Comedias bárbaras de Valle-Inclán, son España negra, como lo es el cine de Buñuel y el de Berlanga; como la literatura de Cela.
España es la España negra, así que los de Podemos pintan lo que hay. Lo que ha habido siempre. En 1899 -año siguiente al del desastre- el poeta belga Emile Verhaeren y el pintor español Darío de Regoyos publicaban un curioso librito al alimón con textos del uno e ilustraciones del otro titulado España negra. Es un viaje de ambos por distintos puntos de España y el ánimo que trasmite el del siguiente apunte de uno u otro sobre El Escorial: "Inolvidables aquel crepúsculo de sangre y aquella noche estrellada de hierro que pasamos en aquel siniestro sitio". El Escorial, centro imperial de la España negra, "siniestro sitio", fue el emblema del franquismo. La revista de sus intelectuales se llamaba Escorial, el dictador escogió las inmediaciones para edificar su particular Walhalla. En el Escorial se reunió alguna vez la Sección Femenina de la Falange en pleno y en el Escorial casó el señor Aznar a su hija. En ese "siniestro sitio".

A la boda asistió un buen puñado de representantes de la otra negrura de España. La de Goya, Verhaeren, Regoyos es la del fanatismo y la crueldad; la de Buñuel, Cela, la del atraso y la ignorancia; la de algunos asistentes a la boda, la de la corrupción y el latrocinio, esencialmente española, igual que las otras. Y esta última, que ofrece episodios tan alucinantes como la gestión de Caja Madrid en los últimos veinte años, no la pinta Podemos sino los telediarios. Considere el señor presidente si no pertenece a la más rancia España negra el elenco siguiente:
  • Comunistas, socialistas y sindicalistas derrochando dinero ajeno con las tarjetas B todos portadores de relojes de 12.000 euros o su equivalente a tocateja en sus bolsillos.
  • Profesores, teóricos y expertos que predicaban las virtudes del libre mercado mientras cobraban de uno intervenido.
  • Empresarios sin pelos en la lengua a la hora de pedir recortes salariales en las nóminas de los demás al tiempo que tarjeteaban por los clubs deportivos de medio mundo.
  • Políticos capaces de demostrar la necesidad patriótica de los sacrificios de sala de fiestas en sala de fiestas.
  • Periodistas dispuestos a reproducir la doctrina de la Caja con brillante pluma, de oro.
El señor Rajoy no querrá aceptar la España negra pero es la que él ha conservado y ennegrecido aun más. 
En IU lo llaman convergencia con candidaturas y programas de izquierda a los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas, pero en la cruda realidad es el efecto sifón que Podemos ejerce sobre la Federación. Casi de golpe y para general asombro, la joven guardia heredera del 15M se alzó con un millón doscientos mil votos y cinco escaños en las elecciones europeas gracias a su nuevo estilo y la carismática imagen del líder, impresa en las papeletas. A cambio, a IU se le echaron encima no siete meses, como al señor Valdemar en el cuento de Poe, sino setenta años. De pronto el rojo y el verde, el punto sobre la i, los informales jerseys y los mojitos cubanos parecieron reliquias de siglos pasados.
Desde entonces, ese desequilibrio cruel de la historia no ha hecho más que agravarse. El vástago de una respetable organización, Izquierda Unida, cuyo corazón era el de otra más venerable, el Partido Comunista de España (PCE), se alzaba con un triunfo electoral que la fortuna siempre le negó a esta, pero con sus ideas fundamentales, si bien es cierto que convenientemente aggiornate a esta época más cosmopolita, bolivariana a la vez que posmoderna.
Era cosa de breve tiempo que Podemos acabara absorbiendo gran parte de la izquierda en torno suyo, especialmente la que se llamaba IU, con la que compartía relaciones, amistades, compromisos, ideas, experiencias, fracasos y triunfos. Sin querer o queriendo, pues el alma humana es contradictoria. Las reiteradas ofertas a Julio Anguita para que se incorporara a Podemos no pueden ser inocentes. La respuesta de este de que él se debe a Izquierda Unida (al fin y al cabo, su creación) es numantina.
Al final, ¿cuál es la razón de ser de IU existiendo Podemos con mucha más pegada electoral si no es el interés de mantener duplicidad de cargos? Si ya de antes la verdadera izquierda tenía problemas de identidad, ahora se le han agravado al descubrir que, de ser algo, es el reflejo de una identidad ajena.
Lo llaman convergencia. Es efecto sifón. Podemos absorberá a IU con la misma indiferencia natural e inocente con que el pez grande se come al chico.
Algún matiz a esta consideración. El alma de IU es el PCE y este todavía no ha dicho nada. Debe de ser duro para los camaradas fieles a la memoria de Pepe Díaz, el 5º Regimiento o Pasionaria aceptar que el heroico partido de vanguardia de la clase obrera se diluya en la amalgama de una ideología líquida en la que ni de izquierdas ni republicanos pueden reconocerse, al menos en público.
Por otro lado, y ello es más grave, el efecto sifón incluye una posibilidad letal para Podemos. La organización ha roto, aparentemente, el maleficio tradicional de las izquierdas auténticas, de perder siempre las elecciones, todas las elecciones, en todas partes salvo contadísimas excepciones irrelevantes. Lo ha conseguido a base de articular un discurso de izquierda libre de toda vinculación con el comunismo, el eterno cenizo de todas las consultas democráticas. 
Si la absorción (o convergencia) de IU es vista de nuevo por el electorado como de hecho ve a la propia IU, esto es, como una cobertura del Partido Comunista, es posible que las halagüeñas perspectivas electorales de Podemos se desinflen, entre otras cosas porque faltará tiempo a los adversarios para descubrir el lobo bolchevique bajo la piel de cordero socialdemócrata/bolivariana.
Es una situación difícil. Volveremos sobre ella porque, aparte de un dilema kantiano, encierra un conflicto muy en el estilo de un drama familiar de Ibsen.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED

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