viernes, 19 de diciembre de 2014

El nuevo arzobispo de Zaragoza llama a la «regeneración moral» y a rezar por los políticos

SANTANDER.- El nuevo arzobispo de Zaragoza, Vicente Jiménez Zamora, que tomarará posesión de este cargo en una ceremonia que se oficiará en La Seo de la capital aragonesa el próximo domingo, ha hecho un llamamiento a la «regeneración moral» en todos los ámbitos de la sociedad para superar la crisis que se atraviesa, no solo en el plano económico.

Monseñor Jiménez ha pedido también que se rece por los políticos. La Iglesia —dice— y lo hace. «La iglesia muestra su aprecio por la función pública y ora por los legítimos representantes del pueblo», ha dicho el prelado durante la multitudinaria misa concelebrada que ha presidido en la catedral de Santander para despedirse de Cantabria antes de marchar a Zaragoza.
Vicente Jiménez ha apelado también a reconocer la importancia decisiva que tiene la política, que sea valorada por la sociedad y que sea ejercida por sus representantes con acierto y honestidad. «La vida política es un arte noble y difícil, pero es necesaria en la sociedad para la consecución del bien común», ha destacado.
El prelado ha hecho también un llamamiento al optimismo colectivo para superar las dificultades, a que «cunda entre nosotros el sentido de la autoestima y superación, y no la patética del lamento y de la crítica destructiva».
Tras siete años al frente de la Diócesis de Santander, asegura que su marcha para tomar posesión del Arzobispado de Zaragoza le provoca «sentimientos encontrados» y «cierta pena». Abandonar Santander, ha dicho, es dejar una diócesis que «he conocido y amado como mi madre y esposa».
Monseñor Jiménez cubrirá formalmente desde el próximo domingo la vacante dejada al frente del Arzobispado de Zaragoza por Manuel Ureña, quien el 12 de noviembre hizo pública de forma sorpresiva su renuncia a este cargo que desempeñaba desde el año 2005. 
Alegó «motivos de salud», pero posteriormente se supo que, en realidad, fue un cese fulminante ordenado desde el Vaticano, a raíz de una sospechosa indemnización que personalmente decidió que se le abonara a un diácono.
Ureña ordenó pagar más de 100.000 euros a un joven diácono que ejercía en la localidad zaragozana de Épila y que el propio arzobispo había determinado que no iba a ser ordenado sacerdote. 
Tras destaparse el caso de esta indemnización, el diácono dijo haber sido víctima de supuestos acosos. El párroco de Épila a cuyo cargo estuvo ese diácono durante meses respondió a esas acusaciones con una denuncia contra el joven por calumnias.