El rey de la previsión, el pionero en poner en marcha en la banca
técnicas innovadoras para sacarnos mejor los cuartos, el amo entre los
amos de este país no parece que tuviera prevista su propia muerte. A
juzgar por el desarrollo de los acontecimientos, todo parece indicar que
Emilio Botín, dueño de los hilos que hasta ayer movían la actuación de
buena parte de nuestros gobernantes, había perdido la perspectiva y
olvidado que era mortal.
Un infarto ha acabado con la vida de la persona que administraba
importantes cuotas de poder en varios países europeos y cuentas
corrientes en algún que otros paraíso fiscal. A juzgar por el frío
comunicado del banco que presidía y por el desconcierto generalizado que
parece palparse en aquellos negocios en los que tocaba tantas de sus
teclas, el presidente del Santander no tenía previsto, ni por asomos,
abandonar tan pronto este mundo.
Deja Botín, eso sí, una bien nutrida cohorte de agradecidos: esos
partidos políticos cuyas deudas fueron una y otra vez condonadas, esos
políticos profesionales de las “puertas giratorias” y mimados en tantos
de consejos de administración donde “don Emilio” tenía influencia, esos
medios de comunicación serviles ante sus instrucciones y ciegos ante sus
desmanes, esos otros banqueros delincuentes a quienes siempre trató
como un padre, ese Corte Inglés a cuyo rescate salió quedándose con su
servicio de tarjetas de crédito, esos comprensivos jueces que pasaron
por alto tantos de sus pecadillos, ese Alfredo Sáenz para quien
consiguió el indulto de zetapé…
Tanto estómago agradecido hará todo lo posible para que estos días se
hable lo menos posible de sus tropelías. Comparada con el predicamento
de tanto pelota, la fuerza de las miles de familias que el Banco de
Santander ha desahuciado sin piedad alguna en los últimos años es
prácticamente nula.
Lloran en la Fórmula Uno y lloran en la troika. Lloran en los
paraísos fiscales, lloran los banqueros alemanes y lloran sus múltiples
paniaguados, tan acostumbrados durante tantos años a hacerle la pelota
sin parar que andan hoy desconcertados hasta que conozcan quién será el
heredero o heredera de su poder para ponerse inmediatamente a sus pies
sin ningún remilgo ni pudor.
La segunda semana de septiembre ha empezado fina: el martes 9 dimite
Ana Botella; el miércoles 10 muere Emilio Botín. La verdad es que estos
de Podemos no paran de hacer estragos.
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