"Nadie puede quedar excluido de los efectos de la recuperación económica" dijo el Rey en su intervención que abría el último Consejo de Ministros, el que aprobó el mayor recorte de la democracia.
¿Un lapsus? En absoluto, dado que formaba parte de una declaración
escrita y formal. Por tanto, es fácil deducir que dijo exactamente lo
que quería decir. ¿Y qué quería decir? Exactamente eso: que cuando
llegue la recuperación nadie debe "quedar excluido" de sus efectos...
pero dado que esta no se otea en el horizonte cercano, ¿significa que
avala, justifica, pasa por alto la exclusión de hoy, en pleno
hundimiento económico? ¿Está defendiendo o dando por hecho el desmontaje
de las coberturas sociales?
Una declaración aparentemente social pero calculadamente y
perversamente antisocial que reproduce los argumentos de la derecha más
reaccionaria y neoliberal. Dice mucho más de lo que parece decir porque
hace depender la inclusión social de la coyuntura y de las leyes del
mercado, de la recuperación. Las declaraciones del Rey se enfrentan al
sentido de la Seguridad Social cuya razón de ser es justo la contraria,
una red que debe sostener a cualquier ciudadano cuando las cosas les van
mal, en plena crisis, no cuando no lo necesita. Y, lo que es peor, se
enfrenta al menos al 50% de España, el tradicional votante de
izquierdas.
Al hablar así, el Rey asume una posición ideológica absolutamente
ajena a la neutralidad institucional, la peor, la que más le aleja de la
mayoría de sus conciudadanos. Después de destinar 35 años de democracia
a construir una red de seguros sociales para evitar que la gente
tuviera que depender de "sus ahorrillos"... o descender a la miseria en
situaciones de gran crisis, "la solución" no puede ser desmontar a toda
prisa esa red social justo cuando más se necesita, para que el destino
de cada uno vuelva a depender de los propios apoyos familiares... o, en
su ausencia, depender de la beneficencia hasta descender a la miseria
más absoluta. Es cinismo social pero es, también, un nuevo error y una
metedura de pata más.
"Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir"
decía pocos meses antes, el 18 de abril, al pedir perdón después de su
viaje a Bostwana. Aquellas palabras que parecían espontáneas respondían a
un estudiado Plan de Comunicación para reconciliarse con la Sociedad
después de su ruptura de cadera en una cacería de elefantes, días
después de que su nieto Felipe Juan Froilán, de 14 años, se disparara en
el pie en otra cacería igualmente extraña, mientras su yerno Iñaqui
Undargarín, procesado por el caso Noos, era portada en todos los
diarios. Es entonces cuando incorpora a su equipo como jefe de Prensa a Javier Ayuso,
exdirector de Comunicación del BBVA y experto en asuntos económicos.
¿Significa quizás que ese cambio anticipa y justifica una nueva actitud
pública alineada con la posición de banqueros y grandes empresarios?
El mismo cinismo social era exhibido, unas semanas antes, por el
príncipe Felipe. Ocurrió en otro acto solemne, el 21 de junio pasado, en
Nueva York, con ocasión del discurso en el Nuevo Campus del IESE,
rodeado de empresarios. Allí dijo algo también tremendo, que "nuestros salarios están marcando el ritmo del retorno al sendero de la competitividad". Significa un apoyo claro al descenso unilateral y forzado de salarios incluido en una reforma laboral que el PSOE va a recurrir al Tribunal Constitucional
y que está siendo aprovechada para un ajuste de plantillas que
incrementa el desempleo masivo. Utilizar el plural "nuestros salarios"
se presta a mofa. ¿Se refiere a su rebaja del 7% como factor de
competitividad?
Su misma presencia activa en este y no otro Consejo de Ministros fue
ya chocante. Es una práctica habitual que presida alguno de los primeros
Consejos de cada legislatura, pero parece extraño que participara en
este, seis meses después de comenzar, en el que se aprobaban los
principales recortes. Todo parece indicar un cambio estratégico en el
perfil de la política de comunicación de la Casa Real. Para terminar de
convencer a los que duden del giro, una nueva perla del Príncipe:
aquella en la que festeja que "nuestras familias estén reduciendo sus niveles de deuda mientras mejoran su ahorro". ¿En qué mundo viven? O peor ¿en qué mundo quieren vivir?
(*) Economista y editor de www.poli-Tic.net
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