"Están preocupados por llegar a la jubilación con sus cargos y 'sueldazos' y no en regenerar el partido
y frenar la sangría de votos que sufrimos cada vez que nos enfrentamos a
una cita electoral". Quien así habla es P.M., un miembro de las juventudes socialistas que resume gráficamente el sentir de las bases del PSOE ante el desplome progresivo que está sufriendo el partido de la rosa cada vez que se somete al examen de las urnas.
Todo se desencadenó al día siguiente de las elecciones europeas. Con el enésimo descalabro del PSOE todos los focos apuntaban a Alfredo Pérez Rubalcaba a quien, con el fracaso de Elena Valenciano
encima de la mesa, solo le quedaba echarse a un lado y convocar el
proceso de primarias en el partido. Al menos eso pensaba la mayoría de
los militantes del PSOE quienes, oh sorpresa, observaron cómo su
secretario general supeditaba su marcha del partido a la convocatoria previa de un Congreso extraordinario
para teledirigir la elección del nuevo secretario general. "Primarias
sí, pero antes Congreso", señalaba Rubalcaba convencido de que lograría colocar su ‘trampa’ y vender así el mensaje de que el PSOE sí apostaba por la renovación.
Las bases se indignaron. Llevan años solicitando más transparencia y una regeneración del partido
que adecúe al PSOE a los tiempos que vive y que elimine decenas de
cargos perpetuados en los órganos de dirección. Ya lo hicieron tras las
últimas elecciones generales, pero no les escucharon, demostrándose el
pasado 25M que el continuismo no era la solución al perder en el camino
2,6 millones de votos.
Su voz, como tantas otras ocasiones, resonaba como el eco en un auditorio vacío hasta que un peso pesado salió al rescate. Eduardo Madina, eterna 'esperanza blanca' de muchos socialistas de nuevo cuño, se enrocó y exigió unas primarias abiertas: "La apertura del partido es una de las claves del crecimiento del PSOE de cara al futuro, para poder convertirse en alternativa de Gobierno", reiteró.
El miedo a las primarias no es nuevo en el PSOE. Y ese es su
problema. La nueva savia del partido apuesta por ellas, pero los
históricos del partido reniegan de ellas. Desde Alfonso Guerra hasta Alfredo Pérez Rubalcaba, pasando por muchos otros, se niegan en dar su brazo a torcer ahondando en la división del PSOE.
Con los peores resultados de su historia en el bolsillo y viendo como partidos como Podemos les están adelantando por la izquierda,
los dirigentes del PSOE no quieren ni oír hablar de la República y han
cerrado filas junto al PP para garantizar el relevo en Zarzuela. Tan
firme es su postura que ni siquiera dará libertad de voto
a sus diputados en la votación de la ley orgánica que se presentará en
el Congreso de los Diputados para aprobar la sucesión a la corona.
Incluso el díscolo Joaquín Leguina se opone "tanto a la libertad de voto como a los referéndums". Y es ahí donde el PSOE está volviendo a demostrar su poca cintura.
La excusa oficial, por boca de la portavoz del Grupo Socialista en el
Congreso, Soraya Rodríguez, es que se trata de una ley "procedimental"
de artículo único que los socialistas apoyarán para "dar cumplimiento a
la legalidad" porque el PSOE va a cumplir con la Constitución y el
régimen jurídico existente "con la máxima normalidad". Aunque no hace ni cuatro meses que el PSOE atacó al PP por lo mismo que ahora va a hacer con motivo de la votación del anteproyecto de la ley del aborto.
Destacados socialistas como el diputado de San Sebastián y ahora diputado, Odón Elorza, cuestionan el sentido del voto: ¿Nos hemos preguntado los socialistas qué ha dicho o hecho el rey,
en cumplimiento de sus funciones, para hacer guardar los derechos
constitucionales de la ciudadanía frente a los acuerdos ministeriales de
recortes y el sufrimiento de millones de familias?
Y todo ello cuando buena parte de la izquierda se está movilizando en las calles a favor de un referéndum sobre la monarquía. Incluso la nueva hornada del PSOE,
quien se muestra a favor de un reférendum para permitir "un cambio de
modelo de Estado con civismo y consenso". Pero parece que no es ahí
donde el PSOE quiere pescar votos ya que el aparato del partido le ha
dado la espalda a este sentir.
Una postura que demuestra que sus dirigentes no están pegados a lo
que se cuece en la calle o que, en el menos malo de los supuestos, se
aferran a sus cargos con miedo a que la renovación del partido les deje fuera de los primeros puestos de las listas electorales.
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