MADRID.- Ni tres meses ha durado la aparente tranquilidad en un PSOE que añade a
la crisis de la política sus propias penurias. Los hilos con los que la
dirección del partido y las federaciones trataron de recomponer la
figura tras un 2012 de continuos cuestionamientos a la autoridad de
Alfredo Pérez Rubalcaba se deshacen. Muchos de los 'barones' que el
pasado 15 de diciembre cerraron filas frente a la estocada fallida del
líder de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, dudan ahora de la
idoneidad de la hoja de ruta que ellos mismos votaron en el Consejo
Territorial; un calendario que, en la práctica, suponía blindar al líder
de la oposición, al menos, durante un año y aparcar el siempre tentador
debate de las elecciones primarias hasta después de las europeas de
2014.
Aquellos planes, ratificados el 12 de enero por el Comité Federal, el máximo órgano del partido, congresos al margen, debían garantizar cierta estabilidad. Este 2013 se iba a dedicar a la puesta en pie de una alternativa, a la redefinición ideológica, a la transición hacia un nuevo PSOE mediante un proceso de debate interno que debía culminar en una gran Conferencia Política en octubre. Pero, en apenas un mes, los socialistas se han visto sometidos a sacudidas sísmicas que han vuelto a socavar el liderazgo de Rubalcaba.
Primero, fueron las críticas a su intervención en el Debate sobre el estado de la Nación, después la sublevación soberanista del PSC y su decisión de romper por primera vez la disciplina de voto del grupo parlamentario socialista, luego el órdago del PSdeG, empeñado en consultar a los militantes para elegir a su líder, y finalmente el «error» de la moción de censura contra el alcalde popular de Ponferrada en alianza con Ismael Álvarez, el exregidor condenado por acoso a Nevenka Fernández. La puntilla.
Dirigentes territoriales de peso creen ahora posible que esta crisis, que a punto ha estado de llevarse por delante a uno de los puntales del equipo de Rubalcaba, el secretario de Organización, Óscar López, acabe en un congreso extraordinario; lo que implica, claro está, la renuncia del, hasta no hace tanto, admirado exministro del Interior. Otros especulan con la posibilidad de adelantar las primarias. Y los hay que dicen que quizá sería suficiente con un Comité Federal -no previsto- para hacer cambios de calado en la comisión ejecutiva. «Cuando un Gobierno pierde la iniciativa hace una crisis y con un nuevo equipo toma impulso; no sé por qué no puede hacerse lo mismo en la oposición», argumenta uno de ellos.
Lo cierto es que el secretario general no parece dispuesto a nada de lo anterior. Y, desde luego, se niega a sacrificar a su número tres. «Sería como cortarnos un brazo; para eso nos vamos todos y eso no lo vamos a hacer porque abriría el partido en canal sin ninguna garantía de un resultado plausible», dice un miembro destacado de la ejecutiva. El núcleo duro de Rubalcaba asegura que puede sortear este 'tsunami' y que mantendrá firme el rumbo, al menos, hasta octubre. A su favor tiene que, pese al clima de profundo desánimo, no hay por el momento una alternativa ahormada ni existe acuerdo entre los hombres fuertes del partido sobre qué hacer. «Incertidumbre es probablemente la palabra que mejor define el momento», admite el líder de una de las federaciones con mayor número de militantes.
Misión histórica
Son muchos, incluso entre quienes apoyaron a Rubalcaba en el 38 Congreso frente a Carmen Chacón, los que aseguran que el secretario general «sabe» que no «debe» ser el candidato a la Presidencia del Gobierno. «No es tonto, ve cómo están las cosas, sus dificultades para conectar con la sociedad, para desprenderse del pasado y para aglutinar una mayoría. Pero tiene una misión y la verdad es que este tránsito, que incluye el diálogo con Cataluña y una reconstrucción ideológica, solo lo garantiza una persona solvente, seria y madura como él», dice un estrecho colaborador suyo.
Sin embargo, todavía hay quien pone en duda que el actual secretario general del PSOE, un 'estajanovista' que ha hecho de la política su vida, vaya a apartarse llegado el momento. Los movimientos del líder del PSE, Patxi López, que, según varios 'barones', está inmerso en una campaña interna por la sucesión, hacen pensar en una operación pactada. «Los socialistas vascos hablan como si ese hubiera sido el acuerdo desde el principio», dice un dirigente. El caso es que aunque, efectivamente, López y Rubalcaba actuaron de forma concertada para garantizarse el relevo de José Luis Rodríguez Zapatero, ahora es posible detectar signos de distanciamiento entre ambos.
El dirigente vasco faltó, por ejemplo, a la conferencia-desayuno que su jefe de filas ofreció en un hotel madrileño el mismo día en que los diputados del PSC habían anunciado que respaldarían en el Congreso una iniciativa sobre el «derecho a decidir» de Cataluña. En política, la asistencia a este tipo de encuentros se interpreta como un cierre de filas o como un modo de arropar a quien pasa por un momento delicado. Y aquella mañana, según fuentes solventes, López estaba en Madrid.
El escenario es ahora tan volátil que cualquier estrategia a largo plazo parece condenada al sobresalto. Pero salte antes o después, lo que está claro es que el escenario preferente para el líder del PSE es el congreso extraordinario. Si en una situación como la actual se opta por las primarias, justifican en su entorno, podría caerse en una bicefalia imposible de gestionar y si el nuevo secretario general es elegido con apoyo suficiente es poco probable que nadie quiera disputarle el papel de candidato a la Presidencia del Gobierno.
Es más que probable, aún así, que tampoco Patxi López, que en su día contaba con un enorme predicamento interno, transite por un camino de rosas. Muchos recelan de él porque creen que, como Rubalcaba, pretende apoyarse en lo que Tomás Gómez llama el «antiguo testamento», es decir, la doctrina de la 'vieja guardia'. Además, no es el único que se mueve entre bambalinas. Carme Chacón, según distintas fuentes, sigue «organizando cenas», aunque son pocos los que creen que a estas alturas pelee por sí misma. Y el diputado vasco y secretario general del grupo parlamentario, Eduardo Madina, continúa recibiendo el aliento de veteranos y militantes de base.
Críticas contenidas
En todo caso, en Ferraz insisten en que no es momento para ese debate. En la última semana, la vicesecretaria general del partido, Elena Valenciano, ha tomado la temperatura a dirigentes territoriales como el asturiano Javier Fernández, el propio Patxi López, el extremeño Guillermo Fernández Vara o José Antonio Griñán, presidente del partido y de la Junta de Andalucía. Y ayer viernes se reunió con los vicesecretarios regionales y secretarios generales provinciales.
La cita sirvió para convencer a la dirección de que será posible bajar el diapasón. Sobre todo porque tanto Maru Menéndez, la número dos de Tomás Gómez, como Mario Jiménez, el lugarteniente de Griñán, optaron por una actitud, dicen fuentes del encuentro, «constructiva».
El papel del presidente de la Junta de Andalucía, que según fuentes del partido no ve con buenos ojos a Patxi López, es vital a la hora de determinar el camino a seguir. Y, de momento, ha optado por garantizar la estabilidad interna. «Le basta con dimitir para forzar un congreso», sostiene un 'barón'. No sólo no lo ha hecho sino que se ha contentado con pedir una redistribución de las tareas entre los miembros de la ejecutiva para que Rubalcaba ejerza el «liderazgo social» mientras Valenciano ordena lo orgánico. Un gesto que incluso fieles 'rubalcabistas' temen «insuficiente», sobre todo porque, como admiten con impotencia en Ferraz, «en las bases, por abajo, la gente está muy enfadada».
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