domingo, 31 de julio de 2011

Cientos de mujeres protestan contra el machismo en la 'Marcha de las Putas'

NUEVA DELHI.- Cientos de mujeres han participado este domingo en las calles de Nueva Delhi, la capital de India, en una protesta inspirada por las 'Marchas de las Putas' que se han llevado a cabo en varios países para rechazar la idea de que la forma de vestir de una mujer puede justificar abusos sexuales o insultos.

   El movimiento se originó en Canadá después de que un policía afirmara públicamente que las mujeres podrían evitar que las violasen si no se vistiesen como "putas". Aunque en las manifestaciones que se han realizado en otros países muchas mujeres llevaban escotes pronunciados y faldas cortas, éste no ha sido el caso en Nueva Delhi, según ha informado la cadena británica BBC.
   En la capital india son comunes los casos de acoso sexual y a menudo se producen violaciones y secuestros. Según un estudio reciente, India sigue siendo uno de los países más peligrosos del mundo para las mujeres. En 2008 se registraron casi 22.000 violaciones, un 18 por ciento más que en 2004, según la Oficina Nacional de Registro de Delitos.
   Una de las manifestantes ha declarado a la BBC que "todas las mujeres tienen derecho a vestir como quieran y a hacer lo que quieran con su cuerpo".
"Son nuestras vidas y nuestras decisiones y, a menos que te perjudique, no tienes derecho a decir nada", ha afirmado.
   Otra participante ha explicado que "hay muchos problemas para las mujeres en Delhi porque sufren acoso sexual". 
"Hace un par de semanas, el jefe de la Policía de Delhi dijo que si una mujer estaba en la calle después de las dos de la madrugada sería responsable de lo que le ocurriera, y no creo que ésa sea la actitud correcta", ha señalado.

Más de 60.000 personas protestan en Israel por el coste de la vida

JERUSALÉN.- Más de 60.000 personas han salido a la calle este pasado sábado en diversas ciudades de Israel para protestar contra el coste de vida en el país y pedir al primer ministro, Benjamin Netanyahu, que lleve a cabo profundas reformas económicas para solucionar la situación.

   Bajo el lema 'La gente antes que los beneficios', las manifestaciones han tenido lugar en Tel Aviv, Haifa, Jerusalén, Beersheba y otras seis ciudades del país, en lo que se conoce como la revuelta de las clases medias.
   Las protestas comenzaron hace dos semanas cuando varios activistas colocaron tiendas de campaña en el bulevar Rothschild, en Tel Aviv, para protestar contra los elevados precios de las viviendas. Desde entonces las manifestaciones se han extendido por todo el país, sin que las propuestas de Netanyahu hayan aplacado los ánimos.
   El crecimiento económico de Israel está entre los primeros del mundo, con un 5 por ciento previsto para 2011. Asimismo, la tasa de desempleo estaba en mayo en un mínimo histórico con un 5,7 por ciento. Sin embargo, los elevados precios de los bienes básicos están comenzando a hacer mella en las clases medias, que se han echado a la calle en la llamada 'Primavera israelí'.
   Por su parte, el miembro de la Knesset y aliado de Netanyahu Ofir Akunis ha afirmado que el primer ministro hebreo trabaja para rebajar los impuestos y los carburantes como respuesta a las peticiones populares.
   Akunis, perteneciente al Likud, ha indicado que "el Gobierno está escuchando las peticiones de la gente" y que "el primer ministro está esbozando varias medidas para flexibilizar los impuestos a las clases medias".
   "En este momento, los pasos se centran en el descenso de los precios de carburantes y electricidad, y mayores recortes no están fuera de foco", ha agregado.

Los disturbios en la región china de Xinjiang dejan siete fallecidos

PEKÍN.- Al menos siete personas han fallecido y otras 28 han resultado heridas en los disturbios en la ciudad de Kashgar, en la región autónoma uighur de Xinjiang, según han informado autoridades locales citadas por la agencia de noticias china Xinhua.

   Dos sospechosos han secuestrado un camión tras apuñalar hasta la muerte al conductor y han atropellado a varios peatones que había en la zona. Posteriormente, han bajado del vehículo y han acuchillado a varias personas. Uno de los sospechosos ha fallecido durante el ataque, mientras que el otro ha sido capturado.
   Antes del ataque se han escuchado dos explosiones. La primera tuvo lugar ayer en una furgoneta sobre las 22.30 horas (18.30 horas en la España peninsular), mientras que la otra tuvo lugar casi al mismo tiempo en una tienda cercana al lugar donde se produjo el secuestro del camión.
   En esta provincia se encuentra la minoría uighur, musulmanes turcófonos opuestos a la presencia de los chinos Han que han ocupado la provincia gracias a la política de asentamientos promovida por Pekín. A causa de ello, muchos de ellos se han organizado para pedir la independencia.
   Xinjiang tiene un importante valor geoestratégico ya que comparte fronteras con Pakistán, Tayikistán, Kirgizistán y Kazajistán, además que contar con grandes reservas de petróleo, gas y carbón.
   Xinjiang ha vivido varios casos de ataques terroristas, según los ha definido el Gobierno chino, en las últimas fechas. El pasado 18 de julio la Policía acabó con la vida de catorce manifestantes que atacaron una comisaría de Policía y que mataron a dos agentes y dos rehenes.

sábado, 30 de julio de 2011

La izquierda y el 15-M / Juan Carlos Monedero *

«Primero te ignoran. Luego se ríen de ti. Después te atacan. Entonces ganas»
Mohandas Gandhi


Coraje e imaginación para pensar diferente

El pensamiento crítico necesita imaginación y coraje. Imaginación para poder pensar aquello que ha sido intencionalmente oculto por el poder. Esas rendijas de luz que fueron cementadas apenas empezaron a alumbrar. No es fácil. Aquellas realidades que “pudieron ser” no están a la vista. Su posibilidad sólo se convoca cuando se mira la realidad con ojos dolientes. Cuando necesitas un instrumento que te ayude a pensar lo que ya estás intuyendo. Sin malestar no hay voluntad de transformación. La desazón es la entrada del cambio. El pensamiento crítico es un constante Pepito Grillo que parece tocar en la puerta de la tristeza a cada rato. Por eso la imaginación debe llamar sin cansancio a la esperanza.

Hace falta también coraje. Porque buscar alternativas molesta a los que han encontrado alguna ventaja en lo que existe. Los privilegiados, de partida defienden su privilegio. Por eso el pensamiento crítico es más difícil que el pensamiento obediente. Se gana la animadversión de los asentados. “No se puede, lo vas a empeorar, vas a estropear otras cosas” forma parte del arsenal intelectual de la reacción. Con frecuencia, el que protesta tiene más papeletas para ser cuestionado que el que ha creado el problema. Pero en tiempos de “crisis”, solo el pensamiento “crítico” tiene claves para acertar en el diagnóstico. Economistas críticos, politólogos críticos, sociólogos críticos señalaron los problemas del sistema. Pero era más cómodo abrazar, a lo sumo, operaciones cosméticas (como la tercera vía o el fin de la historia o la muerte de Estado) para enmascarar la renuncia a la honestidad intelectual...

La derecha no se equivoca contra el 15-M
El movimiento 15-M (por darle un nombre) ha recibido muchos ataques desde diferentes sectores políticos. La derecha descerebrada –la que recibe la consigna y luego argumenta- intentó crear vinculaciones entre la acampada de Sol y supuestos grupos de apoyo a ETA. La acusación era tan irreal que pronto decayó. Otra acusación conservadora, más acerada, centró los ataques en el supuesto “perroflautismo” del movimiento, esto es, asumir que se trataría de gente ociosa, “ni-ni”, que viviría del cuento y decidió protestar desde la Internet que pagan sus padres. ¿Perroflautas con carreras, doctorados, estancias en el extranjero, idiomas, experticia informática, experiencia profesional –en todo tipo de trabajos precarios- y apoyados por algún premio Nobel de Economía?

La iglesia, como siempre, ayudó a remozar la coartada nacional-católica y no dudó en echar la culpa del laicismo generalizado a esos manifestantes que tienen un concepto del amor diferente del que se adoctrina o desliza con maneras de cine oscuro en no pocos colegios clericales. Y decimos coartada porque, cada vez con más claridad, el único interés de la élite de la derecha es económico, siendo la ideología un acompañante funcional de sus verdaderos intereses. En ese reproche desde la derecha a las reclamaciones del 15-M está esa voluntad patronal de crear una conciencia ciudadana subordinada y sumisa que permita recuperar la tasa de beneficio en tiempos de tribulación económica (algo que la siempra más pragmática derecha catalana ha entendido con claridad, no dudando en enviar, como adelantada de un futuro gobierno estatal de la derecha, a los mossos para reprimir al movimiento con una dureza directamente proporcional al miedo a perder privilegios económicos). “¿Pero porqué protestan? Yo cuando era joven…?”. Como si las nuevas generaciones anclaran en sus cabezas conciencias de los años cuarenta en vez de ser hijos de su tiempo y de sus posibilidades. “¡Ya hubiera querido yo a tu edad!”. Aunque ya ni eso es verdad. Los jóvenes no tienen ni siquiera la posibilidad de imaginar cómo será el futuro dentro de 20 años.

El 15-M como la última moda para una socialdemocracia sin programa
La izquierda ha tenido sus matices al valorar el movimiento. El PSOE empezó reprimiendo –Rubalcaba mandó a los antidisturbios en Madrid la noche del 15-M y también la del 16-M- hasta que vio que esa actitud alimentaba el incendio. Entonces pasó a ver las quejas como una “bienintencionada” protesta que decaería con las vacaciones de verano, no dudando, como vimos en Valencia o vemos en los desahucios, en volver a mandar a la policía cuando se pusiera en cuestión de manera real la legitimidad del sistema.

Pero como la socialdemocracia renunció a decir cualquier cosa de izquierda cuando abrazó la tercera vía, el 15-M le permite ahora sortear su renuncia de ayer y saludar las peticiones de los indignados como si fueran un programa novedoso que, llenos de generosidad, se apresuran a hacer propio. Rehenes de la última moda desde que renunciaron al arsenal marxista (incapaces, siquiera, de asumir todos los desarrollos del posmarxismo), han saltado de Giddens a Pettit, de Lakoff a Stiglitz, de Vallespín o Savater a Rifkin. Siempre como un discurso retórico que les llevaba a tararear la música pero ahorrarse la letra. Ahora está el 15-M. ¿La penúltima operación de lavado de cara? El PSOE lleva demasiado tiempo viviendo de la condición poco democrática de la derecha española. Aunque ese camino también se agota. La operación Rubalcaba no se da cuenta de que si aceptara realmente el discurso de la indignación, debiera regresar a unos tiempos en lo que por ser socialdemócrata, como mal supo Oloff Palme –y nuevos asesinos actualizan-, podías levantar las iras de los poderosos. Y no estábamos ante una crisis como la actual. No son tiempos de operaciones cosméticas. La bandera del 15-M agitada por el brazo nervioso de Rubalcaba tiene una credibilidad similar a la bandera blanca ondeada en un barco pirata lleno de marineros tuertos con el cuchillo en la boca.

Oscilaciones de la otra izquierda sobre los indignados
IU también ha oscilado a la hora de entender el movimiento. La dirección de Madrid lo despreció con maneras de nuevo rico (las encuestas decían que iba a subir en el conjunto del Estado más de los tristes 30.000 votos finales). Algún concejal de Madrid, con maneras de John El Cobra, recordó a alguno de sus compañeros comprometidos con el movimiento, que debían escoger entre la “chusma” de la calle o las instituciones. La dirección federal, más atenta, ha querido acercarse pero no ha terminado de entender que es un espacio cuyo círculo de representación no debe usurparse (lo que le valió a Cayo Lara el desafortunado chaparrón en un deshaucio).  Y otro tanto ocurre con el recién creado partido dentro de IU, Izquierda Abierta, que sabe que su futuro depende de conectar con la indignación popular pero  se ve lastrado por un exceso de biografía y por las urgencias electorales.

Si bien es cierto el acercamiento al 15-M por parte de algunas fuerzas políticas en reconstrucción (es el caso de Izquierda Anticapitalista, al igual que muchas bases de IU que se creen la refundación o la necesidad de crear frentes amplios), tampoco desde esos sectores se han ahorrado las críticas, apoyándose inicialmente en la natural confusión del primer momento, donde gentes de UPyD, falangistas, anarcocapitalistas y yuppies neoliberales llegaron en algunos lugares a asumir la portavocía. Los intentos de cooptar el movimiento por parte de neofalangistas, mariocondes o garcíatrevijanos (que proponen una relación caudillesca entre el líder y el pueblo, al margen de partidos o instancias intermedias), han alimentado esas críticas. Pero la sospecha viene de fondo y tiene que ver con la conversión de la izquierda tradicional en una suerte de feudo vallado conceptualmente que, encerrado con el juguete roto de su ideología acorralada, terminar por despreciar lo que ignora.

Hay una mirada desde la izquierda radical que no confía en el 15 M por asuntos que no ha terminado de entender, no siendo el menor de ellos el diferente momento de politización de las gentes que configuran el movimiento (en ocasiones, incluso, marcado por una clara condición “pre-política), lo que se ha querido despachar con adjetivos poco amables que no aciertan en ver la potencialidad del movimiento (“dóciles, descafeinados, amigos de la no violencia o perezosos intelectuales”). ¿Debilita el 15-M a la izquierda o la refuerza? La respuesta es evidente. Mientras la izquierda duda, la derecha oficial, por el contrario, lo tiene muy claro. Y conforme se acerquen las fechas electorales, el PP y CiU van a exigir con mayor insistencia que se acabe el movimiento indignado. Por que el 15-M sirve para frenar desahucios, para regresar la protesta a las universidades, para agitar a los sindicatos, para que el PSOE intente colgarse alguna etiqueta progresista, para denunciar el deterioro medioambiental, los riesgos de la energía nuclear o el ecocidio capitalista, para que la izquierda desunida entienda que debe unirse, para que los poderosos -los que tuvieron miedo hace cuatro años y dijeron que iban a refundar el capitalismo-, vuelvan a inquietarse. Sirve para que Strauss-Kahn se sienta vigilado, para que las Cajas de Ahorro sepan que sabemos que nos están robando, para que la SER y la COPE digan a cada rato que el movimiento está muerto y resucite, para que podamos hablar de una nueva Constitución hecha por el pueblo soberano, para entender que la Transición fue una transacción, para decirle a la democracia que ese sistema electoral le hace desmerecer ese nombre, para cargarle al capital su estricta responsabilidad en el hambre de Somalia y en los desahucios en Murcia, Madrid o Sabadell. Para que cosas que eran imposibles vuelvan a aparecer como posibles.

Saber las cosas de otra manera
Lo cierto es que el 15M ha demostrado una manera diferente de empezar a operar políticamente. Contaba Antoni Domenech, citando a Marx, que el movimiento “no lo sabe pero lo hace”. Y, además, funciona. En poco más de dos meses ha alterado la agenda política, ha resucitado de cada una de sus anunciadas defunciones, ha movilizado a la ciudadanía crítica que ya había renunciado a creer en la esfera pública y ha reformulado la mirada de los que sin tirar la toalla cada vez tenían menos argumento para habitar el doliente patio de la izquierda. En esa voluntad de resurrección, el 15-M ha venido a contarnos otra vez que hay gente que es marxista sin saberlo. Les basta haber dado el salto del dolor al conocimiento. Haber pensado en las causas del dolor, haber señalado culpables y disponerse a repetir tantas veces como sea menester que no están dispuestos a aguantarlo. Una generación que ha vivido con muchas comodidades materiales no tiene por qué tener la misma conciencia que un obrero precarizado. Una patina de formación marxista ayudaría a afirmar con El Roto: “Si tengo coche, vacaciones y chalet en la sierra ¿para qué voy a acabar con el sistema?”. Pero la condición cíclica del capitalismo ha puesto delante de los ojos la lógica del sistema. Y el movimiento, una vez más contra todo pronóstico, está sabiendo leerla.

El 15M es, como dijo Ibáñez de cada momento prerrevolucionario, “una gran conversación”. En ese diálogo, tan contrario a los monólogos neoliberales (“¡Esto es lo que hay!”, “¡Lo tomas o lo tomas!”), la gente ha empezado a politizarse. Que los más avanzados regañen a los más rezagados no sirve para gran cosa. Hemos visto rechazar banderas republicanas al comienzo del movimiento. Y hemos visto el 24-J un Madrid sembrado de saludos al abuelo que ya no está, mientras el aire madrileño ondeaba de banderas republicanas que le agradecían el esfuerzo que hizo cuando luchó contra el franquismo. Hemos escuchado un repetido “no somos políticos” en los inicios de la acampada Sol, y hemos escuchado a Sol, delante del Congreso, corear las lágrimas de un viejo comunista cantarín y revolucionario al que querían como líder del 15-M. Hemos visto cómo gente que hace unos meses aún era carne de anuncio, gritaba al unísono: “a-anti-anticapitalista”, cuando los caminos de la crisis, en Barcelona, Badajoz, Grecia o Tharir, le enseñaban que el problema no estaba en el sistema sino que era el mismo sistema. Lo que no ha sido capaz de hacer ninguna protesta clásica, esa que sabe que existe la clase obrera pero que aún no ha entendido que no se la puede representar.

Los primeros pasos de una sociedad que se había olvidado de la política
El 19-J, un jovencito arrancó una pegatina de Juventud sin futuro que brillaba lustrosa en la redondeada nalga de bronce de la escultura de Botero en el cruce de la calle Génova con el paseo de la Castellana. A todas luces ese joven era ingenuo, bienintencionado e, incluso, seguramente estaba poco concienciado. La escultura de Botero no tenía la culpa del mal gobierno. Pero cuando haya que protestar por, digamos, el pacto del euro, ese muchacho va a estar, seguro, en los piquetes de protesta. Y cuando la policía le golpee –porque la policía, como hemos visto en Grecia, va a golpear en cuanto siga viendo que este movimiento tiene serias intenciones-, va a entender muchas cosas. Porque ya está en la calle, y no en un centro comercial comprando marcas repetidas ni viendo malas teleseries ni haciendo un botellón hasta caer desplomado. Y se acordará él mismo de la pegatina, porque nadie le insultó ni le montó un escándalo por una supuesta tibieza política aquel mediodía.
En una reunión de partido con jóvenes interesados, después de las presentaciones de los recién llegados, que repetían la fórmula, “soy simpatizante pero no militante, soy simpatizante pero no militante”, “soy simpatizante pero no militante”, un viejo afiliado de la primera hora espetó: “Pues miren ustedes por dónde que yo soy militante pero no simpatizante”. ¿Quién es su sano juicio puede aguantar de primerizo o primeriza una reunión de partido? ¿Es que no está grabada a sangre y fuego en la conciencia de partido de nuestro país la justificación de la falta de amabilidad que escribió Brecht en “A los que nazcan después”? Que necesitamos nuevas formas de socialización política es evidente. El 15-M ayuda. Igual que ayudó el No a la guerra, pese a que allí había, incluso, gente de derechas declarada y convencida. Ni los doce apóstoles hubieran resistido el stress test de algunos puristas de la izquierda. Los comienzos, como en los Big Bang, pueden permitirse alguna que otra impureza. Las buenas intenciones las compensan. Lo contrario que los politizados que han pisado demasiadas novilladas. Mucha teoría y un exceso de malicia. Y el movimiento, además, es antitaurino.

El Manifiesto de la calle se escribe con las marchas
El capitalismo funciona con una severa y probada lista de contraindicaciones y efectos perversos. Y necesita, por su lógica -no por su maldad, que es mera coincidencia-, alimentar su “molino satánico” con, al menos, la mitad de la humanidad. Romper la rutina para ver este genocidio silencioso es el principal mérito del 15-M. Hacen falta muchos puentes y alguna que otra trinchera. El 15-M emplaza a cada cual con aires de novedad. No se puede seguir poniendo una vela a dios y otra al diablo. La universidad, los sindicatos, los intelectuales, los estudiantes van a construir después de Sol una lista diferente de “abajo firmantes” que tiene que dar respuesta desde el  propio movimiento a cada instante. Ya no se trata de una foto ni de acuerdos copulares. No se trata de hablar con el movimiento. Se trata de ponerse en movimiento. Va siendo hora de que también llegue la Transición a los famosos y permita cambiar la fama de televisión por el respeto hacia las ideas. Gracias a que el 15-M ignora muchas cosas, no necesita olvidar todo aquello que le importuna o le frena. No hay bulas. Escuchas en una asamblea hablar a alguien y no sabes que es un premio Nobel de economía: lo que dice es sensato o no lo es. Y eso ahorra muchas imposturas. Ya no se puede poner una vela a la SGAE y otra a la Puerta del Sol.
El 15-M ha clausurado la añagaza de querer tener el aprecio de lo nuevo mientras se sigue despreciando lo novedoso con maneras viejas, gastadas y llenas de trampas. El movimiento quita los velos a los caducos espejos sin tirar ni una piedra, sin expulsar a nadie después de una reunión del Santo Oficio, sin usar las comas o los adjetivos para hacer diferencias. No despreciemos a la serpiente porque no tiene cuernos. La caricia del 15-M puede ser demoledora. Y si ayuda a acabar con este sistema putrefacto ¿cómo no sentirla como propia? “Somos hijos del bienestar pero no vamos a ser padres del conformismo”. Esta frase del movimiento ¿no está diciendo con claridad cual es el lugar desde el que se empieza a pelear? Y también cuando alguien dice: “68, apártate que nosotros vamos en serio”. Demuestra que algo se ha aprendido del pasado.  Porque del simbolismo del 68 lo que queda es Cohn-Bendit pidiendo bombardear Yugoslavia bajo cobertura verde, y una generación que lleva treinta años mandando y se cree con derecho a dictar –a derecha y a izquierda- cómo deben hacerse las cosas.

Son tiempos confusos que necesitan aclaraciones. Unas, autogestionadas, de ignorantes aprendiendo con ignorantes (ahí los “expertos” sólo servirían para restar interés al aprendizaje). Otras, acompañadas, donde los experimentados estarán junto a los novatos hasta que pedaleen solos. También harán falta momentos de “liderazgo amable”, cuando la parálisis pueda medir mal los tiempos y haga falta gente que defienda, con contundente amabilidad, sus puntos de vista, ayudando a que no se descubra por enésima vez el Mediterráneo ni a que sea necesario escarmentar en cabeza propia. Y también son momentos de ruptura. Sólo puedes recuperar la relación con los padres una vez que te has marchado de casa. Hay momentos en donde más importante que los que están son los que no están. En España, donde una parte importante de la izquierda aún no ha hecho ninguna transición, claro que hace falta algún tipo de adanismo. Inventarte para que no ahormen los que te necesitan etiquetado.

La alegría frente a la violencia
Si la izquierda revolucionaria cayó en el culto a la violencia. Si la izquierda reformista cayó en el culto a las instituciones. Si la izquierda rebelde cayó en el culto a la indisciplina, el necesario encuentro de estas tres almas de la izquierda reinventa las formas de lucha y reclama poner fin a su divorcio. Jugando con sus posibilidades: desobediencia ante la violencia, institucionalización de la desobediencia, violentar la institucionalización. Las únicas guillotinas, sabe el 15-M, son simbólicas. ¿Violencia para qué? Si el cóctel Molotov sólo sirve para alegrar la vista y el brazo del que lo lanza, es contrarrevolucionario. Son importantes los logros de la Comuna de París, no el martirio de su fracaso.

El 15-M tiene algo que ha perdido la izquierda: sinceridad y alegría. La mentira tiene las patas muy cortas. Las reconstrucciones de la izquierda que no estén anclados en la verdad de la gente, van a ser flor de un día. Porque en vez de ilusión, van a transmitir tristeza. Aunque se quieran esconder bajo propuestas de disciplina militarista o con alertas ante el feroz lobo derechista. Las viejas formas, aunque aún no se hayan marchado, están marchitas, y el apresto artificial se desvanece con el amanecer. Es propio de gentes grises y tristes.Ni valen ni son deseadas. Hemos aprendido que un socialismo triste es un triste socialismo.Y lo decían las marchas de los sesenta en América Latina: somos mayoría, somos alegría.

Estamos ante una crisis estructural del sistema construido por la confluencia del capitalismo, del Estado nacional y del pensamiento moderno. La izquierda tiene que superar estas tres grandes autopistas. Utilizar el aparato del Estado para empoderar a la ciudadanía. Utilizar el desarrollo capitalista para frenar su depredador crecimiento sin sacrificar bienestar en ningún rincón del planeta. Utilizar la razón ilustrada para alumbrar el sentimiento ocultado y levantar ciudades de tolerancia, justicia y libertad dialogadas. Sin vanguardias, sin luchas armadas, sin represión popular, sin devolver golpe por golpe. Lo ha resumido el movimiento sin necesidad de rescatar las diferencias entre táctica y estrategia: “sin violencia somos más”.

Un libro para el 15-M: El principito de Maquiavelo
El principal riesgo del 15-M es caer en la melancolía. Querer dar respuesta en apenas unas semanas a un sistema que lleva cinco siglos desplegando sus tentáculos por cada rincón de la vida social por todo el planeta. No es necesario. Cada protesta es una tesela en un gran mosaico que se va construyendo cada vez que se dice “no” al sistema y se le da una dentellada a esa lógica depredadora del capital, el Estado y la Modernidad. Nos corresponde a cada cual empezar la tarea de traducción de cada pelea, a la búsqueda del significado global que nos entregue el cuadro completado. Por eso, el principal logro del 15-M ha sido dinamitar la “autorización política”, esto es, romper ese silogismo falaz: “democracia es votar, los gobiernos electos son democráticos, los gobiernos democráticos pueden hacer lo que quieran hasta las siguientes elecciones”. Mientras el movimiento construye su programa, ningún gobierno tiene un cheque en blanco. Tampoco el PP en el caso probable de que arrase en las próximas elecciones generales.

Claro que hay ingenuidad en el 15-M. La que acompaña todo gesto generoso. Por eso levanta tantas simpatías. Los partidos, por el contrario, perdieron la credibilidad cuando se empató la militancia con algún tipo de ventaja. Material o, quizá, solamente simbólica (a veces a través de una tradición familiar que genera afinidad). Se sabe que pertenecer a un partido es formar parte de un grupo con reglas disciplinarias y, con frecuencia, clientelares. Cuando alguien te habla de un partido –como cuando alguien te habla de una iglesia- tiene voluntad proselitista. Por el contrario, el 15-M parece traer al frente la máxima zapatista: “para todos, todo; para nosotros, nada”. Cuando te hablan del 15-M nadie te está vendiendo nada. Cuando te invitan al 15-M, tienes la sensación de que te están invitando a algo tuyo. No quiere tu voto, no quiere tu dinero, no quiere tu adoctrinamiento, no quiere tu inmolación, no quiere tu sumisión a líderes o siglas. Quiere que despiertes. ¿Cuándo fue la última vez que un partido pidió al pueblo que despertara?
Hace unos años, en una pregunta en segundo curso de la carrera de políticas acerca del último libro de política que habían leído, una alumna contestó que El principito de Maquiavelo. Esa respuesta, que entonces nos hizo reír, hoy debe hacernos pensar. Porque el libro del movimiento es, precisamente, El principito de Maquiavelo: una mezcla sabia de ingenuidad y sensatez. Ingenuidad para salir del cinismo de partido y del sarcasmo del sistema. Sensatez porque son tiempos de abrir las conciencias. Los fines de ciclo capitalistas siempre han desembocado, después de la fase financiera, en guerras. Con el desarrollo de las armas logrado, ese escenario apenas permite ser pensado. Es verdad que el 15-M ha conectado con el grueso de la población –todos intuyen que hay bastantes probabilidades de que el sistema termine cayendo sobre sus espaldas, incluidos los votantes de la derecha-, pero no deja de ser cierto que aún son más los votantes en las elecciones, los militantes de partidos y sindicatos, los que se quedan en sus casas, que los comprometidos con el movimiento indignado. Están sentadas las bases para que seamos más los que estemos dispuestos a dedicar parte de nuestro tiempo a cambiar las cosas, pero falta actualizar ese momento.

De ahí la importancia de las asambleas, de convocar una concentración en Madrid en verano y en puente y tener éxito, de llevar a los barrios la posibilidad de que los problemas se hagan voz. Es momento de incrementar la conciencia haciendo también la tarea de traducción: para que los movimientos hablen entre sí; para que los movimientos hablen con los partidos; para que los partidos hablan entre ellos. Pero las urgencias electorales no deben anegar el largo aliento del 15-M. Estamos hablando de poner en marcha un nuevo contrato social y eso necesita muchas voluntades llenas de credibilidad. La que se restaría si cualquier ingeniería electoral le quitara el oxígeno al niño que está creciendo. El mejor escenario electoral será, en cualquier caso, un mal resultado electoral. Y ese escenario electoral será además patético si no es capaz de dar respuesta a un pueblo cansado de mentiras que quiere atreverse a reinventar muchas cosas. Es tiempo de que la mujer del César, el César y todos los que les acompañen, no solamente sean muy buenos, sino que también lo parezcan. Quien sea generoso de verdad, que dé un paso al frente y dos hacia detrás.

Como si fueran embajadores de la Alta República Democrática Ibérica, los indignados que marcharon hacia Madrid, recibían en cada pueblo el “cuaderno de quejas” de una ciudadanía que había visto anegados todos los canales de diálogo. Aun desconociendo su programa, sus líderes, su estructura, las gentes de los pueblos sabían que el diagnóstico de los indignados es correcto. Ha ido sumando todas las críticas a los rotos del sistema desde hace más de una década. Ha convocado el otro mundo posible de los Foros Sociales Mundiales, ha vuelto a decirle al FMI que 50 años bastan, le reprocha a las inmobiliarias los pisos vacíos y los desahucios, carga contra los insultos al Estado de derecho y a la división de poderes, dice que además de votar, quiere hacer política, es más listo que la televisión y sabe cosas que ya no salen en ningún programa, entiende que los paraísos fiscales son cárceles para la humanidad y quiere edificios de cristal para que la corrupción no se esconda, ha aprendido a trenzar en red la inteligencia colectiva (no dejando esa fortuna a los Bill Gates de turno) y sabe, por si le faltan las fuerzas, que ayer hubo otros que lucharon por la pelea que les tocó, y reclaman esa memoria como parte de un hilo común de emancipación. Todo ese mosaico, de repente y junto. El 15-M.

Como en una homeopatía del corazón, las columnas de indignados fueron avanzando por los caminos de España en el mes de julio, limpiando las arterias taponadas mientras daban voz a la gente. Hasta lograr que el corazón de Sol volviera a latir esperanzado y lleno de oxígeno. El verano volvió a ser cálido en Madrid. Como en los mejores momentos del final del franquismo; como en los mejores momentos del referéndum contra la OTAN; como en los mejores momentos del No a la guerra. Sol palpitando lleno de pueblo consciente. Con el músculo del 15-M tan vivo. Hasta entregar en el Congreso ese cuaderno de quejas recogido por todo el país.

Nada es fácil. Es más lo que resta que lo conseguido. Pero la inquietud del poder es el mejor síntoma. El neoliberalismo ha tenido su mejor baza en hacer creer a la gente que no existía alternativa. Ahora no hace falta una alternativa cerrada para estar en desacuerdo. Cada conciencia que se despierta es un palo en la rueda del sistema. Sin falsos optimismos pero sin el pesimismo de la inteligencia abscesado en el cerebro. Y esta sensación de que las cosas apenas están empezando.

(*)  Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología. Profesor titular de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid y Director del Departamento de Gobierno, Políticas Públicas y Ciudadanía en el Instituto Complutense de Estudios Internacionales.

Ser más políticos que nunca / Pedro Egío *

Cómo usted ahora tan interesado en temas de política?

(Si un hipotético entrevistador me hiciera esta pregunta mi respuesta sería larga, como la que sigue):
¿Cómo no? Primero debo decir en honor a la verdad que siempre me interesó la política, la cosa pública; es tema central en mis estudios de filosofía; tema constante, por el lado que se mire: del lado de la convivencia, por razones históricas, o cuestión meramente social, nada menos.

Incluso añadiría algo más: antes de preocuparme abiertamente por lo político me preocupé por algo más de índole mítica: me preguntaba —por otra parte, como cualquier joven— por la relación entre los hombres y de éstos con la divinidad; pero luego perdí la fe en Dios, que si es un don —la fe—, parece éste —Dios— bastante roñoso, pues ese don me da la impresión de que no abunda tanto como pueda parecer. En fin, fuera de bromas: están ahora las cosas como para no preocuparse por la política; si nos están ´comiendo por los pies´ ¿a qué esperamos para preocuparnos por la política?

Obviamente, en los años dorados, más o menos dorados podíamos descuidarnos —quien se descuidara— algo más. Podíamos estudiar, trabajar, ir de acá para allá, ver televisión —internet no estaba en los hogares—, salir con los amigos desenfadadamente, saltar, bailar, proyectar cosas, reír y solazarnos con todas esas cosas que la vida nos pone al alcance; la mayoría éramos afortunados y los infortunios sólo venían, pues eso, de la mala fortuna personal, de los accidentes desagradables; o todo lo bueno se interrumpía con la interrupción de la vida misma. Casi bastaba con ser políticos unos cuantos días antes de la visita a la mesa electoral.

Pero ahora, las cosas han cambiado en cuestión de pocos años. La verdad es que los que estudiábamos filosofía, por ejemplo, lo veíamos venir: eran muchos los estudiosos que defendían que el capitalismo deshumanizaba, al preocuparse más por el ´tener´ que por el ´ser´, que estaba devorando conciencias y aun al mismo planeta. Estas cosas no se podían decir en cualquier momento, porque entonces el filósofo pasaba a ser un cuervo, un aguafiestas.

Sin embargo, hete aquí que la fiesta se ha aguado: y no la ha aguado el filósofo precisamente, sino aquellos que han estirado al máximo las posibilidades del capital.

Claro, y cuando no es fácil trabajar, ni divertirse mucho, por lo menos bastantes ya; cuando la risa ya no es gesto fácil para bastantes... entonces es necesario pensar, se piensa casi sin remedio y se ha de ser político a la fuerza; no unos días antes de ir a la mesa electoral, sino cada día. Se ha de volver la mirada hacia la polis, más allá de las cuatro paredes y del círculo donde uno se solaza, para preguntarse: ¡qué narices (bien se entiende que no cito otro órgano por decoro) pasa para que todo no siga igual que antes! Y entonces se ha de tomar conciencia, por aquello de si uno puede hacer algo por volver a vivir en condiciones favorables, o incluso en algunos casos bien dramáticos, hacer algo por seguir comiendo, sí, comiendo.

Claro que hay que volver a ser políticos, como esos ciudadanos de hace veinticinco siglos en la misma Grecia que hoy está tan denostada; volver a salir al ágora, a la plaza pública y manifestarse, y hablar entre todos, hacerse oír y aun decidir: bendito 15M que nos ha enseñado que todavía el ciudadano, el político más genuino, puede hacerse oír.

Yo preguntaría: hasta cuando la ciudadanía no consciente va a seguir colgada de la tele o incluso de Internet (que ahora sí está prácticamente en todos los hogares); hasta cuando Internet va a seguir siendo boba distracción de chascarrillos y pornografía barata y se va a generalizar como herramienta de pensamiento libre, que permita que alcemos todos un clamor insoslayable, contra los que, ciegos, miran sólo a su ombligo y su bolsillo intentando negar la evidencia de que hay que parar y repensar las cosas, y ponerse decididamente a la tarea de construir un orden nuevamente humano. ya sabemos que la felicidad,y más tomada colectivamente, es algo que sólo puede venderse en claves míticas -vaya que parece no ser de este mundo-, pero al menos un orden más justo, como lo intentaba ser en los 80 por ejemplo y casi se conseguía.

Por supuesto, seamos políticos y tomando buena conciencia, no enajenados; y vayamos a las urnas con los deberes hechos; y salgamos a la calle, cada vez más personas: que se enteren, que no lo tienen tan fácil.

Creo que eso va a suceder. No lo creo por mera cuestión de fe, sino porque está empezando a ocurrir y porque parece fácil deducir que si las cosas siguen por el camino que todos vemos terminaremos despertando todos. Claro, que más vale ir despertando espontáneamente que a trompicones. No un despertar más o menos violento; porque lo que se anhela no es incordiar, sino justicia: algo tan evidente como que unos cuantos no tengan —o, a lo peor, tengamos— en un puño a toda la humanidad.

¿Me equivoco? En más de un momento de este discurso, afortunadamente la tarea de pensar no está sólo a mi cargo: hemos de desarrollarla todos: los que deseamos que este mundo sea justo y sea habitable para sus 7.000 millones de habitantes; en definitiva, parafraseando a aquellos pensadores de los años 60, que podamos ´ser´ los 7.000 millones de habitantes: aunque ´tengamos´ menos: el planeta nos lo va a agradecer.

Y si para tal hacen falta unas cuantas ´cumbres´ hechas absolutamente en serio y no como algunas del pasado en que todo acababa en anécdota e incluso apresamiento de ciudadanos preocupados por un mundo mejor, pues vengan esas, las que sean, cumbres; y si para que tales cumbres se lleven a efecto es preciso que masas ingentes de genuinos políticos, nuevos atenienses de las actuales ágoras, se hagan a la calle, pues por mi parte sea, y sé que en el fondo de tu corazón por la tuya también.

(*) Periodista

miércoles, 27 de julio de 2011

El FMI avisa del riesgo de un "choque de generaciones" en países avanzados

NUEVA YORK.- La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, ha advertido de que las economías avanzadas se enfrentan a un "choque de generaciones" por las dificultades de los jóvenes para acceder a un empleo en contraste con la defensa por parte de las generaciones mayores de sus beneficios en materia sanitaria o de pensiones, por lo que es necesario el "tipo de crecimiento correcto" que permita crear puestos de trabajo.

   En un discurso pronunciado en Nueva York, la directora gerente del FMI destacó que los principales desafíos para la economía global son la resolución de los problemas de deuda soberana, tanto en Europa como en EEUU, así como el crecimiento económico en sí mismo, cuestiones que, sin una adecuada respuesta pueden alentar una inestabilidad social como la observada en los países del norte de Africa y Oriente Medio.
   A este respecto, Lagarde subrayó que la crisis de deuda soberana en Europa refleja los problemas de una unión monetaria y económica "incompleta" y reconoció que "incluso tras las duras medidas estructurales adoptadas por los países afectados, los mercados no están convencidos de que se trate de soluciones duraderas".
   En este sentido, la ex ministra francesa de Economía reclamó a los líderes europeos una "rápida implementación" de los compromisos adquiridos en la reciente cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la eurozona.
   Por otro lado, Lagarde subrayó que en EEUU "el reloj no se detiene" respecto al límite de endeudamiento y advirtió de la necesidad de que esta cuestión debe "resolverse inmediatamente", ya que, de no hacerlo, habría consecuencias graves para el resto del mundo.
   Asimismo, la directora gerente del FMI añadió que, aparte de un acuerdo para ampliar el techo de deuda en EEUU, es necesario un plan "creíble" de ajuste fiscal.
   No obstante, Lagarde advirtió de que las medidas de consolidación anunciadas en la actualidad, tienen a corto plazo un impacto negativo, por lo que expresó la oportunidad de aquellas medidas aprobadas ahora, pero cuyos efectos sobre el déficit se produzcan cuando el crecimiento sea más robusto.
   "A corto plazo, el impacto probablemente será negativo (...) por esta razón las medidas aprobadas ahora, pero que reducen los déficit en el futuro, cuando la recuperación sea más robusta, serían de particular ayuda", destacó Lagarde, quien señaló que, a largo plazo, la reducción de la deuda puede estimular la actividad económica al reducir los tipos de interés reales y dejar margen para rebajas fiscales.
   Así, Lagarde recomendó a las economías desarrolladas, donde la crisis ha provocado "cicatrices profundas", un cambio en sus políticas para recuperar el terreno perdido durante la crisis.
   En el caso de EEUU, la directora del FMI indicó la posibilidad de que se produzca una recuperación sin creación de empleo, por lo que reiteró que la necesaria consolidación fiscal al mismo tiempo no debe ser excesivamente precipitada y debe contemplar políticas activas de empleo para frenar el alza del paro estructural.
   En el Viejo Continente, Lagarde, destacó que la destrucción de empleo fue menor que en EEUU, por lo que el mayor desafío debe ser la competitividad, para lo que destacó la necesidad de profundizar en la integración de los mercados.

martes, 19 de julio de 2011

Esta insoportable levedad / Juan Luis Cebrián *

Hace poco más de un mes asistí en Madrid a varios debates entre intelectuales, políticos, empresarios y ciudadanos del común. A pesar de reunir muy diferente y variopinta asistencia, en todos ellos tuve ocasión de comprobar el singular sentido de ánimo de la sociedad capitalina (creo que la española en general) ante lo que podríamos llamar, parodiando a Kundera, la insoportable levedad del devenir de España. Dos de esos actos estaban relacionados directamente con la recuperación de la memoria colectiva. Uno fue organizado por la Asociación de Defensa de la Transición y el otro, por la Fundación Fernando Abril Martorell, que otorgaba el Premio de la Concordia a Antonio Muñoz Molina. Salvo el incombustible Enrique Múgica y yo mismo, creo que prácticamente no hubo coincidencias entre los presentes en ambas ocasiones. Sin embargo, resultaron tan evidentes la convergencia de actitudes y lo similar de las preocupaciones allí expresadas, que bien puede entenderse que reflejaban un verdadero estado de opinión. Gentes de derechas, de centro y de izquierdas, antiguos comunistas y viejos franquistas arrepentidos, católicos fervientes y ateos recalcitrantes, mujeres, hombres, profesores, jueces, militares, diputados, periodistas e intelectuales, reclamaban, con la serena parsimonia de su experiencia y la firmeza de su convicción, una recuperación del consenso y el pacto como únicas vías para salir del agujero en el que parece hundirse la sociedad española.

Por los mismos días me reuní en un par de escuelas de negocios con jóvenes empresarios y directivos, la mayoría de ellos bien instalados, y con otros profesionales y universitarios víctimas del paro, algunos de ellos ocasionales pero frecuentes visitantes, como tantos ciudadanos, de la acampada de los indignados en la Puerta del Sol. Eran gentes nacidas en los años setenta y ochenta, algunos más jóvenes aún, cuyos puntos de vista no divergían mucho de los de la generación de sus padres y coincidían en una expresión de simpatía hacia el movimiento del 15-M, por más que algunos se sintieran molestos por la invasión de la vía pública.

Todo ello me sirvió para comprobar la existencia de un creciente malestar que no conoce fronteras ideológicas, generacionales ni de clase social. Puede pensarse que cuanto nos sucede se resume en la profundidad de la recesión económica y la atribulada gestión de la misma. En muchos países europeos, los Gobiernos y los partidos que les sustentan vienen siendo contundentemente desalojados del poder central o local por los electores, en busca de una alternativa posible que mejore la vida de los ciudadanos. Pero la crisis no es solo económica, aunque sus efectos sobre el aumento del paro y el descenso de nivel de vida de las gentes sean los más inmediatos y dolorosos, sino también política y de convivencia. Es además sistémica no únicamente en lo financiero, sino que afecta de lleno al modelo de organización social y al desarrollo individual y colectivo de las gentes. El descontento español, griego, islandés o portugués, ahora italiano también, anida con diferentes expresiones en muchas otras latitudes, y en el norte de África y Cercano Oriente comienza a cuajar en guerras civiles larvadas, o no tan larvadas, como las de Libia y Siria. La falta de liderazgo, en ocasiones capaz de afirmarse solo por la fuerza, la resistencia al cambio de quienes ocupan posiciones establecidas y la inflexibilidad de la respuesta frente a un mundo en continua ebullición, no harán sino prolongar la decadencia de una realidad insostenible.

Nos enfrentamos, desde luego, a problemas globales, por lo que las soluciones lo tienen que ser también. Pero la expresión local de unos y otras evidencia las carencias del Estado-nación a la hora de enfrentar estas cuestiones. Eso explica la deriva hacia el populismo de tantos líderes políticos, dispuestos a deslizarse sin mayores cauciones por la senda del proteccionismo comercial, la xenofobia racista y la insolidaridad. El cortoplacismo, atizado por la frecuencia de comicios de todo tipo y las urgencias de las campañas electorales, caracteriza la mayoría de las decisiones de los dirigentes occidentales, que no entienden su incapacidad de competir con algunas sociedades emergentes en las que el calendario -como en el caso de China- corre a diferente velocidad que en el resto del mundo.
Sobresale el distanciamiento entre la clase política y los ciudadanos, no solo en los regímenes dictatoriales o autoritarios, sino en democracias más o menos consolidadas. Los acampados en las plazas protestan contra el sistema sobre todo por haber sido excluidos de él. Están contra los partidos, los sindicatos, los banqueros y... los periódicos, o los medios de comunicación en general. A todos se mide por el mismo rasero, como integrantes de una casta reacia a propiciar los cambios que la gente demanda. A todos se les reprocha ignorar que las nuevas tecnologías de la comunicación han empoderado a los pueblos más que algunas de las instituciones democráticas que rigen la vida de los países. Y en todos los casos aspiran a más participación ante lo que consideran el fracaso de la representación política. Los reclamos de reforma de la ley electoral, o contra la presencia de imputados en las listas, se basan en la percepción, desde mi punto de vista acertada, de que los representantes no nos representan, o lo hacen cada vez menos. No digo esto a la búsqueda de alguna popularidad que no merezco entre los nuevos levantiscos. Hace un cuarto de siglo, en mi libro El tamaño del elefante, escribía: "No es ya el Parlamento el que controla al Gobierno, sino el Gobierno el que controla a la mayoría parlamentaria, la diseña de antemano.... Y de acuerdo con los sondeos electorales, la domestica, la manipula y utiliza... Una reforma de todo el sistema de representación política en España es necesaria si se quiere que la democracia avanzada que la Constitución define se haga efectivamente realidad". A partir de aquella fecha, los problemas no han hecho sino empeorar en ese terreno. Ahora se ven agudizados por la profundidad de la crisis, la destrucción de empleo, la falta de horizonte de las nuevas generaciones y la perplejidad e irritación que producen ver a los dirigentes políticos disputarse el poder por el poder, reproduciendo promesas que nunca se cumplen y rindiendo tributo a una demagogia persistente e inútil.

Algunos comparan las revueltas juveniles de ahora con los acontecimientos de Mayo del 68. La escenografía es en parte similar, con esas chicas ofreciendo flores a los robocops policiales, remedando imágenes de una época en la que los manifestantes entonaban el haz el amor y no la guerra. Pero pese a la idílica utopía del movimiento hippie, Mayo del 68 acabó siendo violento, y mayo del 2011 apenas lo ha sido. Las revoluciones han perdido prestigio y habrá que esperar a ver en qué desembocan los acontecimientos del norte de África para saber si son capaces de recuperarlo. En el entretanto, conviene no desdeñar el significado de las protestas. No es solo la representación política lo que está en entredicho, sino un entramado institucional anquilosado y clientelista que sume a los ciudadanos en la desesperanza y el desasosiego.

Por lo mismo, hace años que deberíamos haber encarado una reforma constitucional que actualizara la gobernación de este país. Una reforma capaz de instaurar un Estado federal moderno, culminando y corrigiendo el proceso de las autonomías, que cuestione la provincia como distrito electoral y establezca las prioridades para las próximas generaciones de españoles. Un programa así exige no solo un liderazgo del que hoy carecemos, sino una voluntad de acuerdo en la política que permita abordar también, de manera urgente y eficaz, la reforma del sistema financiero y la modernización de las relaciones laborales, sin lo que será imposible dinamizar la economía y generar puestos de trabajo. Pero mientras el país confronta la amenaza de ruina, se desvanece la cohesión territorial y aumentan los conflictos sociales. La pérdida de confianza en la gestión del actual presidente del Gobierno es clamorosa dentro y fuera de España. Es imposible suponer que de una legislatura como la que hemos padecido se derive ya ninguna de las soluciones que los ciudadanos reclaman. El deterioro preocupante del partido en el poder amenaza con desequilibrar el futuro inmediato de nuestras instituciones políticas. Y aunque su recién estrenado candidato ha procurado, con éxito inicial, devolverle la esperanza, no es imaginable que acuda a los próximos comicios sin un congreso previo que restaure su maltrecho liderazgo y diseñe un proyecto que le permita recuperar al electorado y elaborar los pactos que el futuro demanda. Para que todo eso suceda, José Luis Rodríguez Zapatero debe de una vez por todas abandonar su patológico optimismo y renunciar al juego de las adivinanzas. Los titubeos, las dudas y los aplazamientos a que nos tiene acostumbrados son la peor de las recetas para una situación que reclama medidas de urgencia. Su deber moral es anunciar cuanto antes un calendario creíble para el proceso electoral. Solo así podrán los españoles soportar la levedad del ser.

(*) Periodista

Si Zapatero quiere rendir un último servicio a su país debe abandonar el poder cuanto antes

Gestionar el final de un ciclo de gobierno no resulta tarea fácil para ningún gobernante y las circunstancias por las que atraviesa España en la actualidad no contribuyen ciertamente a allanar ese cometido. Desde que el presidente del Gobierno desatara las dudas sobre su continuidad en un comentario tan informal como irresponsable a finales del año pasado, los acontecimientos se han precipitado. Para peor. 

A la fecha nos encontramos con un país amenazado de ruina (atrapado en la vorágine de los mercados financieros desatada sobre Europa), sin perspectiva, con serios problemas de cohesión social y aun territorial, en el que cunde la desilusión entre los ciudadanos sin distinción de ideologías o de clase social. Existen motivos más que fundados para la intranquilidad, patente desde luego tanto en las manifestaciones de los indignados como en los resultados electorales de los recientes comicios.

Las turbulencias en los mercados de deuda se han cebado en España con una intensidad que no solo amenaza con estrangular las finanzas públicas, sino que asfixia también desde hace tiempo a empresas de todo tamaño al encarecer su financiación, enterrando la perspectiva de una pronta recuperación económica. 

El sendero hacia la nada por el que se precipitaron con anterioridad Grecia, Irlanda y Portugal viene siendo recorrido a trompicones también por España, pese a las bienintencionadas declaraciones de las autoridades o los anuncios continuados de iniciativas y reformas que devienen luego ineficaces por su falta de ambición inicial, o sus demoras y continuos retardos, como es el caso del sector financiero, cuya urgencia aconsejaba una diligencia extrema en su resolución. Ni el Gobierno ni el Banco de España han sido consecuentes con ello.

Sería injusto responsabilizar de todos los males a nuestras autoridades. Una parte no menor de nuestras aflicciones tiene su origen en Europa y se necesitan por ello soluciones que trasciendan las fronteras nacionales. Pero es imposible no reconocer la parvedad de la aportación española a esas soluciones. 

Más allá de la impotencia de Europa para solventar sus problemas, la pérdida de confianza en la gestión de José Luis Rodríguez Zapatero parece irreversible y el creciente escepticismo sobre la gobernabilidad española en las circunstancias actuales amenaza con acrecentar nuestros males. La crisis no es solo económica, sino también, y acaso sobre todo, política.

Hace ya mucho que las respuestas del presidente del Gobierno a los desafíos a los que se enfrenta España apenas merecen crédito alguno por parte de los ciudadanos. Las encuestas lo venían demostrando de forma consistente (una reciente coloca al Gobierno del Estado como la institución peor valorada de una lista de 39), y el escepticismo y el desconcierto fueron rubricados por el descalabro de los socialistas en las pasadas elecciones, al tiempo que crecía la contestación en la calle.

Más allá de cualquier consideración sobre el origen de las protestas del 15-M, sobre su legitimidad o sus intenciones, resulta evidente que el aprecio que han merecido por parte de la opinión trae causa del profundo malestar en el que se ha sumido el conjunto de un país con cinco millones de parados, en el que 300.000 familias han perdido sus casas en los últimos tres años, y en el que su primer gobernante es incapaz de ofrecer ninguna esperanza razonable de alivio a sus angustias.

Rodríguez Zapatero dispone de toda la legitimidad y todo el derecho para terminar la legislatura si así lo quiere y nada en las leyes le obliga a disolver las Cámaras. Pero tras el anuncio, hecho en marzo, de que no concurrirá de nuevo a las elecciones, este periódico sostuvo que sus propósitos de agotar la legislatura solo eran moral y políticamente justificables a condición de que culminase las reformas imprescindibles que asegurasen la estabilidad necesaria, política y económica, para que el país afrontara el periodo electoral en las mejores condiciones posibles. 

Esa condición no se ha cumplido. Aún peor: su incapacidad en la gestión, los magros resultados de las reformas apenas incoadas, más el lastre y la impotencia de una legislatura agónica auguran un deterioro imparable al que resulta imprescindible poner fin cuanto antes. 

A este respecto, la fecha sugerida por algunos dirigentes socialistas para celebrar elecciones (finales de noviembre) es del todo tardía. Si de verdad Rodríguez Zapatero quiere rendir un último servicio a su país, debe hacerlo abandonando el poder cuanto antes y reconociendo la urgencia de que nuestro Gobierno recupere la credibilidad perdida. Los españoles en su conjunto, y los votantes socialistas en particular, se lo agradecerán.

(Editorial de 'El País' - 18-7-2011)

lunes, 18 de julio de 2011

‘The Economist’ elogia el 15-M español

LONDRES.- Puede que no sepan lo que quieren, pero están empezando a conseguirlo". Con estas palabras el semanario The Economist define al movimiento de los indignados, a los que la publicación británica califica como los más "serios" de Europa.
  
En el artículo, recogido en el último número de la revista, se detallan algunas de las "victorias" del movimiento y se valora el hecho de que sus "educados" miembros las hayan conseguido sin la necesidad de lanzar piedras o ser reprimidos por gases lacrimógenos.
De los logros del movimiento, The Economist señala algunos de los anuncios del candidato socialista a la Presidencia del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba. 
Entre ellos, la reforma electoral basada en el modelo alemán y su alusión a la responsabilidad de los bancos en la crisis hipotecaria. Un guiño a las protestas que la publicación califica de "educado", pero del que critica sus "trazas de populismo". Además, el semanario atribuye a la presión ejercida por el 15-M la rápida aprobación en el Congreso de medidas de protección para los embargados o el impulso al anteproyecto de Ley
Pero la publicación tampoco ignora los puntos débiles del 15-M y recuerda las protestas frente al Congreso en las que había "más diputados dentro [de la Cámara] que manifestantes fuera [de ella]". También critica a los indignados su falta de concreción a la hora de afirmar "qué representan" y su sistema asambleario "terriblemente lento". El artículo subraya que el vicepresidente Manuel Chaves comparó las asambleas del 15-M con las del ficticio Frente Popular de Judea que aparece en la comedia La vida de Brian.
No obstante, recuerda que el 80% de los españoles apoyan al movimiento y destaca las "buenas maneras" como su punto fuerte, a pesar de incidentes violentos como el bloqueo del Parlament de Catalunya, que, según el semanario, no han minado la popularidad del 15-M. 
La simpatía que generan los indignados, prosigue, tiene que ver con su conexión con el malestar que sienten muchos ciudadanos españoles hacia los políticos, que trasciende la ideología "izquierdista" incluso de "extrema izquierda", afirma- de muchas de sus propuestas.
"No sólo la gente de izquierdas está indignada", prosigue el artículo. 
En este sentido, el texto contrapone la buena acogida que ha tenido al 15-M con el escaso 4% de votos que obtiene Izquierda Unida en las urnas. El semanario también da cuenta de los motivos de indignación entre los que señala la corrupción de las administraciones locales y autonómicas, el desvío de fondos de la SGAE o el caso Botín, según recoge 'Público', de Madrid.

Rosell pide acabar con los funcionarios "incumplidores" y con quienes se apuntan al paro "porque sí"

MADRID.- El presidente de CEOE, Juan Rosell, ha expuesto sus recetas para facilitar la salida de la crisis en España y, entre otras cosas, ha señalado que hay que acabar con los funcionarios "prepotentes e incumplidores" y con aquellas personas que se apuntan al paro "porque sí".

   "Quien se apunte al paro porque sí, habrá que decirle que no", ha dicho Rosell, que ha añadido que todos los parados que estén inscritos en los servicios públicos de empleo deben formarse al mismo tiempo que cobran la prestación.
   En relación con los funcionarios, ha apostado por evaluarles y hacerles ver que "no son dueños" de su puesto de trabajo. También ha pedido que se penalice el absentismo laboral y se combatan los abusos asociados a las visitas al médico y el fracaso estudiantil.
   "Al estudiante hay que decirle que un fracaso se le puede consentir, pero que esté ocho años para acabar una carrera de cinco, no se le puede consentir y no se lo vamos a pagar siempre", ha precisado Rosell, que ha agregado que para conseguir todo eso debe cambiarse el funcionamiento de los servicios públicos.
   Durante su intervención en unas jornadas organizadas por 'El Economista' y Ernst & Young, el líder de la patronal española ha advertido de que, pese a los "graves problemas" que tiene España, la sociedad está inmersa en un proceso de "cierta complacencia" y ha señalado que para salir de la crisis habrá que hacer sacrificios y trabajar mucho y con "coraje".
   Rosell ha avisado de que España no creará empleo si su economía no crece por encima del 2% y ha abogado por acometer las reformas pendientes, por que el Estado simplifique "mucho" su estructura y por que éste y los gobiernos locales y autonómicos reduzcan sus gastos generales, "como están haciendo también las empresas".
   Preguntado por si haría falta una subida de impuestos para obtener más recursos, el presidente de la CEOE ha indicado que esa medida no le gusta, pero ha precisado que si en algún momento, "de manera excepcional y temporalísima", hay que elevar algún impuesto o eliminar alguna deducción o bonificación, "todo el mundo lo entendería".
   Rosell ha afirmado que la gestión de la crisis no ha sido buena, sobre todo porque el déficit se ha disparado y ha alcanzado una dimensión "monstruosa", que hay que parar y ante la que "no se ha presionado suficiente" a los gobiernos (estatal, autonómico y local) para cortarlo.
    Sobre si es necesario anticipar elecciones generales, Rosell ha afirmado que dependería de si el Gobierno actual se siente o no "fuerte" para acometer las reformas necesarias en lo que resta de legislatura. "Si la respuesta a esa pregunta es no, que deje paso, pero primero debe responder a esa pregunta", ha asegurado.
   Para el dirigente patronal, "es hora de pactar entre todos, y sin apriorismos", corriendo riesgos y haciendo las reformas necesarias, pero con un orden. "No va a ser nada fácil, nos va a costar muchísimos sacrificios y pagar a lo mejor más impuestos y tener menos servicios, pero así es la vida. La vida no es fácil", ha dicho.
   Rosell ha manifestado que gane quien gane las elecciones generales, habría que hacer, "entre todos", un gran pacto para salir de la crisis. Precisamente y sobre las negociaciones que mantienen Gobierno, empresarios y sindicatos en materia de empleo y contratación, el presidente de la CEOE cree que, aunque hay muchos temas sobre la mesa y diferencias entre las partes, podría haber acuerdos "puntuales".

sábado, 16 de julio de 2011

El Príncipe vincula en Barcelona buena parte del paro juvenil español a la falta de formación

BARCELONA.- El príncipe Felipe ha hecho en Barcelona un llamamiento a mejorar la formación de los jóvenes, ya que ha subrayado que "buena parte del paro juvenil tiene su causa en la falta de una adecuada preparación de nuestros jóvenes".

En la entrega del XVIII Premio Joven Emprendedor que otorga la Asociación Independiente de Jóvenes Empresarios de Cataluña (AIJEC), el príncipe Felipe también ha vinculado a la formación el éxito empresarial de los jóvenes, junto con tres claves más: el espíritu emprendedor, la innovación y la internacionalización de los productos y servicios creados.
Para el Príncipe Felipe, la economía tiende hacia un modelo basado en "la sociedad del conocimiento", lo que exige una mayor y mejor cualificación para diferenciarse y progresar.
La formación -ha dicho- es un requisito esencial para desarrollar ideas emprendedoras, pero también para relanzar el empleo juvenil, ya que ha subrayado que la falta de preparación explica buena parte del elevado paro entre los jóvenes.
El Príncipe Felipe ha alabado la internacionalización de las empresas, que "enriquece nuestro tejido empresarial, nos potencia como economía y nos refuerza la imagen de país".
"Exportar ya no es una novedad en las empresas ni una opción, sino algo consustancial a su propia existencia", ha sentenciado el Príncipe Felipe, que considera que las empresas ya no pueden tener una concepción local y no sobrevivirán a la competencia sin una mirada al mercado mundial.
A los jóvenes empresarios, el heredero de la corona española les ha pedido valentía para ser un emprendedor de éxito: "Es necesario modificar los hábitos y conductas, adoptar una nueva mentalidad, en la que la iniciativa, la imaginación y la capacidad de asumir riesgos y de superar los fracasos".
No obstante, el Príncipe de Gerona ha reconocido "las circunstancias difíciles de hoy" y ha apuntillado que las ideas emprendedoras "requieren un entorno normativo y financiación adecuada".