martes, 14 de agosto de 2012

En Baleares, 20 directores de sucursales bancarias, denunciados por estafa por sus clientes

PALMA DE MALLORCA.- Mientras siguen abiertas las investigaciones de los grandes casos de corrupción de las Islas, a la Justicia balear se le ha abierto un nuevo frente: el bancario. Los juzgados de Instrucción de Palma han registrado en los últimos meses 25 querellas criminales contra una veintena de directivos de sucursales bancarias en las islas por «presunta estafa» y «abuso de confianza». Les acusan de 'colocarles' preferentes como depósitos. Son 25 querellas y suman un millón de euros. En Baleares hay 5.000 afectados, según 'El Mundo'

Sus clientes les acusan –cada querella lo hace de forma individual– de colocarles participaciones preferentes como si fueran depósito garantizados. Los afectados denuncian que les vendieron acciones de «alto riesgo», sólo recuperables si se logran vender en mercados secundarios –una especie de mercado de reventa de productos financieros– haciéndoles creer, sin embargo, que ponían sus ahorros en depósitos más que garantizados que podrían recuperar en cuanto quisieran. Las querellas se basan en que el Banco de España obliga a las entidades a informar correctamente a los clientes del riesgo de estos productos y al no hacerlo, denuncian, la compra de preferentes «se hizo sin su consentimiento». La mayoría de denunciantes apunta al director de su sucursal como quien les recomendó la inversión presentándola sin ningún riesgo. También en la mayoría de los casos, cliente y director mantenían una relación de confianza.
El relato de los hechos es similar en las 25 querellas que, a través de la Asociación de Consumidores Facua Baleares, los clientes han interpuesto ante el juez. Y que suman en total, cerca del millón de euros.
Ahora, según recuerdan desde Facua, estas 25 querellas no son más que una primera fase de lo que está por llegar. Se esperan muchas más tras el verano. No sólo porque estas primeras pertenecen sólo a dos entidades bancarias que operan en las Islas cuando las participaciones preferentes se vendieron en muchas más, sino porque sólo alcanzan un millón de euros mientras la cifra invertida por isleños en este producto, en principio sin conocer los riesgos, es bastante más alta. Desde Facua Baleares su presidente, Alfonso Rodríguez, explica que sólo en su asociación tienen registrados «380 afectados» baleares, que suman un total de ocho millones de euros.

Teoría de la militancia / Luis García Montero *

La crisis que está viviendo España supone, entre otros asuntos graves, una descomposición del sentido de la ciudadanía. Se trata de un problema serio y con repercusiones profundas. Basta con pensar los motores tradicionales de la energía cívica y enfrentarlos con la situación actual para tomar conciencia de la complejidad de la desesperanza que sufrimos.

El trabajo es uno de los ámbitos que generan mayor ética cívica por sus relaciones directas con la integración en la convivencia y la autoestima del individuo que se siente útil en su sociedad. Las cifras del desempleo provocan un malestar que va más allá de la tragedia económica de los individuos. La degradación de las condiciones laborales, la inseguridad en el puesto de trabajo, los empleos basura, el despido fácil como solución y el paro masivo son un ataque de gran calado contra el sentido de la ciudadanía. La mentalidad neoliberal, con su ambición desreguladora y su ley del más fuerte, ha encontrado en el desmantelamiento de la dignidad laboral una estrategia muy fuerte y no sólo económica, sino también ideológica. Sabe que el respeto público depende de los buenos oficios.

Otro de los grandes ámbitos de energía cívica es la vinculación política. Por eso llueve sobre mojado cuando en un país herido por el paro se produce un descrédito generalizado de los partidos políticos. La crisis tiende a vivirse como fatalidad, la soberanía se convierte en impotencia y la indignación acaba disolviéndose como simple furia momentánea al no encontrar cauces de intervención en las instituciones. Los testimonios, las buenas ideas, la rebeldía y la solidaridad se quedan al margen de los ámbitos de decisión. Así parece que hay una distancia insalvable entre la realidad de cada individuo y el poder. La representación se trasforma en farsa y la ausencia de vínculos sociales propios busca compensaciones deleznables desde el punto de vista humano como el odio al extranjero, la humillación del derecho internacional o la intolerancia ante las conciencias ajenas.

Conviene entender que el descrédito de la política puede resultar molesto para los partidos y los cargos públicos, pero es una noticia tranquilizadora para los poderes económicos que hoy se han adueñado de los gobiernos. El famoso estribillo de que todos son iguales es un magnífico argumento para cancelar cualquier tipo de alternativa. ¡Qué más da! ¡Sólo existen la corrupción, la mentira, el sectarismo! Este tipo de instinto social, fundamento del yo no me mancho ni me creo nada, ha sido minuciosamente cultivado por los que no quieren que existan leyes capaces de limitar el avaricioso vértigo de sus especulaciones.

Romper con la generalización del descrédito y dar un paso hacia el compromiso político es una respuesta imprescindible si queremos recuperar el sentido de la ciudadanía. Hoy por hoy, expulsados de los ámbitos de gobierno, los ciudadanos no podemos aprobar leyes para dignificar los ámbitos laborales. Pero sí está en nuestra mano el otro vínculo: la militancia. Los analistas partidarios del orden actual, cuando interpretan las encuestas, tienen una inquietud y una alegría. La inquietud es que el desgaste del partido en el Gobierno no vaya acompañado por la recuperación del otro partido mayoritario en el baile de los turnos establecido por el sistema monárquico español. La alegría, y lo repiten con ganas de apagar cualquier tentación de cambio en profundidad, es que no aparezca en el horizonte una nueva mayoría social. No hay verdadera alternativa que haga sombra a los capitanes del naufragio.

Esta alegría del sistema nos señala el camino: la militancia de los ciudadanos en proyectos profesionales y en organizaciones políticas, sociales y sindicales dispuestas a enfrentarse al neoliberalismo. Es verdad que se han cometido muchos errores. Vamos a criticarlos. Es verdad que se soportan herencias pesadas. Vamos a buscar soluciones. Pero no caigamos en la trampa de favorecer la impunidad de los poderes financieros con la fatalidad de un descrédito generalizado de la política. Los ciudadanos, los profesionales, los trabajadores, deben dar un paso, buscar un punto de reunión, saberse parte de una comunidad, no sentirse manchados por pronunciar la palabra nosotros. Hay épocas donde la libertad individual depende de la puesta en duda de las siglas. No es ese el problema de nuestro tiempo. Hoy necesitamos encontrar las siglas que generen ilusión y despierten un olvidado orgullo cívico.

¿Neutral y puro? Yo no, gracias.

(*) Del Comité de Apoyo de ATTAC España y catedrático de la Universidad de Granada

¿Bajar los salarios para salir de la crisis? / Vicenç Navarro *

Un dogma que se ha extendido en los establishments financieros, económicos, mediáticos, académicos y políticos de España es que para salir de la crisis hay que bajar los salarios. Tal creencia ha sido reforzada por el último informe sobre España del Banco Central Europeo dado a conocer el pasado jueves (09.08.12), el cual subraya la necesidad de que se bajen los salarios y el salario mínimo (así como otras medidas encaminadas a debilitar al mundo del trabajo, como la descentralización y debilitamiento del proceso de negociación colectiva) a fin de aumentar la competitividad de la economía española y con ello facilitar la recuperación económica de España. El argumento que se utiliza para justificar tales medidas es que, al no poder devaluar la moneda (posibilidad denegada a los países de la Eurozona al tener todos ellos la misma moneda) a fin de abaratar los productos y hacer al país más competitivo, la única solución que les queda a tales países que están en recesión es abaratar los productos a base de disminuir los salarios. De esta manera serán más y más competitivos y venderán más productos, exportando más y más, convirtiendo tales exportaciones en el motor de la economía, permitiendo así que salgan de la recesión. 

Este argumento ha pasado a ser parte de la teología de tales establishments y se reproduce no solo por los equipos económicos de los partidos gobernantes, la mayoría conservadores y liberales (en realidad neoliberales), sino también entre economistas que gozan de gran visibilidad mediática y que han tenido responsabilidad gubernamental tanto a nivel central como autonómico (gobierno Zapatero y tripartito), ahora en la oposición. Podría citar muchas declaraciones recientes de economistas próximos al PSOE y al PSC que, añadiendo un “tono de realismo” (que siempre se utiliza para defender tesis neoliberales), concluyen que sí, que hay que descender los salarios como parte de lo que Paul Krugman y muchos otros han llamado la “devaluación doméstica”. 

Por cierto, incluso la Monarquía está promoviendo esta creencia (que ha alcanzado niveles dogmáticos) en sus proclamas. Así, el heredero del trono de España, el Príncipe Felipe, en su inauguración de unos de los campus del centro de reflexión y promoción neoliberal, el IESE, hizo referencia a que “nuestros precios y salarios están marcando el ritmo del retorno al sendero de la competitividad”, lo cual, decodificada la narrativa diplomática, quiere decir que las bajadas de salarios están preparando la salida de la crisis, mediante el supuesto aumento de la competitividad (discurso probablemente preparado por Javier Ayuso, periodista económico de persuasión neoliberal, exdirector de comunicaciones del BBVA, que hoy trabaja en temas de comunicación en la Casa Real).

Los supuestos de tal dogma
Tal dogma, como todos los dogmas, se basa en fe en lugar de evidencia científica. En primer lugar, incluso si aceptáramos por un momento la necesidad de devaluación doméstica, tal bajada de los costes de producción puede hacerse a base de reducir los beneficios empresariales, en lugar de los salarios, posibilidad que casi nunca se menciona. Y cuando, raramente se hace, es para descartar tal posibilidad pues –según ellos- ello desincentivaría la inversión. Mírese como se mire, se propone cargar el peso de la recuperación económica en las espaldas de los trabajadores y no sobre las de los empresarios, a los cuales hay que darles todas las facilidades y estímulos para que exporten, pues ahí es donde radica toda nuestra salvación. Pero los datos muestran el error de los supuestos sobre los que se basa tal dogma. Veámoslos.

El error de los supuestos que sustentan el dogma
Uno de los centros de investigación económica próximo al mundo empresarial de las grandes corporaciones estadounidenses (The Conference Board) acaba de publicar un detallado estudio de la evolución de los salarios en la Eurozona que muestra que éstos han descendido de una manera muy marcada en España, Irlanda, Grecia y Portugal (los famosos países PIGS en la terminología anglosajona). Como promedio los costes laborales han descendido un 15% desde 2009. 

Pero como bien señala el economista belga Ronald Janssen, este descenso de los salarios y aumento de los beneficios no ha ido, por lo general, acompañado de un aumento ni de las inversiones ni de las exportaciones (“Falling Wage Costs: Europe’s Light at the end of the tunnel”). Janssen muestra gráfica y convincentemente en su artículo que en Grecia, por ejemplo, el muy marcado descenso de los salarios, incluidos en la manufactura, no ha ido acompañado de un aumento de las exportaciones. Antes al contrario, éstas han descendido también muy marcadamente. Grecia, por cierto, tenía un fuerte sector exportador antes de que se iniciara la crisis en el 2008. Los salarios pues han bajado (caído en picado) en Grecia pero ello no ha supuesto ni un crecimiento de las exportaciones ni de las inversiones. Lo único que ha subido han sido los beneficios empresariales que se han disparado alcanzando una cifra equivalente a un 12% del PIB griego. Mientras, la economía griega está yendo de mal a peor.

En España y en Portugal, sin embargo, las exportaciones sí que han crecido sobre todo a partir del 2009. Tal crecimiento sin embargo no ha sido suficiente para reavivar la economía de tales países. En ambos países, la gran destrucción de empleo (en parte responsable del aumento de la productividad), consecuencia de las políticas de austeridad y de la gran bajada de salarios, ha creado una recesión tal que el aumento de las exportaciones no ha sido suficiente para estimular de nuevo la economía. La bajada de salarios que en teoría está aumentando las exportaciones está a la vez deprimiendo la economía doméstica, venciendo esta última a la primera. Ello confirma lo que varios autores hemos estado señalando durante bastante tiempo: el gran error, mostrado muchas veces en Latinoamérica, de querer estimular la economía a base de colocar el sector exportador en el centro de la economía. No fue hasta que gobiernos de izquierdas y centroizquierdas potenciaron la demanda doméstica que aquellos países de América Latina salieron de su recesión.

En este aspecto, es interesante ver la similitud de los argumentos neoliberales (presentados como argumentos de sentido común en las “ciencias económicas”) utilizados en América Latina y ahora aquí en España. Tales argumentos están siendo utilizados hoy en España no solo por las derechas sino también por economistas de partidos exgobernantes de centroizquierda, como el PSOE y el PSC, hoy en la oposición (resultado, por cierto, de la aplicación de tales políticas). Otro argumento que utilizan tales economistas, que asumen que la recuperación económica procederá del sector exportador (para lo cual exigen un descenso salarial), es que este tipo de recuperación deberá ser, por necesidad, muy lenta. En América Latina se insistió en ello, año tras año, durante toda una década de dominio liberal en las esferas de poder. La famosa luz al final del túnel, sin embargo, nunca se agrandó. En realidad, la famosa luz aparecía cada vez más lejos y más pequeña. Y está ocurriendo lo mismo ahora en España.

A donde está llevando este dogma
Todo este proceso era predecible. Es fácil de ver que tales políticas son erróneas. Solo se necesita mirar los datos y olvidarse de la teología neoliberal (presentada como conocimiento económico). Cuando tantos trabajadores están sin trabajo y cuando la mayoría de jóvenes están sin trabajo durante muchos años, significan una pérdida, muchas veces irreversible, de recursos productivos. Y esto es lo que está ocurriendo en España. Frente a un sector exportador vivo, existe una economía doméstica paralizada por una enorme falta de demanda, creada por la confluencia de bajada de salarios, destrucción de empleo, y reducción de gasto público. Esta fue la situación en Latino América en el periodo neoliberal y ésta es la situación en los países PIGS ahora (convertido en GIPSI, con la inclusión de Italia).

En realidad, la bajada de salarios está creando una enorme recesión no solo en los países periféricos de la Eurozona sino también en los países del centro. El nivel de demanda de la manufactura (PMI, purchasing manager index) está bajando también en Alemania y en Francia a niveles de Italia, habiendo alcanzado cuotas por debajo de lo que se considera el nivel aceptable y/o sostenible. Y ello era, de nuevo, predecible, pues gran parte de las exportaciones alemanas y francesas son importaciones italianas, españolas, portuguesas y griegas. Y la bajada de salarios y recortes de gasto público están reduciendo dramáticamente el consumo doméstico y exterior.

La respuesta del establishment alemán no es estimular la demanda en Alemania y en los otros países de la Eurozona sino al contrario. Sus políticas públicas están recortando los salarios de los trabajadores alemanas y (presionando a través del Bundesbank y, por lo tanto, del BCE) de los trabajadores de los países periféricos de la Eurozona, conduciendo al precipicio a toda la Eurozona. Se inicia así una competición para ver quién paga menos a sus trabajadores. Estos son los costes de continuar creyendo en el dogma neoliberal. Pero como bien ha dicho la Organzacion Internacion del Trabajo, en su respuesta al informe del BCE, tal estrategia llevará a una depresión no solo europea sino mundial. Lo que está ocurriendo en la Eurozona es un ejemplo de las consecuencias de tales políticas. Su venidera recesión puede llevar a una gran depresión. En realidad, para miles de españoles y de europeos esta depresión ya ha llegado. Estos son los costes de continuar creyendo y aplicando el dogma.

Una última observación. La enorme fuerza e influencia del pensamiento neoliberal en España (resultado del gran poder que tiene la banca y la gran patronal en los fórums mediáticos y políticos) se refuerza con la enorme pasividad de las izquierdas. Y no me estoy refiriendo a los partidos políticos (a los que habría que reformar sustancialmente) y a los sindicatos sino a las personas que se consideran de izquierdas y que con su pasividad están permitiendo que tal pensamiento y las políticas que las sustentan (que están haciendo mucho daño) continúen. De ahí que me permito sugerirle al lector de este artículo que se movilice y que, si está de acuerdo con la tesis que expongo (enormemente minoritaria en España, debido a su marginación en los medios), envíe este artículo a todo tertuliano, a todo periodista, a todo canal informativo que reproduce tal dogma, a fin de mostrarles que lo que dicen y promueven no tiene ninguna base científica, denunciando con ello, su función propagandística en lugar de informativa. 

Permítanme una observación personal. Mi blog recibe alrededor de 10.000 contactos al día. Si suponemos que al menos un 10% coinciden con mis tesis y éstos enviaran cartas o llamaran a los medios cada vez que tal propaganda ocurre, tales medios captarían el mensaje de que la población es consciente de su actitud propagandística, exigiéndoles mayor rigor y diversidad. La enorme pasividad de las personas de izquierda debería sustituirse por una agitación social e intelectual que mostrara las enormes falsedades de la sabiduría convencional que se reproduce a través de los medios de información de mayor difusión, transformándolos en medios de persuasión. Una de las grandes insuficiencias de la democracia española es precisamente la falta de diversidad de tales medios. La ciudadanía debería movilizarse para protestar y denunciar tal situación.

(*) Vicenç Navarro ha sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona. Actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España). Es también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia durante 35 años. Dirige el Programa en Políticas Públicas y Sociales patrocinado conjuntamente por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University. Dirige también el Observatorio Social de España.

400 € / Xabel Vegas *

Que en las últimas semanas los medios de comunicación y los ciudadanos estén haciendo cábalas sobre la decisión del gobierno de Rajoy de prorrogar o no la ayuda de 400 euros a los parados de larga duración da buena cuenta de la degeneración moral de la derecha española. Solo el hecho de dejar a la gente que peor lo está pasando con la incertidumbre acerca de un subsidio que ya de por si es muy insuficiente demuestra la nula sensibilidad del PP y su falta total de empatía hacia los más desfavorecidos. 

En la última comparecencia de Rajoy después de un Consejo de Ministros y tras ser preguntado por el tema, el presidente del gobierno se permitió el lujo de decir que ni siquiera habían hablado en la reunión sobre la prorroga de la ayuda. Y han sido varios los líderes del PP que han tratado de allanar el camino hacia la supresión del subsidio con el argumento de que no ha sido útil para la reintegración a la vida laboral de quien la percibe. Un auténtico insulto a la inteligencia de los ciudadanos en un país con casi seis millones de parados a los que se les dice que las prestaciones por desempleo desincentivan la búsqueda de un trabajo que no existe.

Ante el eco mediático que está teniendo este asunto en época estival, el gobierno lo tienen difícil para suprimir la ayuda de 400 euros sin levantar una tormenta política y social. Eliminar esta prestación sería echar gasolina en la hoguera del descontento ciudadano. Y es un lujo que posiblemente Rajoy no se pueda permitir. Todo indica pues que la ayuda será prorrogada y que además, en un nuevo episodio de esa hipocresía a la que nos tienen acostumbrados, alegarán motivos humanitarios para hacerlo. Pero el simple hecho de haber dado pie a las elucubraciones al respecto es síntoma de un gobierno desconectado por completo de la sociedad, de sus inquietudes y de su sufrimiento. Cuestionar la ayuda a los desempleados tras haber decretado una amnistía fiscal que horada el principio de la igualdad de todos los españoles es de una inmoralidad tan flagrante que escandalizaría a cualquiera con un mínimo de sensibilidad social.

En esta situación resulta sorprendente que la Iglesia Católica, que se ha querido erigir en adalid de la rectitud moral, no haya pronunciado aun una sola palabra al respecto. Quienes utilizan el trabajo de Cáritas como bandera de la labor social de la iglesia, a pesar de que ésta tan solo aporta un 1% de su financiación, callan ante la mayor agresión de los poderes públicos hacia los más desfavorecidos. Habrá que recordar que la recaudación del IBI de la Iglesia superaría con mucho los 500 millones que suponen para la administración la ayuda de 400 euros a los parados. Quizás este dato debería hacer reflexionar a aquellos que utilizan la labor asistencial de la iglesia como coartada para mantener privilegios que no tienen muchas ONG laicas que realizan una tarea social de primer orden.

Hace años Giovanni Sartori dio una definición del binomio izquierda-derecha que hoy cobra renovada actualidad. Decía el politólogo italiano que la gran diferencia entre derecha e izquierda es que esta última es virtuosa y sus ideas descansan en valores morales. No ocurre lo mismo con la derecha. Los conservadores están demostrando una concepción amoral de la sociedad en la que el número de parados es tan solo un dato y las prestaciones son un gasto prescindible. Solo el descontento ciudadano y su traslación a las urnas pone freno a sus pretensiones de desmontar por completo un Estado social que nunca ha sido de su agrado. Y lo peor es que a pesar de todo lo están consiguiendo. Se puede decir más alto pero no más claro: hay que pararles los pies. 

(*) Bloguero que participa en diversos movimientos sociales