BARCELONA.- La independencia de Cataluña puede parecer una
romántica locura para los de fuera. La región española puede remontarse a
la Edad Media para encontrar motivos históricos que justifiquen la
separación de su territorio del resto de España.
No es tanto la identidad cultural la que ha dado una
nueva vida al movimiento secesionista, como la frustración por los
impuestos, el desempleo y la recesión.
Un número cada vez mayor de ardientes defensores de la
independencia catalana ni siquiera tiene sus raíces en la región.
Son inmigrantes del resto de España que han abrazado el
separatismo porque creen que Cataluña, históricamente una potencia
económica, será más próspera por su cuenta.
Los economistas ponen en duda ese argumento. Sin
embargo, cierto o equivocado, serán clave cuando los votantes elijan un
nuevo gobierno en las elecciones del domingo que se han convertido en
una consulta sobre un referéndum de independencia.
Se esperaba que CiU y otros tres partidos
pro-independentistas de todo el espectro político obtuviesen una mayoría
de dos tercios en el parlamento regional pero no ha sido así.
Esa mayoría no conseguida respaldaría el compromiso de Mas de convocar
un referéndum de independencia que desafiará la Constitución española.
Con España inmersa en una recesión y un desempleo
galopante del 25 por ciento, los catalanes están cada vez más
descontentos con Madrid, que se niega a renegociar el actual sistema
tributario.
Dicen que Cataluña sería capaz de invertir en creación
de empleo los 16.000 millones de euros de sus ingresos fiscales que se
queda el gobierno central cada año.
Entre los 7,5 millones de habitantes de Cataluña hay
tres millones con raíces fuera de la región. Los sondeos muestran que
cada vez más esos inmigrantes o hijos de inmigrantes apoyarían la
creación de un Estado independiente.
Un sondeo del centro oficial de estadísticas catalán
indicó este mes que el 80 por ciento de los adultos cuyos padres son
catalanes apoyan la independencia. Y un 41 por ciento de los adultos con
padres no-catalanes también quieren la independencia, frente al 25 por
ciento de junio de 2011.
Esos conversos han ayudado a impulsar el apoyo general a
la independencia por encima del 50 por ciento por primera vez.
En el pasado, los inmigrantes andaluces en los 'guetos'
de habla castellana en las afueras de Barcelona sufrían la
discriminación y se les llamaba despectivamente "charnegos", una especie
de perro en catalán.
Pero sus hijos hablan catalán y añoran los años en los
que la comunidad creaba trabajo para la gente de toda España.
Muchos catalanes reconocen que la independencia plena
puede ser imposible de lograr, porque la región probablemente tendría
que salir de la Unión Europea - arriesgándose a un desastre económico - y
porque el resto de España va a dar la batalla por la unidad.
Sin embargo, los sondeos muestran que a una gran
mayoría le gustaría tener el derecho de votar en un referéndum. Una
marcha pro-independencia el 11 de septiembre de aproximadamente un
millón de personas reflejó el crecimiento del movimiento.
El secesionismo es especialmente fuerte entre los
jóvenes. Según la encuestadora Metroscopia, alrededor del
60 por ciento de los votantes entre 18 y 35 años apoyan la causa. El
desempleo es más alto entre los jóvenes.
"El debate se ha alejado de ser meramente un debate
sobre la independencia de Cataluña a un debate económico más amplio",
dijo María José Hierro, experta en Ciencias Políticas en la Universidad
Pompeu Fabra.
Las encuestas muestran que el apoyo a la independencia
cae cuando la gente piensa en la posibilidad de tener que abandonar la
Unión Europea.
Y muchos catalanes, inmigrantes y nativos, están
molestos ante la perspectiva de tener que elegir entre ser catalán o
español, ya que se sienten ambos.