En España se ha producido una llegada masiva de delincuentes al poder
político. Esa es la verdadera base de la corrupción que nos invade.
Pero lo original y genuino del caso español, lo que nos diferencia de
otros estados mundiales corruptos, es que la corrupción española no
parece un accidente o la consecuencia de una serie de casualidades, sino
una conspiración para saquear el Estado, cuidadosamente ideada y
desplegada desde las mismas entrañas del poder.
Los partidos políticos, principales focos de la corrupción en
España, protegen a muchos de sus corruptos presentándolos en las listas
electorales para que sean diputados y senadores, oforándoles y
dotándoles de un nada despreciable blindaje ante la justicia ordinaria.
Se trata de un comportamiento claramente mafioso que demuestra que las
instituciones están actuando como protectoras de delincuentes.
Si se pudiera practicar un scaner veraz sobre el Congreso y el
Senado, los españoles descubrirían aterrorizados que en esos templos de
la palabra y del poder político numerosos sillones están ocupados por
personajes protegidos por sus propios partidos, con sus conciencias
manchadas, que podrían ser acusados de maltrato, acoso sexual,
apropiación indebida, cohecho, malversación, amigusmo, nepotismo, abuso
de poder, conducción temeraria, falsedad de documentos públicos u otros
muchos delitos y faltas, algunos tipificados y otros no.
Ese comportamiento ha hecho posible que personajes como el andaluz
Manuel Chaves, con la ayuda de su partido, el PSOE, cubra con un manto
protector a toda su familia, colocándolos en cargos públicos y
permitiéndo a sus miembros hacer negocios ventajosos con impunidad, como
lo demuestran las diversas pruebas y denuncias, la última de las cuales
la de un jefe de policía que fue destituido por investigar las
actividades presuntamente delictivas de Ivan Chaves, hijo del
expresidente andaluz.
El saqueo de España se ha realizado, con impunidad, de manera
sistemática y planificada, desde el corazón del poder político. La
mayoría de las cajas de ahorros han sido desvalijadas y en algunas de
ellas, como la CAM, la de Castilla la Mancha y BANKIA, han desaparecido
varios miles de millones de euros sin que nadie haya pagado por esos
delitos y sin que las instituciones del Estado hayan realizado grandes
esfuerzos por recuperar el dinero sustraido.
El saqueo de España tiene mil vertientes, algunas todavía
desconocidas por la prensa y el gran público. Se han concedido
subvenciones a empresas que no lo merecían, sólo porque en ellas
trabajaban familiares o amigos del poder; se han cobrado comisiones
sistemáticas por licencias, concesiones y contratos públicos; se han
urbanizado terrenos protegidos para cobrar comisión; los recaudadores de
los partidos políticos han extorsionado sin obstáculo; se han trucado
concursos públicos,; se han falseado oposiciones; se han filtrado las
preguntas de oposiciones a los amigos del poder; se ha marginado a
empresarios por pensar diferente o por ser honrados, cerrándoles
mafiosamente el paso para que reciban subvenciones y ganen concursos
públicos; hay miles de políticos incapaces de explicar su patrimonio,
sin que ni siquiera hayan sido investigados...
La corrupción, en España, no ha sido, como en otros países, un virus
que ha ido extendiendose hasta contaminar al poder, sino una estrategia
meditada y fria del poder que ha contaminado a la sociedad. La
corrupción, en España, no ha sido un accidente, ni una cuestión de mala
suerte, sino el comportamiento lógico y premeditado de la presencia
masiva de delincuentes en las instituciones y en el corazón del Estado.
Los grandes partidos españoles han acumulado delitos suficientes
para que, si existiera una Justicia independiente y limpia, hubieran
sido ya juzgados como asociaciones de malhechores. Sin embargo, siguen
dominando la escena, convertidos en las instituciones más poderosas de
la nación, exhibiendo una obscena impunidad, con muchos de sus corruptos
convertidos en altos cargos en las distintas administraciones y algunos
de ellos, tal vez los que más secretos sucios conocen, convertidos en
diputados y senadores para disfrutar del aforamiento.
Muchos españoles, ilusos, votaron a Rajoy en las últimas elecciones
creyendo que el Partido Popular iba a plantar cara a la corrupción y
limpiar el país de delincuentes políticos, pero no ha sido así y eso ha
causado una inmensa frustración entre los votantes más demócratas y
mejor informados, indignados de que el gobierno de Rajoy también
participe del obsceno festín y que, ante los abusos cometidos por los
socialistas y por muchos de sus miembros, haya decidido cerrar los ojos y
pasar página, ignorando que un país que no castiga a sus criminales es
un estercolero envenenado capaz sólo de sembrar retroceso y destrucción.
La regeneración en España pasa por acabar con la impunidad de los
corruptos políticos y por limpiar las instituciones, llenando las
cárceles de delincuentes con carnet de partido. Si no se hace, no hay
futuro digno y el país, mande quien mande, seguirá siendo una pocilga
incapaz de salir de una crisis que, como acaba de descubrir Europa, va
mucho más allá de lo económico y se adentra en el alma podrida de la
nación.
(*) Periodista
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