MÁLAGA.- Un fantasma lleva semanas circulando entre las filas de Izquierda Unida: el miedo atroz a desplomarse en las urnas y lo que ha sacado de su retiro a Julio Anguita. Todos los medios de comunicación hablan de la vuelta de Julio Anguita a la política.
Él dice que nunca la ha dejado porque "nunca he sido indiferente ante
el sufrimiento de un pueblo que pasa hambre en las calles".
Así se
presentó hoy ante un auditorio expectante. Como un ciudadano que nunca ha
bajado el nivel de alerta y que entiende la política más allá de un
escaño o de algún puesto de barra libre en la telaraña institucional.
Tampoco en ningún consejo de administración, como se encargaría de
explicar más tarde.
Silenció un auditorio en ebullición antes de pedir silencio. Cuando él habla, todos escuchan. El histórico líder de IU
volvió a Málaga para participar en un mitin político. Después de
quince años.
La fuerza de su discurso es innegable. Julio Anguita
es la prueba de que hasta el más comedido pudo haber abandonado el
Palacio de Congresos al grito de "proletarios del mundo, uníos". Puño
en alto y tarareando los versos perdidos de la internacional.
Son
muchos los recortes de periódicos que auguran una espantada de votantes
que dejaría a la histórica formación de izquierdas al borde de la
inexistencia política y es normal que la militancia ande preocupada.
Quien menos, habla ya incluso de la desaparición de IU.
Nunca antes, había existido una fuerza reaccionaria como Podemos, que seduce con unos líderes que hubiera querido el propio Anguita para sí mismo. Con perdón de Alberto Garzón, que demostró hoy que anda sobradamente preparado para ejercer de líder.
Tanta
negatividad en el ambiente, se quiera o no, acaba calando entre la
militancia. Así, con los sociólogos golpeando en la nuca, Izquierda Unida decidió darse un chute de adrenalina.
Se
antoja complicado pensar en una alineación tipo más potente que la que
sacó esta tarde en Málaga, y para que todo pareciera más bicoca
aún, Anguita vino acompañado por el ya mencionado Alberto Garzón. El
candidato a la presidencia de la Junta, Antonio Maíllo, que también andaba por ahí, nunca se pudo sentir mejor arropado en lo que lleva de campaña que hoy en tierras malagueñas.
Quince
años llevaba Anguita sin subirse a un atril para acercar el martillo y
la hoz al pueblo. Lo hizo como mejor sabe. Sentando cátedra. Uno puede
estar de acuerdo con su discurso, o le puede parecer deleznable. Pero lo
que no puede hacer nadie es negar que lo de hoy fue una clase
didáctica en toda la regla. Primero expongo argumentos, luego los
desgrano y apuntalo con ejemplos para que los pueda entender todo el
mundo.
Así trazó el fino hilo rojo de su discurso culpando al Tratado de Maastricht de haber sido el primer paso hacia el abismo, y al
bipartidismo de ser el culpable de que muchos «patriotas de desfile» se
hayan forrado pasándole la factura al pueblo. "En 1990, Izquierda Unida ya dijo que los jóvenes del futuro iban a vivir peor que sus padres", dijo. "El bipartidismo es lo que permite que la corrupción se convierta en algo estructural", añadió.
Anguita
tiene la sabiduría de un filósofo griego y la fuerza revolucionaria de
una juventud irlandesa. Para la militancia de IU, Anguita es alfa y
omega a la vez. Ante un auditorio electrizado, Anguita dibujó un oscuro
panorama. Habló de elementos abstractos. De una "España intervenida por los poderes económicos" y apeló a la necesidad de la "unión popular de la izquierda"
como única posibilidad de hacer frente ante unos líderes que responden a
cambio de puestos en consejos de administración. "Tender la mano no
significa perder", avisó Anguita.
Antonio Maíllo supo coger su mano y ponerle punto y final. Punto y final a una noche histórica para IU en Málaga.
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