ATENAS.- Decenas de miles de griegos salieron a las calles de Atenas el
miércoles, en medio de una huelga nacional contra los recortes de
salarios y alzas de impuestos que mantuvo a los transbordadores en los
puertos, cerró escuelas y dejó a los hospitales funcionando sólo con
personal de emergencias.
Tocando tambores y coreando "ladrones, ladrones", más de 60.000
personas marcharon hasta el Parlamento, en la mayor protesta contra la
austeridad vista en lo que va del año.
Los dos mayores sindicatos griegos congelaron buena parte del
país, que está cerca de la bancarrota, durante unos paros de 24 horas
contra los recortes, que según dicen sólo agravan los males de un pueblo
que lucha por salir de la peor recesión del país en tiempos de paz.
Los sindicatos, que representan a 2,5 millones de trabajadores,
han convocado varias huelgas desde el estallido de la crisis de deuda
europea a finales de 2009, poniendo a prueba la voluntad del Gobierno
para aplicar las reformas necesarias ante un creciente descontento
público.
"La huelga de hoy es un nuevo esfuerzo por deshacernos del
acuerdo de rescate y de quienes sacan ventaja de las personas y sólo
generan miseria", dijo Ilias Iliopoulos, secretario general del
sindicato ADEDY del sector público, que organizó la marcha junto a la
agrupación de trabajadores GSEE.
"Estamos muy cerca de una explosión social", dijo en un
mitin en la plaza central de Atenas, mientras helicópteros de la
policía sobrevolaban el sector.
En sus ocho meses en el poder, el Gobierno de coalición del
primer ministro, Antonis Samaras, se ha esforzado por demostrar que
aplicará las reformas prometidas a la Unión Europea y el Fondo Monetario
Internacional, que han rescatado a Atenas dos veces con unos 200.000
millones de euros (unos 268.000 millones de dólares).
El Gobierno ha adoptado una dura estrategia ante los huelguistas,
acudiendo a leyes de emergencia en dos ocasiones este año para ordenar a
marinos y trabajadores del metro que volvieran a sus puestos tras paros
de una semana que detuvieron el transporte público en Atenas y
provocaron un desabastecimiento de comida en las islas.
Las huelgas han ganado fuerza en las últimas semanas, subrayando
el descontento de los griegos ante el desempleo récord y los niveles de
pobreza. La visita a Atenas del presidente francés, François Hollande,
pasó casi desapercibida debido a la huelga de periodistas helenos.
"Grecia está haciendo un enorme esfuerzo por retornar al
crecimiento, por ver mejores días, y cuando estamos haciendo todo lo
posible para atraer la inversión, esta imagen no hace nada por ayudar
este esfuerzo", dijo a una radio local el portavoz del Gobierno Simos
Kedikoglou.
En una señal de que podría empezar a ceder a la presión, el
Gobierno anunció el lunes que no removería a casi 1.900 empleados
públicos bajo aviso de posible despido, pese a haber prometido a sus
acreedores extranjeros que reduciría su planilla de personal del Estado.
"La huelga deja en evidencia la creciente brecha entre las
demandas de los griegos ordinarios y las exigencias de los acreedores
internacionales de Grecia", dijo Martin Koehring, analista de la Unidad
de Inteligencia de The Economist, que prevé más disturbios este año.
Analistas señalan que cuando Grecia se aseguró fondos de rescate
en diciembre, evitando la bancarrota y poniendo fin a meses de
incertidumbre sobre el futuro del país en la zona euro, creó
expectativas entre los griegos de que las cosas también mejorarían para
ellos a nivel personal.
"Si estas expectativas no se han cumplido para el verano,
entonces lo que quede de la clase trabajadora responderá con más
protestas", dijo Costas Panagopoulos, jefe de la encuestadora Alco.
Seis años de recesión y tres de austeridad han triplicado la tasa
de desempleo al 27 por ciento. Más del 60 por ciento de los jóvenes
griegos están desocupados.
La mayoría de la actividad empresarial y del sector público se
detuvieron durante la huelga del miércoles, seguida por profesores de
colegio, empleados de trenes y autobuses y banqueros, entre otros.
"Estoy al borde de quedarme sin dinero para comer. Mi vida es una
miseria", dijo Eleni Nikolaou, de 60 años, una empleada pública que
mantiene a su hermano desempleado. "Si este Gobierno tuviera alguna
dignidad renunciaría. Quiero que se vayan", declaró.