MADRID.- La globalización no tiene marcha atrás. O la economía nacional se
adapta a ella o el país quedará fuera del nuevo mundo. Desde hace varias
décadas, concretamente desde mediados de los 70, los ciudadanos han
sido acribillados con estos mensajes, monótonos y repetitivos, sobre la
ineludible globalización. Aseveraciones como quienes se nieguen a ello
serán los perdedores de la Historia, los retrasados de la civilización y
del progreso técnico se hacen habituales. La globalización es un proceso sin vuelta atrás... ¿o sí?, se pregunta el diario 'Público' .
El historiador y economista libanés Georges Corm reflexiona en el Nuevo gobierno del mundo
los efectos económicos y sociales que la globalización económica está
provocando en las diferentes sociedades del mundo y cómo se está
imponiendo un pensamiento único neoliberal.
La
muestra más evidente de la imposición del pensamiento neoliberal a nivel
mundial es la respuesta política y económica a la crisis económica y
mundial que sacudió el mundo en 2008 y que lo continúa agitando a día de
hoy. Corm señala que, a pesar de todas los problemas suscitados por una
crisis mundial derivada de la globalización del sistema financiero,
“quienes toman las decisiones y crean las opiniones siguen elogiando los
beneficios de la globalización y de la creación ininterrumpida de
nuevos mecanismo de mercado”.
Ningún líder mundial, ningún potencia occidental afectada por la crisis se ha detenido para reflexionar sobre cualquier “consideración ética o moral relativa a la justicia en el reparto de los ingresos”
tanto a escala mundial como dentro de cada Estado soberano. El motivo
para Corm es claro: vivimos bajo la tiranía de un pensamiento único que
se está imponiendo a cualquier crítica al sistema posible. De hecho,
reflexiona Corm, el único tratamiento que ha tenido la crisis ha sido
como de un problema de técnicas y prácticas bancarias y financieras que
hay que reformar o controlar mejor.
La
ideología que ha conseguido imponerse al resto del mundo cimentando un
sistema neoliberal mundial partió de los escritos de dos premios Nobel
de Economía: Friedik Hayek y Milton Friedman. La aspiración a la
libertad de las principales figuras de la filosofía de la Ilustración y
de los grandes filósofos liberales ingleses quedó reducido con Hayek y
Friedman a una mera aspiración de libertad económica simplificando el ser humano en un homo oeconomicus.
“El ser humano ha sido reducido a un ser calculador para acrecentar
sus propios intereses legítimos dando lugar a una economía de renta, de
despilfarro generalizado, de especulaciones financieras desenfrenadas y
de corrupción”, escribe Corm.
El prestigio que los escritos de
estos dos economistas adquirieron, reconocidos con el Nobel, la
implementación de sus teorías en las grandes universidades o la
proliferación de las escuelas de negocio donde se imparte la economía
neoliberal como una herramienta científica sin margen de error han
llevado a la imposición del pensamiento único.
“Hemos caído bajo el yugo de un sistema simplista y hegemónico de pensamiento económico
que se ha mundializado a través de la enseñanza académica, los medios
de comunicación y las burocracias internacionales”, asevera Corm.
Fruto
de esta conquista ideológica, cuando la crisis estalló en 2008 la
sociedad mundial se sumergió en unos debates que muestran hasta qué
punto está extendido la economía neoliberal globalizada como única
alternativa. Así, los debates nacieron de manera limitada y forzada por
la agenda liberal. Uno de los temas que más se ha repetido en el último
tiempo es el de la flexibilidad laboral. “Han conseguido imponer el
dogma de la necesaria flexibilidad de los salarios en la formación del
ingresos de las naciones. El pretexto invocado es el mantenimiento del
empleo frente a la competencia de los nuevos países industrializados con
bajos salarios”, reflexiona el economista.
Otro debate que ha
conseguido abrirse hueco en la agenda pública contra los intereses de
los ciudadanos es el de las pensiones y la gestión de los fondos. Desde
un tiempo a esta parte, reflexiona el autor, todos los gobiernos de los
antiguos países industrializados han forzado la idea de la necesidad de
reformar los sistemas de pensiones y jubilación. Asimismo, también se ha
abierto hueco la necesidad de “disminuir constantemente la presión fiscal para favorecer el clima de los negocios” o que el trabajo del buen gobierno es el de “desarrollar buenas prácticas al servicio de los inversores”.
Estos
llamados “falsos debates” por Corm, restan importancia y desvían la
atención de los verdaderos debates que deberían haber surgido tras la
crisis de 2008: el calentamiento climático y el de las causas de la
persistencia de la pobreza, que o bien no se plantean o se plantean
desde un óptica errónea, según defiende Corm.
“El debate está falseado por la doctrina neoliberal
en virtud de la cual hay que rechazar cualquier control director de los
estados sobre las cuestiones de calentamiento climático, esto es lo que
impidió un acuerdo de emisiones CO en 2009, Copenhague. La resolución
del problema al calentamiento climático ha sido confiado a los mismos
que son responsables de las emisiones. Los remedios son surrealistas. El
culpable es la sociedad de consumo y del despilfarro económico
generalizado que se crea a medida que la globalización se extiende a
todas las regiones del mundo”, argumenta.
Asimismo, Corm también
denuncia que los mayores críticas al sistema que se han permitido son
las remuneraciones excesivas que reciben los responsables del sector
bancario o la necesidad de erradicar los paraísos fiscales. “Discutir
sobre si sus compensaciones [banqueros] son excesivas es evitar un debate mucho más esencial concerniente a las transformaciones del trabajo del banco
bajo el efecto de la globalización financiera. Es evitar preguntarse
sobre los perjuicios de globalización y la demencia instalada en los
bancos y sobre la especulación y la necesidad de volver a la economía
real”, denuncia.
Sobre el debate de los paraísos fiscales tampoco
duda en calificar el debate como erróneo y como una cortina de humo.
“El verdadero debate no debería trar sobre la legitimidad de la
existencia de estos paraísos fiscales con funciones dudosas. Se debe
situar más arriba, es decir, en la necesidad de suprimir las causas de la creación de los paraísos fiscales.
Ahora bien, estas causas son atribuibles no sólo a la constitución de
fortunas con orígenes turbios sino también a su negativa a pagar
impuestos”, proclama.
Corm
concluye su análisis de la situación actual preguntándose si es posible
imaginar un futuro alejado de la globalización neoliberal. En su
opinión, simplemente por el hecho de que tanta gente se esté planteando
una salida distinta a la neoliberal presupone “que la situación actual
es prerrevolucionaria”.
Corm señala los focos de posibles sujetos revolucionarios.
Así, señala el movimiento de los “apartados” dentro de Europa, como son
los jóvenes que no tienen acceso al mercado laboral o solamente un
“acceso precario”, las sociedades condenadas a la pobreza y a la
exclusión de África o Asia y los países de América Latina, condenados a
un paro aún mayor que los países de Europa.
Sea como fuere, Corm emplaza a “librarse de los fanatismos filosóficos”
del neoliberalismo y exige una vuelta de la economía política a su
función principal, el bienestar de las sociedades. De esta manera, se
podrá abrir un debate real que permita establecer las bases de un
consenso sobre la cómo “reformar los modos de consumo, de vivienda y
urbanismo”, “reducir las sumas astronómicas dedicadas a la publicidad”,
“aumentar la duración de vida de los productos” o “acabar con las
operaciones puramente especulativas.
“En resumen, se trata de restablecer unas coherencias espaciales que contribuyan a unos cambios drásticos en los comportamientos económicos y en las necesidades y modos de consumo”, concluye.