Qué pena que los españoles, que se creen lo que les dicen por
televisión y publican los diarios sostenidos por la corrupción, no sepan
la verdad. Porque la verdad es que los empresarios de postín, los
afamados, son intocables a pesar de que son unos delincuentes a los que
el Gobierno de turno, todos, pesoe, pepé, les tratan con guante blanco.
Vamos que son delincuentes con cuello blanco, y con bula.
Desde
el ochenta y cinco, sí, hace casi treinta años, el Gobierno de Felipe
González tuvo informes de inteligencia donde se daban pelos y señales de
las comisiones que los de la Generalitat, Pujol y sus políticos,
exigían a cambio de poder hacer negocio en Cataluña. Un tres por
ciento, que denunció Maragall, y que, según Carot Rovira, era del cuatro
por ciento. Pero por razones de Estado, les han dejado robar, delinquir,
durante treinta años. Y eso es complicidad... Imagino que Felipe
González y sus ministros no se fueron del Gobierno con las manos vacías,
después de haber expropiado Rumasa y repartírsela entre todos.
Porque
cuando algún juez intentó tramitar el sumario por cesiones de créditos
al Santander, sentando en el banquillo a Emilio Botín, los resortes del
poder se movieron a un muy alto nivel judicial para que aquello se
diluyera. Y se diluyó y, a partir de esa fecha, don Emilio incluso bautizó
como Doctrina Botín una sentencia del Supremo que decía digo donde
siempre dijo Diego. Claro se trataba de que un delincuente con cuello
blanco no se viera encarcelado...
Con
otros delincuentes de cuello blanco, como los primos Albertos,
divorciados de las hermanas Koplowitz tras descubrirse sus
correspondientes amantes, que debían cumplir condena por estafa, se
llegó hasta el Tribunal Constitucional, nada menos. Claro, se trataba de
los amigos del Rey Juan Carlos...
El
trato exquisito de la Fiscalía en la declaración ante el juez Ruz del
hijo de Pujol ha sido toda una muestra del enjuague que el Gobierno es
capaz de orquestar por las llamadas razones de Estado. A cambio de no
hacer leña con el caso Pujol, a lo mejor Artur Mas da marcha atrás y se
arruga lo suficiente para no poner en un compromiso serio al actual
inquilino de La Moncloa.
No
me extraña que los de Podemos obtengan cada vez más seguidores
asqueados de los enjuagues de los poderosos. Poderosos que cotizan sus
fortunas al 1 por ciento mientras al trabajador, al asalariado, se le
saquea de forma desvergonzada. Siempre ha habido clases, claro.
(*) Periodista y editor de www.muyconfidencial.com
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