Usted la llama Ley de Seguridad Ciudadana, o algo así de falso, cuando se trata de una Ley mordaza,
una norma intimidatoria, arbitraria, desmesurada y probablemente
inconstitucional, cosa que apreciaría un tribunal constitucional que no
estuviera presidido por uno de su partido. Una norma para sofocar
protestas, silenciar discrepancias, suprimir las libertades. Una norma
autoritaria y represiva que trata de amedrentar a la población.
Ese
catolicismo del que tanto alardea usted debiera hacerle reflexionar que
reprimir no sirve de nada a largo plazo. Los de su religión, hoy
millones, se precian de haber salido de los mártires, cuando los romanos
se decidieron por la represión. Luego, esos mismos cristianos se
obstinaron en reprimir la expresión del libre pensamiento y, aunque le
fastidie, el pensamiento es libre. Durante siglos se reprimió a los
esclavos y la esclavitud está abolida (con reservas).
La represión de
las mujeres cuenta también siglos y, ya ve usted, las mujeres son libres
e iguales (aunque con más reservas). Desde el siglo XVIII, los Estados
se obstinan en reprimir las manifestaciones populares en pro del
sufragio universal, mayor justicia, más igualdad, más dignidad y, con
dificultades, retrocesos y hasta barbaries, poco a poco va
consiguiéndose.
A
largo plazo, reprimir no sirve de nada. Al contrario, así se alienta lo
que se quiere sofocar. Y además, se causa un sufrimiento indecible,
inicuo que, como Dios, visitará en los hijos los pecados de los padres,
según dice ese Libro en cuya verdad asegura usted creer (Deut., 5, 9).
¡Ah!
Pero sirve y mucho a corto plazo. Evidencia el principio de autoridad.
Determina la frontera entre lo lícito y lo ilícito, lo legal y lo
delictivo según las convicciones ideológicas de un puñado de personas
pertenecientes a un partido al que un juez imputa comportamiento ilícito
en su conjunto. Uno que ganó las elecciones con un programa falso,
incumplido en todos sus extremos, y que, por tanto, carece de
legitimidad jurídica y política para dictar normas, y menos las que
cercenan los derechos y libertades de la gente.
Porque lo que su ley ni ninguna ley represiva del mundo conseguirá será delimitar a su antojo la raya entre lo moral y lo inmoral, el bien y el mal, lo justo y lo injusto. A fuer de injusta, su ley provocará desobediencia por razón de conciencia. A la cual responderá usted con más represión, más violencia. Hasta hacer realidad el fin al que tiende una norma que garantiza la impunidad de las fuerzas de represión, esto es, el Estado policial.
Porque lo que su ley ni ninguna ley represiva del mundo conseguirá será delimitar a su antojo la raya entre lo moral y lo inmoral, el bien y el mal, lo justo y lo injusto. A fuer de injusta, su ley provocará desobediencia por razón de conciencia. A la cual responderá usted con más represión, más violencia. Hasta hacer realidad el fin al que tiende una norma que garantiza la impunidad de las fuerzas de represión, esto es, el Estado policial.
El
corto plazo es lo único que les importa. Llegar incólumes a las
elecciones de 2015, en el caso de que no quepa aplazarlas y, por
supuesto, estar en situación de repartir estopa si, aplazándose estas,
hay protestas.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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