Las
conclusiones provisionales de la fiscalía en este primer proceso de la
Gürtel son aterradoras. Relatan con pelos y señales comportamientos
delictivos de los encausados, todos ellos dirigentes, militantes o
simpatizantes del PP, durante los últimos quince años. Los cuantifican
detallando el importe del botín. Y también solicitando casi 500 años de
cárcel para los culpables. Presuntos, por supuesto. Todo aquí es
abrumadoramente presunto. Como presunto es el PP, cada vez más
aparentemente configurado como una asociación para delinquir.
Ese
relato obliga a mirar hacia atrás, a esos quince años pasados que,
ahora, viendo la frenética actividad delictiva de estos personajes (y
los que todavía no han aparecido en sede judicial) deben reconsiderarse.
Cuando se escriba la historia de 2000 a 2015 este episodio iluminará
con su turbia luz numerosos acontecimientos, dándoles su auténtica
dimensión. La de que el país ha estado y está gobernado por presuntos
delincuentes.
¿Quién
no recuerda aquella aparición de Mariano Rajoy nada más destaparse el
caso Gürtel/Bárcenas, rodeado de la plana mayor del partido para
desmentir que hubiera trama alguna del PP y afirmar en cambio que se
trataba de una trama contra el PP? En primera fila, Arenas,
Cospedal, Camps, Mato, el propio Rajoy, todos ellos presuntamente
corruptos o cobradores de sobresueldos de una caja B nutrida, al
parecer, con fondos ilegales producto de comisiones por chanchullos y
delitos varios.
¿Caja
B? ¿Qué caja B? Rajoy, Cospedal, todos a una han negado su existencia.
Rajoy, incluso, en sede parlamentaria. Una inexistente caja B con la que
presuntamente se financiaron campañas electorales del PP (cuyos
resultados habría que anular en buena ley), se pagaron unos sobresueldos
a numerosos dirigentes del partido, incluido el actual presidente del
gobierno. Una caja tan generosa que incluso daba para que el amigo
Bárcenas, según la fiscalía, arañara de ella unos cientos de miles de
euros, además de su preceptivo sobresueldo, como es lógico.
Claro,
porque, como decía Cospedal, en realidad, no era la caja y la
contabilidad del PP, sino las personales del señor Bárcenas que, al
parecer, no ocupaba el cargo de tesorero del partido, pues era un señor
de paso. Como un buhonero. El pobre Bárcenas pasó de ser un hombre de
probidad incontestable, al decir de Arenas, y un magnífico tesorero
según Rajoy, a ser un precito sin nombre que nadie conocía.
La
vida no es solamente conocer gente, como dicen los manuales de
relaciones públicas, sino también desconocerla. Repásense las fotos de
la boda de la hija de Aznar en el Escorial. Muchos de los encausados con
peticiones de cientos de años lucieron allí sus mejores galas y
adornaron con su intachable ejemplo aquellas piedras centenarias,
testigos de glorias imperiales. Ahora resulta que no los conocía nadie;
ni los novios, ni los padrinos. Se habian colado. Otros que iban de
paso. De paso a la cárcel, según se ve.
¿Quién
se ha olvidado de Aznar proclamando hace cuatro o cinco años que el PP
era incompatible con la corrupción? A lo mejor se refería a la ajena
porque la propia, la de entonces, la de antes y la de ahora, bien clara
la han dejado las fiscales. Pero no hay que dudar de la buena fe del
héroe de las Azores. Seguramente no la veía, como Mato no venía el
Jaguar en el garaje de su casa.
Es
posible que en el curso del proceso -y es solo uno de ellos- el juez
llame a declarar a la señora Aguirre, presidenta de la Comunidad en la
que aparentemente se cometió todo tipo de desafueros para alimentar esta
maquinaria de corrupción y expolio que funcionó durante quince años
como la savia que alimentaba el frondoso árbol de los gobiernos
autonómicos y locales del PP. La misma señora Aguirre que, teniendo
empleados a varios familiares como asesores y cosas así en distintas
administraciones públicas, aseguraba que iban a terminarse las mamandurrias.
Siempre las ajenas, se entiende. Todas las inauguraciones,
celebraciones y actos de la aristocrática presidenta en estos años
dorados tenían detrás las actividades de esta trama o las no menos
pintorescas de la Fundación FUNDESCAM, cuya alma nutricia duerme hoy
entre barrotes en espera de juicio por otras fechorías tan desatentas
como aquellas.
Esta
visión retrospectiva, este cambio de decorados de una memoria
colectiva, presentada como una historia de triunfo siendo en realidad un
negocio de rufianes, adquirirá tonalidades más siniestras. Los papeles
de Bárcenas dan para mucho. La Gürtel tiene una extensión valenciana que
no va a la zaga en punto a desvergüenza y latrocinio. Todo en torno al
PP. Los casos de Blesa y Rato terminarán de poner la nota de depravación
más absoluta y el proceso de Urdangarin y la Infanta añadirá la guinda
del blasón.
Al
margen de lo que establezcan los tribunales, aquí lo esencial,
políticamente hablando, son los sobresueldos de procedencia ilícita como
práctica habitual y generalizada en el PP. Porque, si Ana Mato y hasta
el PP mismo han de responder de la acusación de ser beneficiarios a
título lucrativo de unos presuntos delitos, esa acusación ¿no puede
formularse a todos los que hayan cobrado sobresueldos?
Viene a la memoria un presidente Nixon, ya acorralado por el Watergate, afirmando a la desesperada en la televisión que I'm not a crook (No soy un delincuente).
Luego resultó que sí lo era. ¿Se recuerda a Rajoy diciendo que no iba a
dimitir a causa de Bárcenas porque soy recto y una persona honrada? Por supuesto, la presunción de inocencia es incuestionable.
Miremos ahora un poco adelante.
Quedan diez meses hasta las elecciones generales. Ocho hasta las catalanas.
¿Está este gobierno en situación de afrontar la cuestión catalana?
Miremos ahora un poco adelante.
Quedan diez meses hasta las elecciones generales. Ocho hasta las catalanas.
¿Está este gobierno en situación de afrontar la cuestión catalana?
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