MADRID.- La cacería de Bostsuana abre con fuerza el debate sobre el futuro de
la Corona. Los expertos consideran que el viaje y el perdón real
suponen un punto de inflexión que estimulará los cambios en la máxima
institución del Estado. La Zarzuela asegura que "continuará e
intensificará" su política de transparencia, según se escribe en 'Público'.
A todo perdón le sucede la penitencia.
Es lo que ordena la tradición cristiana, así que es razonable esperar
que a una familia que no ha roto jamás sus lazos umbilicales con la
Iglesia católica cumpla con el imperativo divino. Es de esperar, por
tanto, que al rey, a la monarquía, pasado el momento del arrepentimiento y la contrición,
caducado el efecto balsámico de la rectificación, le toque ahora librar
tal contienda, aplicarse al sacrificio y al propósito de enmienda. Al
cambio y la reconversión hoy ya ineludibles.
El periodo de duelo y
la necesaria y paulatina transformación de la Corona a los nuevos
tiempos no es un aserto retórico o una conclusión ligera.
El desgaste de la monarquía se ha acelerado enormemente, y ya nadie lo niega. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) reveló en octubre el
primer suspenso a la monarquía (4,89).
La cadena de escándalos y recias polémicas que han puesto a la Casa
del Rey en el epicentro del huracán no se ha detenido en los últimos
años. El
caso Urdangarin ha extendido una mancha muy difícil de limpiar sobre la institución.
El tiro en el pie de Felipe Juan Froilán ha dejado en evidencia las peligrosas (y burguesas) aficiones del nieto mayor de Juan Carlos y Sofía. Pero
ha sido un elefante el que ha desnudado al monarca ante los ciudadanos, el que ha destapado con crudeza el amor de un rey a un
hobby
que disgusta a los españoles, el que le ha retratado como un jefe del
Estado que, en una de las semanas más críticas para el país, se marcha a
un safari de lujo en Botsuana invitado por el empresario saudí
Mohamed Eyad Kayali. El elefante que embarró su
presunta preocupación por el paro juvenil
y le situó del lado de la frivolidad y la despreocupación. El elefante
que obligó a Juan Carlos a protagonizar un gesto histórico, sin
precedentes en sus 36 años largos de reinado: la petición de perdón. "
Lo siento mucho. Me he equivocado... y no volverá a ocurrir".
El episodio cinegético ha marcado un punto de inflexión. Otro más
tras el espinoso asunto del todavía imputado Iñaki Urdangarin. Los
expertos anticipan que el accidente real no pasará en balde. Que
obligará a cambiar costumbres, a reforzar los flancos más débiles de la Corona –como la transparencia o la comunicación–, y a preparar, a medio y largo plazo, el relevo en la Jefatura del Estado a favor del príncipe. Diversos analistas desmenuzan para Público las consecuencias de la unánimemente calificada como "inoportuna" e "inapropiada" cacería del monarca en Botsuana.
01. LA DIMENSIÓN
Herido por el desencanto
Los
quebraderos de cabeza de la Zarzuela no se desatan por el safari. O no
sólo. El hecho capital que estentóreamente abre la crisis es, a ojos de
los expertos,
el caso Urdangarin,
el que "quiebra de facto la relación entre la Casa y los medios de
comunicación", el que definitivamente despoja a la monarquía de todo
blindaje y el que la equipara con otra institución del Estado, sometida
al ojo público, como sostiene
Fernando Vallespín,
catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid y
expresidente del CIS. "Ese es realmente el asunto serio, gravísimo,
porque sobre la monarquía no puede planear la sospecha de la corrupción,
no puede existir ni la más mínima posibilidad de que pueda llegar a
reinar una persona que haya sido condenada", apuntala
Antonio Torres del Moral,
constitucionalista de la UNED y estudioso de la Corona española. El
escenario se complicó esta semana cuando trascendió que el
soberano pudo haber hecho gestiones, a favor de su yerno y a través de la infanta Cristina, ante el expresidente Francisco Camps.
Entonces, si la médula del problema se halla en los amaños
presuntamente delictivos del duque de Palma, ¿por qué el resbalón de
Juan Carlos en Botsuana ha gozado de una
repercusión mayor?
Los investigadores apuntan como primera razón obvia esta: no es un
familiar colateral del monarca el centro de la polémica, es el propio
rey el que ha patinado ostensiblemente. Según arguye Vallespín, se ha
cernido la sombra del "
desencanto"
sobre una figura que "se percibía como intachable en el ejercicio de
sus funciones constitucionales". Agrega que ha indignado a la ciudadanía
que se trate de un safari de lujo en una coyuntura crítica, la afición
"poco estética" de cazar elefantes y la consciencia popular de que Juan
Carlos ha sido "explícitamente pillado" en un renuncio y de que ha
trascendido sólo porque
se fracturó la cadera y tuvo que ser operado de urgencia en Madrid.
Alfredo Retortillo,
politólogo de la Universidad del País Vasco, remacha el elenco de
argumentos: "La cacería ha dejado al rey al desnudo y la población se ha
dado cuenta. Aunque el perdón pueda servir para algunos, no deja de ser
un parche. Se ha roto el halo el halo que le protegía. La monarquía se
enfrenta a la necesidad de hacer algo y no le vale con el
arrepentimiento. Eso vale para salir del paso. Pero lo sustancial es que
el rey se ha cargado el juancarlismo, que este suceso le ha debilitado socialmente. Con el caso Urdangarin,
ya la gente miraba la Casa Real con el ojo torcido, y ahora se
atraviesa el límite". Retortillo insiste en la caída del mito, de la
imagen idílica fuertemente labrada en la Transición: "Era Juan Carlos
quien protegía a la monarquía, era su parapeto, y no al revés. Por
tanto, cuando él comete un error, la monarquía es la que queda expuesta y
a él no lo puede salvar nadie. Está desnudo ante una opinión pública que no es monárquica".
Dicho de otra forma: el soberano que en
su último discurso de Navidad hablaba del comportamiento "ejemplar"
como estricta regla que debían observar todas las personas con
responsibilidad pública, y también la Corona, sintió la recriminación
ciudadana por su actitud nada "ejemplar". Como poco "ejemplar" había
sido para la Corona
la conducta de Urdangarin.
"No descubre la desconexión del jefe del Estado con la realidad, es que
su realidad es distinta a la realidad de mucha gente, por mucha aureola
de campechanía. Quizá se ha mostrado la parte más obscena de esa
desconexión", apunta el profesor de la UPV. Torres del Moral avisa de
que, justo por estar desprovisto de funciones ejecutivas, "
el rey es rey los 365 días del año y las 24 horas del día". "Dado que la Jefatura del Estado tiene más
valor simbólico que otra cosa, debe cuidar al milímetro esos símbolos", expone.
La Zarzuela se había dado cuenta de que el percance era muy grave. El
mismo jefe del Estado se convenció el lunes pasado, 48 horas después de
su operación y conocido el río incesante de críticas a su actitud, de
que
tenía que pedir disculpas a los españoles. "Y lo hizo, salió a decir 'lo siento', no lo minimicemos", puntualiza
José Apezarena.
Este periodista especializado en temas de la Corona suele hablar de las
"muescas" en el prestigio de la Casa, de los "desconchones" progresivos
que ensucian la fachada de una institución cuya imagen pública se
asienta en la estabilidad de la familia y en su prestigio, confianza y
credibilidad. Por ello, atribuye a la cacería un elemento de "desgaste":
"Pero nos hemos emocionado en exceso. Seamos fríos. El rey se fue a
cazar elefantes, un gesto inapropiado, inoportuno, nada estético...
aunque no ilegal".
02. EL MURO DE PROTECCIÓN
Cae el velo, se abre la veda
No
corren los tiempos de la Transición, ni mucho menos. Pudo comprobarse
esta semana. El runrún sobre la achacosa salud del soberano se reavivó
una vez más. La nube de comentarios sobre su cansancio y fatiga (ya lo
evidenció en público
cuando dormitó en una conferencia)
resurgió. Los medios de comunicación, que durante tres décadas habían
extremado el celo sobre la familia real, se prodigaron en las críticas
al monarca. No faltaron las amonestaciones, incluso, de la prensa
conservadora, ni pasó desapercibida la demoledora censura que firmó
José Antonio Zarzalejos, exdirector del diario
Abc, en dos artículos en
ElConfidencial.com de expresivo título: "
Historia de cómo la Corona ha entrado en barrena" y "
La operación don Felipe, en marcha".
Zarzalejos, monárquico declarado, ahondaba en los problemas familiares
de los Borbón: señaló que la reina se escapa con frecuencia a Londres y
se atrevió a reprochar a Juan Carlos su "estrecha e íntima amistad" con
la alemana
Corinna Zu Sayn-Wittgenstein. Este viernes, incluso
circuló en varios medios fotos de ambos juntos.
Los informadores incidieron asimismo en que Sofía determinó no
interrumpir su estancia en Grecia cuanto tuvo conocimiento de la caída
de su esposo y en que su
primera visita al hospital USP San José duró apenas 20 minutos. Las cámaras ya habían recogido el mes pasado otra huella de la crisis de la pareja: "
¡Déjame hablar!",
le espetó el monarca a su esposa, a la vista de todos. En suma, varias
piezas que arrojan la imagen de un matrimonio real reducido a un
paripé. Apezarena advierte del peligro de traspasar la raya, porque en
España nunca se ha enjuiciado a los políticos por sus
affaires de cama. "No me parece bien, no hemos aireado siquiera los que pudiera tener el presidente del Gobierno", remacha.
De camino, se cruzó el
debate de las amistades del soberano y de sus negocios.
Previo al desplazamiento a Botsuana, en Semana Santa, Juan Carlos había
viajado a Kuwait para pedir al emir Sabah Al Ahmad Al Sabah que exporte
petróleo a España, aprovechando sus excelentes lazos con las monarquías
del Golfo Pérsico. No voló con miembros del Gobierno –obligado en un
acto oficial–, aunque la Moncloa sí estaba informada de todos los
movimientos. Al Estado africano fue invitado por Kayali, empresario
hispanosaudí de origen sirio que impulsa y promociona en España los
negocios de la Casa Real saudí y uno de los hombres clave en la
adjudicación a nuestro país del
AVE entre La Meca y Medina.
Kayali es, además, íntimo amigo de Juan Carlos. El coste de la excursión se desconoce.
"Es evidente,
el pacto de silencio se ha roto.
No existe. Incluso hay cierta delectación en contar cosas de su vida
privada, algo impensable hace años. El rey había tenido bula hasta ahora
y se ha acabado. Cualquier cosa que le suceda a la Casa está al segundo
en Internet. Es imparable", analiza Torres del Moral. Su visión es
compartida por todos los expertos. La protección que los medios imponían
sobre la Jefatura del Estado durante la Transición comenzó a agrietarse
"con el noviazgo del príncipe con Eva Sannum" y se rompió en los
últimos años, conforme se alimentaba el debate sobre la
opacidad de sus cuentas, se agravaban los problemas familiares –
divorcio de la infanta Elena–, se
desvelaba el pensamiento conservador de la reina en un libro, corría como la pólvora el
"¿Por qué no te callas?" o estallaba el
caso Urdangarin.
No hay urna de cristal ni misericordia de los medios.
"El velo ha caído, la información fluye. Antes había un pacto no escrito
para salvaguardar a la Corona. En la medida en que el espectro de la
Transición se aleja y se aleja el temor a un golpe de Estado, se hace
más difícil que la Corona escape a la presión informativa. Y es
positivo", estima
Göran Rollnert, constitucionalista de la Universitat de València. Vallespín y
Abdón Mateos,
presidente de la Asociación de Historiadores del Presente y catedrático
de la UNED, coinciden en que la "madurez y consolidación" de la
democracia explican el fin de la "autocensura" en los medios, así como
el
distanciamiento que las nuevas generaciones sienten hacia una Transición que no vivieron.
Factores todos ellos que, según los analistas, obligan a la Zarzuela,
con más razón, a acometer los cambios y a adaptarse rápidamente a los
nuevos tiempos.
Yolanda Gómez,
catedrática de Derecho Constitucional de la UNED, clava el diagnóstico:
"Ninguno éramos como somos hoy tras 30 años. Ni la sociedad, ni las
personas, ni las instituciones. Es el cambio inevitable".
03. LA HORA DE LOS CAMBIOS
Regulación y más transparencia
Tras el perdón real, el temporal ha amainado, pero no ha cesado. El episodio de Botsuana, cree Mateos, marca un claro punto de inflexión,
porque ha abierto debates hasta ahora soterrados, como la abdicación.
Puede servir de palanca, añade Gómez, para dotar de más transparencia a
la institución. Ha de funcionar como "estímulo", opina Torres del Moral,
para introducir un "elenco de retoques" de puertas para dentro y para
fuera de la Zarzuela. ¿Cuáles?
Todos los analistas consultados por este diario anticipan que, visto el
desconcierto
y el oscurantismo con que la Corona y la Moncloa manejaron la cacería
en las primeras horas, y la contundente respuesta de los ciudadanos, la
Corona "ha tomado nota y actuará". Y juzgan que el avance hacia una
mayor transparencia es ineludible e imparable. Citan que debe
trascender, con más o menos detalle, la agenda privada de los reyes y de
los príncipes. Que la interlocución entre la
Zarzuela y el Gobierno sobre viajes y otros asuntos ha de ser más diáfana. Que la comunicación con los ciudadanos sea directa y clara. Que
las finanzas y patrimonio de Juan Carlos deben publicarse, como
se hizo en diciembre con los dineros procedentes de los Presupuestos. Que las amistades y negocios del soberano no pueden quedar ajenos al escrutinio público.
Apezarena: "Transparencia, toda. Yo soy partidario de cuanta más, mejor, pero también soy partidario de que no haya desigualdades.
Exijamos a la Corona lo mismo que a otras instituciones del Estado, no
más. Porque de las Cortes Generales, del Consejo de Estado o del Consejo
General del Poder Judicial apenas conocemos detalles de sus cuentas".
Idéntico rasero demanda Gómez. Torres del Moral no sugiere tales
objeciones: "Adaptar la monarquía a las exigencias de un Estado de
derecho cuesta trabajo, pero se puede, se puede hacerla más racional que
emocional".
Retortillo camina un paso por delante. A medio plazo, se impondrá "la única solución posible": la abdicación de Juan Carlos. "La crisis es seria, no es agua pasajera. La monarquía no puede hacer como si no hubiera pasado nada. La renuncia a favor de Felipe llegará, y no creo que pase de 2013.
Es aconsejable distanciar ese momento de la crisis de Botsuana, porque
plantear el recabio en plena debilidad del rey garantizaría un muy mal
acceso del príncipe a la Jefatura del Estado. Pero yo no veo otra
salida, y no creo que se postergue ad calendas graecas",
defiende. ¿Por qué esa vía tan rupturista es la única posible? "En una
situación como esta, con una autoridad en peligro, esta tiene muy
difícil recuperar el favor popular".
Podría pensarse que preparar el relevo –alternativa apuntada también por
Zarzalejos–
abriría un debate incontrolable sobre monarquía o república. Retortillo
aduce que los "costes de no hacer nada son mayores que el hipotético
riesgo de una sucesión controlada". Mateos considera que, aunque la
muerte del rey siempre se ha concebido como una "parte fundamental" de
los ritos dinásticos, sería "bienvenido" que el recambio se produjera en
vida, antes de esperar a la "degeneración biológica del jefe del
Estado". "No hay que abrirse las carnes, conviene una
sucesión ordenada",
alega. Rollnert contempla la abdicación como una "posibilidad"
plausible, teniendo en cuenta las circunstancias y la "cualificación"
del príncipe, "limpio de cualquier asunto que degrade la imagen de la
Corona". A lo que se añade la imagen de renovación, estabilidad y unión
de la pareja de
Felipe y Letizia. Apezarena se remite a lo expresado por el propio Juan Carlos el miércoles, en su acto de contrición: "
Estoy deseando retomar mis obligaciones". Y también a lo manifestado por la Casa anteriormente. "¿Abdicar? ¡Nunca! ¡El rey no abdicará jamás!", exclamó la
reina ante la periodista Pilar Urbano.
"Pero sí pondrá cada vez más en primera línea a don Felipe. Lo veremos a
tope. Ese rodaje como futuro rey ya está viendo, y desde tiempo atrás",
reflexiona el periodista.
El vacío legal
En la
Zarzuela no quieren oír hablar de abdicación. Reconocen el mayor
protagonismo del príncipe, su mayor actividad institucional. Niegan, sin
embargo, cualquier "
revolución".
"Continuaremos e intensificaremos la política de transparencia. No será
de un día para otro y no tenemos aún decidido cómo se hará", explica un
portavoz, remiso a detallar si se divulgará al menos la agenda privada
del monarca: "Ya se comunicará.
El accidente de Botsuana no supondrá un terremoto.
No se va a poner la Casa patas arriba. Se avanzará en transparencia
igual que estaba previsto antes. O, por ejemplo, se remodelará la
página web. La incidencia de este suceso se está exagerando".
Mucho se ha hablado toda esta semana del vacío legal. España, 33 años después de aprobada la Constitución,
no ha desplegado el Título II, el que afecta a la monarquía.
No ha impulsado una Ley de la Corona que delimite la familia real y
regule sus actividades. Ni ha aprobado el Estatuto del príncipe, de
suerte que el heredero no tiene ninguna función constitucional
atribuida. Ni ha tasado el procedimiento de la abdicación y renuncia del
rey, como
ordena el artículo 57. 5. Para Torres del Moral, las tres piezas son claves y "urgentes", a lo que se añadiría la
reforma de la Carta Magna
para preservar la igualdad de hombre y mujer en el acceso a la Jefatura
del Estado, aplazada sine díe. Apezarena entiende que es un asunto
"urgente", aunque "no una prioridad para el país", dada la emergencia de
la crisis. Gómez sostiene que el desarrollo por ley orgánica del 57. 5
debe hacerse sólo si Juan Carlos anunciase su intención de retirarse.
"No es igual abdicar por enfermedad que por otra razón, como cuando
Eduardo VIII de Inglaterra dejó el trono a su hermano en 1936 para
casarse con Wallis Simpson". La catedrática de la UNED sí juzga
necesaria una norma relativa a la Corona, pero niega que Felipe actúe
sin cobertura legal, pues desde que juró como príncipe de Asturias ante
las Cortes en 1986, puede asumir funciones de representación.
No obstante,
la regulación no depende de la Zarzuela.
Torres del Moral o Retortillo creen que la monarquía sí debe animar a
los dos grandes partidos a promover los cambios legislativos, porque
tiene "margen para actuar". "No hay masa crítica suficiente en las bases
de PSOE y PP como para mover las cosas. La Zarzuela no es tonta y debe
llevar la iniciativa". Apezarena, Gómez o Mateos entienden que el
liderazgo no puede partir de la Corona, pues se vería como una
interferencia. Distinto es que toda modificación del estatus de la
institución debe hacerse "con el rey", no a sus espaldas. Un portavoz de
la Casa refrenda esa versión: Juan Carlos tiene las manos atadas,
tienen que ser el Gobierno y las Cortes los que alienten y consensúen
las reformas. El caso más inminente es la
Ley de Transparencia.
Todos los expertos subrayan que la monarquía, por muy distinta que
pueda ser a la Administración Pública, no puede quedar fuera.
¿Pero qué ocurrirá si no hay cambios, si la Corona no se moderniza? "O se adapta, o sucumbe. No puede haber en el siglo XXI poderes ocultos, hereditarios y sin funcionalidad. El nuevo rey deberá granjearse la auctoritas,
el prestigio, la adhesión y el reconocimiento, y ganárselo cada día. Si
no hace nada, sucumbe aquí y en cualquier sitio, porque la República
siempre tiene las de ganar, porque cuenta a su favor con la savia de las
urnas, el principio de racionalidad de que carece la monarquía", augura
Torres del Moral. No obstante, el desgaste de la Casa no es
directamente proporcional a la demanda de un cambio de régimen.
Retortillo insiste en que no existe "masa crítica suficiente" salvo si
la institución "se sigue pudriendo". Rollnert sostiene que es prematuro
hablar de "crisis institucional"
tras la aventura de Botsuana: "Los ciudadanos pueden perdonar
excentricidades, extravagancias... pero no la implicación de la Corona
en un escándalo de corrupción como el caso Urdangarin".
"No creo que se exacerben los ánimos. Muchos ciudadanos pueden sentir
que el rey les ha defraudado, pero ello no significa que se vuelquen a
favor de la República", tercia Vallespín.
El tiempo hablará. El tiempo dirá si el rey ha comprendido la necesidad del cambio,
cumple su penitencia y se dispone a poner su casa a punto para el siglo
XXI o si el prestigio de la Casa sigue yéndose por el desagüe. Y
también dirá si los partidos son capaces de desbrozar por fin el camino
que la Constitución marcó hace más de tres décadas. De lavar la cara y
regenerar una institución con andares históricamente paquidérmicos. Como los del elefante.
QUÉ DICE LA CONSTITUCIÓN
El
Título II
de la Carta Magna de 1978 es el que desgrana el estatus y funciones de
la Corona. Atribuye al rey la Jefatura del Estado, la más alta
representación del país y el mando "supremo" de las Fuerzas Armadas y
enumera sus competencias, más simbólicas que otra cosa (sancionar leyes,
convocar y disolver las Cortes a propuesta del presidente del Gobierno,
proponer el candidato a la Moncloa, ejercer el derecho de gracia...).
Pero aparte de la Constitución y de reales decretos dispersos –dedicados a dibujar el
organigrama de la Casa, el
Registro Civil de la familia real
o los títulos de sus miembros–, no hay más. No hay una Ley de la
Corona, como han pedido insistentemente los constitucionalistas. Así, no
está regulado quiénes forman parte de la Casa Real y quiénes son
familiares del rey, qué actividades privadas son compatibles o no, qué
negocios pueden emprender. En definitiva, un texto que limite y estipule
con claridad qué puede hacer y qué no la familia reinante. El vacío
legal volvió a resultar llamativo cuando
estalló el caso Urdangarin y no se sabía cómo podía el monarca separar al duque de Palma. Al final, fue por la vía de los hechos:
se le apartó de la agenda oficial y se declaró su conducta poco "ejemplar".
No está aprobado ni tan siquiera un Estatuto del príncipe heredero, o
de la reina consorte o el consorte de la reina. Por ejemplo, el rey sí
goza de aforamiento, es inviolable y, en consecuencia, no se le puede
imputar. Sin embargo, cualquier miembro de su familia, incluidos Sofía o
Felipe, sí puede ser acusado por un juez.
Los problemas de la reforma
Sobre la retirada del monarca, la Carta Magna incluye una referencia sucinta en el
artículo 57. 5:
"Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho
que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley
orgánica". Tal norma no existe, de forma que no está tasado el
procedimiento. La Constitución sólo se explaya en los casos de
inhabilitación del
soberano (artículo 59): si el jefe del Estado estuviera inhabilitado y
así lo ratificasen las Cortes, ejercería inmediatamente la Regencia el
príncipe heredero, si fuera mayor de edad. La incapacitación de Juan
Carlos no se ha planteado con ocasión de las
diversas operaciones quirúrgicas que ha sufrido.
Viejo
es el debate de reforma del Título II de la Constitución, necesaria
para eliminar la prevalencia del varón sobre la mujer en el acceso al
trono. Sin embargo, tocar este apartado implica una reforma agravada de
la Carta Magna (
artículo 168):
las Cortes estudian el proyecto de revisión, se disuelven las Cámaras y
se convocan nuevas elecciones. El nuevo Parlamento analiza y aprueba la
reforma y pone fecha a un referéndum.
Torres del Moral aconseja que, si se enmienda el Título II, se hagan otros dos retoques:
que el rey deje de ejercer el mando supremo del Ejército, pues "la
defensa es una política del Gobierno, no de la Corona", y que el monarca
no tenga potestad para declarar la guerra o hacer la paz (artículo 63.
3), puesto que España se configura como un Estado que promociona la paz.