Uno, a su edad, no es ya muy de posters en la habitación. Pero, tras estos meses de jolgorios y libertades desenfrenados, se me había ocurrido poner una foto de Francisco Franco sobre la cabecera de mi cama. Una efervescencia hormonal.
Por eso me alegró sobremanera que la Casa Real inaugurara página web,
pensando que iba a encontrar ahí la imagen ideal de Franco en toda su
dignidad, a muchos megapixeles, para ampliarla y colocarla en el lugar
que se merece. Pues hete aquí que no. Que sus realezas se han olvidado de poner a Franco entre las miles de fotos de su nueva página web.
Y eso que fue Franco quien regaló a Juan Carlos la corona. Para que
luego digan que es prescindible la ley de memoria histórica, cuando
nunca nos acordamos de nada. Qué cabeza.
Resulta que los que se oponen a
desenterrar a los muertos de las cunetas, van y nos entierran también a
Franco. Se les ha olvidado Franco. Se les ha despistado. Y eso, para una institución tan democrática como la monarquía, es más que un desliz.
Como uno siempre ha sido bastante ignorante, pincha el enlace de la dicha página titulado La Monarquía en la Historia de España. Y resulta que Franco se les vuelve a pasar en la historia de España. Que no aparece.
Que no se le nombra. Que se les olvida. Que Franco quizá sea un delirio
mío, que a veces bebo. Así se resume la historia oficial:
“El periodo de la Restauración
iniciado en 1875 con Alfonso XII acabó en 1931 con la proclamación de la
II República y el final del reinado de Alfonso XIII. Fueron años de
gran crecimiento económico fundado en la industrialización de España,
favorecido por la neutralidad durante la primera guerra mundial. En
1947, ocho años después del final de la Guerra Civil Española y en
pleno régimen dictatorial, se estableció por Ley que España era un
Estado constituido en Reino.
El acceso de Su Majestad el
Rey Don Juan Carlos I a la Jefatura del Estado en 1975 favoreció e
impulsó la Transición a un régimen democrático de libertades
plenas y a un Estado social y de Derecho consagrado en la Constitución
de 1978. Los decenios transcurridos desde entonces se consideran los de
mayor progreso económico y social de toda la Historia contemporánea de
España”.
En conclusión, que a
nuestros reyes y príncipes se les ha olvidado Franco tanto en foto como
en texto, y uno ya no sabe qué colgar en el cabecero de su cama.
También pudiera ser que nuestros reyes y príncipes tengan razón. Que
Franco solo fuera una ilusión inventada por los rojos para justificar a
sus muertos de sífilis o de otras enfermedades de putero. No
me extrañaría. El español es enormemente fantasioso. Y, a los que hemos
nacido un poco tarde, nunca nos pareció que ese sargentillo aflautado
pudiera subyugar durante 40 años a un país tan glorioso. Era todo una
patraña.
La ausencia de Franco, en la página
web de nuestra siempre transparente y honesta Casa Real, nos devuelve a
la verdadera historia. Somos un país propenso a ser gobernado por fantasmas. Por apariciones fugaces. Por inaprensibles vientos fricativos que nunca dicen nada. Por zapatos que no dejan huella.
Nos inventamos un poder.
Porque jamás, como pueblo, quisimos tener el poder. Y nos desgobernamos
al ritmo que nos marcan nuestras supercherías. Como Franco, que
nunca existió. Que ni siquiera aparece en la página web de nuestro jefe
de Estado. Que es una entelequia ideada por Diógenes para justificar
que nunca hayamos hecho nada por nuestra propia libertad y por nuestra
higiene íntima.
Me voy a la cama con la pesadumbre de
no poder colgar en mi cabecero la imagen de un hombre que nunca existió.
Con todo el disgusto que le va a suponer este descubrimiento al caro
Mayor Oreja, que mientras no existía este hombre, vivía tiempos de
placidez. Me voy también con la sospecha de que nuestro adorado rey se quita años, lo que me conturba.
Pues, desde Alfonso XIII hasta aquí, han pasado más años de los que
Juan Carlos dice tener. O quizá yo empiezo a estar muy mal de la
memoria.
(*) Periodista y escritor
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