Las ideologías nos separan pero la presencia de líderes temporales
hace que estas desaparezcan y nos una el mensaje de quienes asumen este
rol. Nos sucede estos días oyendo a Juan Manuel Sánchez Gordillo en los
medios de comunicación, especialmente en el Gran Debate, o ante el
anuncio del ex banquero Mario Conde de presentarse a las elecciones
generales. Y conste antes de continuar que tengo mis divergencias con
él aunque jamás lo demonizaré como si hacen otros.
Muy mal está
este país para que dos personas ideológicamente opuestas en el campo
político salgan a la palestra para pedir cambios, soluciones y dignidad
política para evitar el “choriceo” al que estamos sometidos por parte de
ciertos estamentos económicos que solo saben enriquecerse con las
inyecciones que les proporciona el estado con nuestro dinero, el mismo
que después no tenemos para prestaciones, subsidios y ayudas.
Pero
hablar contando verdades tiene su precio y el nuestro es un país que no
permite ciertas licencias. Y aún las permite menos más cuando quienes
se las toman son representantes políticos, como el caso de Sánchez
Gordillo que es alcalde de Marinaleda, y tienen que someterse al intento
de desprestigio de otros de la misma clase, la política, que en lugar
de bajar la cabeza intentan morder sacando lo que consideran trapos
sucios de quien denuncia con valentía. Sacar ahora capítulos de Cuba o
Venezuela cuando el debate es otro pone en evidencia la debilidad del
atacante y sus pocos y muy pobres argumentos.
Pero atacan. Lo
hacen sin miedos y sin escrúpulos, puesto que todos tienen algo que
esconder, para callar la voz de quien se alza como líder o, como cuentan
algunos y cada vez más, se ha convertido en héroe de culto o el llamado
“nuevo Robin Hood”. Esta vez han llegado tarde y no han podido “matar
al mensajero”.
Los de su lado político, las izquierdas, han sido
los primeros en fustigar a Sánchez Gordillo. Unos por miedo a que se le
escuche demasiado y su mensaje se haga fuerte y ponga en peligro su
modus vivendi que no es otro que vivir a costa de los ciudadanos. Otros
por tener la obligación de denunciar la actitud de este valiente
alcalde, mandados por las cúpulas del partido a cambio de mantener los
puestos. Curiosamente es aquí donde la palabra “portavoz” diverge en dos
significados bien distintos. Ni el PSOE ni el PP pueden extinguir las
criticas que el pueblo escucha y deberían empezar a practicar ciertos
silencios.
Sánchez Gordillo es ahora el portavoz de la mayoría de
españoles y los portavoces políticos se han convertido en las alcahuetas
que cuentan chismes que nadie quiere escuchar. Porqué quizás una de las
ventajas de la desafección que los ciudadanos tienen de la política es
que los niveles de credibilidad de los portavoces están ahora bajos
mínimos. Y también porque los movimientos sociales, evidenciados en el
15-M, han incrementado la confianza del pueblo en otro tipos de
representantes que no son los de los partidos. Se está acabando el
aborregamiento de un pueblo que cada vez piensa más y con mayor fuerza.
Hace
meses que denuncio, a título personal en mis artículos y a través de
otros foros como la Red Internacional de Escritores por la Tierra donde
comparto opinión con mis compañeros que la integran, que la propia
estrategia económica de los ricos es protegerse los unos a los otros
cambiando leyes y normas a su antojo para quedar impunes de sus
atropellos. Lo hacen con la cara descubierta, sin esconderse y saliendo
de rositas porqué todo lo hacen estando en el poder y con los otros
poderes en sus manos.
Saben que el control que ejercen es máximo y
que les permite callar ciertas voces. Hasta ahora lo han conseguido,
con la manipulación de ciertos medios de comunicación que tienen a su
disposición, evitando que las opiniones de los portavoces de los mayores
movimientos sociales llegasen a las grandes masas. Pero otros, como el
alcalde de Marinaleda, se les han escapado. Quizás porqué intentar
callar a un alcalde no es lo mismo que hacerlo con otras personas,
quizás porqué no imaginaban la reacción de Sánchez Gordillo, o porque
cada vez tienen menos poder. La gente no está para cuentos pero puestos a
elegir prefiere el de Robin Hood que el de Ali Babá y los cuarenta
ladrones.
“Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo
otros”. La famosa frase del genial Groucho Marx gana significado en
nuestro país ahora. Porqué hay quien defiende a los indignados y
consigue hacer llegar su mensaje y otros que, con la indignidad como
bandera, intentan callar mensajes para que el pueblo siga sin ver los
abusos, sin oír ciertas voces y sin hablar con libertad.
(*) Ángel Juárez es presidente de la Red Internacional de
Escritores por la Tierra (RIET), que agrupa a casi 500 intelectuales,
científicos, periodistas y ecologistas de todo el Mundo
No hay comentarios:
Publicar un comentario