viernes, 12 de octubre de 2018

Referendos y liderazgo / Francisco Poveda *

En Europa no entienden bien lo que realmente está pasando en España y lo cierto es que nuestras embajadas no se han empleado casi nada en explicar 'el procés'  y sus causas profundas a las respectivas opiniones públicas nacionales, de la Unión Europea al menos, y a sus más relevantes medios en cada país, incluida la intervención y su financiación exterior interesada por elevación para una balcanización de la península Ibérica. 

Y quizás sea por el rubor que implica en una teórica democracia parlamentaria occidental haber negado la libertad colectiva de expresión a un grupo de ciudadanos españoles residentes en Cataluña a través de un referendo consultivo (cuando el resultado implica únicamente la manifestación de la voluntad general o popular de forma no vinculante) que, en la fecha de su planteamiento, hubiese arrojado unos resultados porcentuales previsibles y muy distantes de lo que significarían hoy de realizarse tras un acuerdo político previo entre Madrid y Barcelona. 

Ahí Rajoy no estuvo políticamente muy fino entonces y de aquellos polvos... estamos donde estamos y posiblemente a donde vamos. Aunque bien es cierto que el Gobierno central no puede admitir, ni el sistema oneroso de las autonomías regionales artificiales puede aguantar, que la contribución fiscal del 20% del PIB español aspire a un sistema de conciertos o cupo como el del País Vasco (5%) o Navarra (2%) a base de aportaciones cuasi simbólicas al erario público de la Nación en el marco de la reforma del Estatuto de Cataluña.

Explique lo que explique y donde lo explique, Rajoy ha salido del Gobierno por no asumir su responsabilidad política, personal y colegiada, ante el desafío catalán. Y Sánchez entró de urgencia en Moncloa, presumiblemente de la mano de Zarzuela y el Ibex, para encauzar un entuerto de tal envergadura mientras se regenera una derecha conservadora estructuralmente corrupta, se revela el escaso peso específico de un C's de plastilina y se verifica el techo electoral de un neocomunista Podemos ante la recuperación constatable del voto socialista antes de convocar unas nuevas elecciones generales todo lo tarde en el tiempo que se pueda para que el régimen del 78 pueda recuperar el aliento y apuntalar a la Corona ante los crecientes embates republicanistas de diferentes procedencias.

Porque aquí entendemos cualquier referendo como plebiscito es por lo que no se hizo en 1978, diferenciado del de la nueva Constitución, el del sistema de Gobierno (monarquía o república) que hoy, en 2018, aún parece pendiente para legitimar democráticamente a la Corona cuya única decisión existencial actual proviene de las Cortes de Franco en primer lugar y, en segundo, de la dinástica de don Juan de Borbón desde un punto de vista de sucesión interna al entenderlo todo como una reinstauración de lo desechado en 1931 por unas elecciones municipales concluyentes.

Pero la Corona puede y tiene que hacerse útil en tiempos tan turbulentos si es que aspira a sobrevivir en España. Nunca entendí muy bien como no se renovó por completo el equipo de Zarzuela con la ascensión al Trono de Felipe VI. Y ahora aún lo entiendo menos al trascender que el cuestionado desde Cataluña discurso real del 3-O se coció en los entornos del monarca, lo que todavía puede resultar más problemático de cara a las periferias del país y sus élites más liberales por ilustradas. 

El resultado es que la sociedad española más inquieta por joven, bien formada y progresista ha elegido este simbólico 12 de octubre para debatir sobre la abolición de la monarquia parlamentaria tras el cuestionamento que se ha producido horas antes en el Parlamento catalán. 

Y puede continuar en algunos ayuntamientos de las llamadas nacionalidades históricas, desde Galicia a las Vascongadas y hasta de Baleares, visto el poco entusiasmo ante el llamamiento del constitucionalista PP para cubrir hoy todas las fachadas de nuestras viviendas con la enseña nacional con motivo del 12 de octubre. Su escasa capacidad de convocatoria tiene mucho que ver con la corrupción sistémica, la degradación general y la ascensión de los populismos, que explican el fenómeno catalán y la falta de credibilidad, por agotamiento, del régimen del 78 en todo su conjunto, hasta el desprestigio en Europa de nuestra Justicia por su infiltración política definitiva al margen de la Fiscalía.

Con todo, lo más preocupante e inquietante es la falta de un liderazgo nacional que tan bien supo encarnar el actual rey emérito Juan Carlos I. Desde Pablo Iglesias hasta Felipe VI, pasando por Pablo Casado, Albert Rivera, Pedro Sánchez y hasta Alberto Garzón, no se han revelado como líderes en coyuntura tan propicia como la de ahora para poder demostrarlo con un poco de esfuerzo. Y esa es la verdadera tragedia nacional que puede dar lugar a todo tipo de riesgos interiores y exteriores para conservar las esencias culturales e históricas que sustentan identidad,  folklores aparte.

Meses después de la moción de censura en el Congreso, la derecha se ha fraccionado en tres partidos extremos que han regalado el centro al PSOE mientras la izquierda reformadora y transformadora reside en Podemos, por lo que cabe concluir que en unas eventuales elecciones próximas, y coincidiendo con el CIS, hoy ganaría con holgura el centro-izquierda frente a los nacionalistas incluso, por un significativo deslizamiento del voto con las posibles excepciones de Andalucía, Cataluña y puede que hasta el País Vasco, según coinciden sociólogos expertos en demoscopia. 



(*) Periodista y profesor

La ‘Matrix’ de los partidos políticos / Guillermo Herrera *

Toda la vida me he pasado discurriendo a qué partido votar sin hallar nunca una respuesta satisfactoria a pesar de haberme calentado la cabeza hasta la saciedad sobre los pros y los contras de cada partido político.

La explicación es que la Verdad está fragmentada y dividida entre las distintas propuestas de los partidos políticos. Si votas una cosa, estás en contra de la otra, pero no existe un pensamiento integral y holográfico que permita comprender la razón de cada uno para recogerla en una síntesis coherente y ofrecer soluciones integrales.

Lo ideal sería un centro político que recogiera las virtudes de la derecha y de la izquierda para ofrecerlas en una síntesis armónica, y ofrecer un modelo perfecto de sensatez y sabiduría, pero el centro nunca se ha vendido bien en el mercado político de España porque la opinión pública tiende siempre a la polarización hacia los extremos según el problema que defiendan.

La centralidad política hubiera evitado la guerra civil y tantos extremismos políticos como se han dado en nuestra patria. Pero cuidado, el centro no puede ser nunca una tibieza de mediocridad y de indefinición como ha ocurrido a veces, sino un modelo bien definido de soluciones sensatas.

Cada partido político está aglutinado en torno a unas verdades fundamentales, pero a veces este núcleo está rodeado de una nube de contradicciones que “donde dije digo que digo Diego”, y ahí es donde se estrellan los talentos políticos.

Los que están a favor de la inmigración se olvidan de los derechos de los ciudadanos españoles sin techo que están instalados en la pobreza absoluta, duermen en la calle y piden limosna como mendigos. ¡Todavía no he escuchado a ningún partido político que quiera solucionar esto! El problema fundamental es que no se cumple el contenido social de la Constitución Española, y sin embargo se cumple a rajatabla el derecho de los bancos a desahuciar a familias pobres.

Los que defienden los derechos de los animales (yo también lo hago por compasión) se olvidan de los derechos de las personas, y viceversa. Si amas a tu patria estás obligado a ser de derechas (¡qué idiotez!) y si defiendes los derechos de los trabajadores estás obligado a defender el separatismo. Otra idiotez, que se olvida que la izquierda nunca ha sido nacionalista sino internacionalista.

Tampoco se acuerdan que el nacionalismo separatista es un invento de la burguesía más adinerada para defender sus intereses egoístas, y ahora lo han convertido en bandera de la izquierda. Esto es como mezclar las churras con las merinas, porque una cosa no tiene nada que ver con la otra.

A la pregunta clásica de si ¿hay algo más tonto que un obrero votando a la derecha o que un millonario votando a la izquierda? mi respuesta es afirmativa: un pobre adorando a un rico a través de la llamada “prensa rosa”.

Todo está fragmentado y dividido para evitar soluciones completas y dividir y enfrentar a la gente (divide y vencerás). Por eso pienso que el sistema de partidos es una conspiración como la copa de un pino para encerrarnos a todos en una ‘Matrix’ de soluciones parciales e incompletas. La palabra partido viene de partir, dividir, fragmentar, enfrentar y crear partidarios, es decir fanáticos sectarios dispuestos a todo.

Lo que mejor saben hacer todos los partidos políticos es defender sus propios intereses corporativos, aunque sea en contra de los intereses de su pueblo al que dicen servir, y esto acaba con mucha facilidad en la corrupción que todos conocemos.

Eso no quiere decir que yo defienda la dictadura, que tampoco. Quiere decir que tenemos que inventar algo nuevo y armónico que acabe con esta división y enfrentamiento entre la derecha y la izquierda, entre azules, rojos, naranjas y morados. ¿Es que no hay imaginación?

Tanto es así que al final la gente acaba votando no lo que más le gusta sino lo que menos le disgusta, aunque sea tapándose las narices para no oler la podredumbre de tanta corrupción.

A mi me seduce el ideal platónico del sabio al poder, o la tradición ancestral existente en todas las culturas de la humanidad de comunidades autogestionadas y gobernadas por un consejo de ancianos sabios, santos e iluminados que tome siempre decisiones sensatas para no cometer los errores de los jóvenes.

¡Feliz Día de la Hispanidad y un abrazo muy fuerte a todos mis hermanos hispanos!



(*) Periodista