BRUSELAS.- Duele desde su mismo título: "Un 'país de ladrones' brega con la corrupción" ('Country of thieves' wrestles with corruption). El país en cuestión es España y el título es el de la "Carta desde Madrid" que escribe Guy Hedgecoe en Politico Europe, el diario más leído y más influyente entre la fauna que se mueve en Bruselas, capital de la Unión Europea.
Dos frases resumen el contenido. Una, el subtítulo: "El deficiente
sistema judicial y el legado del fascismo aún contaminan los partidos
políticos en España". Otra: "Este es un país de chorizos y de una justicia que no funciona", dicha por el dirigente comunista Julio Anguita en el 2009 y que Hedgecoe recuerda, según ElNacional.cat de Barcelona.
La cosa es que la pieza concentra en cuatro o cinco
minutos los casos de corrupción más conocidos, simplificados, en frío,
tal como los ve un extranjero (el autor, irlandés, trabaja en España desde 2003). Es un puñetazo.
Leer, de corrido —no aquí y allí—, que entre julio de 2015 y septiembre
de 2016, 1.378 funcionarios o políticos de todos colores fueron
juzgados por corrupción; que el PP tiene ahora mismo 50 casos de ídem en
los tribunales; que el exsecretario general del PP de Valencia
ha aceptado ante el Supremo que financió campañas electorales con
dinero negro; que dos ex presidentes de Andalucía están procesados por
presunta participación en una estafa con dinero público por importe de
136 millones de euros; que al tesorero de CDC le han condenado por el
caso Palau (seis millones en comisiones); que España ocupa la posición
42 en el índice de percepción de la corrupción
de Transparency International, detrás de Costa Rica y Botsuana....
Leyéndolo todo de golpe ¿qué cara se le queda, allende los Pirineos, a
un eurócrata, a un diplomático o a un euroquídam cualquiera?
Según la crónica, "los abusos cometidos en la actual España tienen
sus raíces en la dictadura de Franco", que "puso en práctica lo que Paul
Preston ha llamado 'pillaje institucionalizado'". De aquí a cuestionar
el mito de la transición va una micra. Los comentaristas que cita el
periodista apuntan en esta dirección. Las democracias surgidas del
fascismo heredan las estructuras corruptas, dice uno. Remacha otro:
administrar una nueva democracia es muy difícil si no es con los métodos
aprendidos durante la dictadura. Añade un tercero: los mismos partidos
han gobernado demasiado tiempo, han debilitado los controles y
equilibrios del sistema. Se han convertido en mafias, concluye otro más.
"En España, la justicia contribuye al déficit [democrático]", explica Hedgecoe, que cita el Eurobarómetro del año pasado,
que muestra que los españoles "tienen menos fe en la independencia del
poder judicial que cualquiera de sus vecinos de la UE, excepto Hungría y
Polonia". Para acabar de arreglarlo, recuerda la dimisión del nuevo fiscal anticorrupción después de que los papeles de Panamá revelaran que tenía activos escondidos en una empresa offshore. Encima, "la sensación que los medios de comunicación no vigilan a políticos y empresas con rigor adecuado".
No es extraño, concluye uno de los comentaristas, historiador, que
los políticos españoles "experimenten la impunidad que los políticos
franquistas solían experimentar".
El artículo trata del alcance de la corrupción y de sus raíces. No es
un retrato completo de España, ni tampoco una pieza académica. A
su tono reprobatorio, entre el regaño y la bronca, contribuye la
parcialidad de los citados en la crónica, todos, digamos, "indignados":
Darío Adanti y Edu Galán, director y editor del mensual satírico Mongolia; Jaume Muñoz historiador, director de L'Avenç y autor de "La España Corrupta"
(prologado por Paul Preston); Joan Coscubiela, exportavoz de CSQP, y
Simona Levi, dramaturga, activista y directora del Master en Derechos
Civiles, Tecnopolítica y Cultura Digital de la UPF Barcelona School of
Management y coautora de "Votar y cobrar - La impunidad como forma de gobierno".
“Me interesa muchísimo por qué hay tantos casos de corrupción en España y quería entenderlo”, explica Hedgecoe a El Nacional.
Sobre la selección de fuentes: “no quería hablar con políticos,
obviamente. No pensaba que toda la gente con quien hablé me remitiría a
Franco como origen de todo. Entiendo que no es la única causa, pero es
la raíz”.
El periodista no lo ha pasado muy bien: “es un tema delicado: no
quieres hablar de Franco cuando hablas de España”. Otra causa de la
corrupción es la concentración de poder en algunos partidos: el PSOE en
Andalucía, el PP en Valencia y Madrid, CDC en Catalunya... Y otro factor
son los medios, que tienen un papel importante en todo esto”.
Esta crónica, más panorámica que otras recientes,
por muy incompleta y tendenciosa que se quiera, contiene hechos que
afectan al mismo relato de la UE, que suele presentarse en el mundo como
la institución que sostiene el periodo de paz más largo nunca conocido
en el continente (Premio Nobel de Paz 2012), y se gusta señalando España
como mejor muestra de los beneficios del proyecto europeo. No sólo
cuestiona este marco de interpretación. Promueve el contrario. ¿Por
ejemplo, como cae, en este contexto, la represión del independentismo, o la noticia de
que se ha cambiado el régimen del IVA con efectos retroactivos para los
centros catalanes de investigación, algunos de referencia mundial, que
ahora tienen que abonar, de golpe, 20 millones de euros a Hacienda? Pues
cae, como imagina cualquiera, en el contexto de la corrupción y del
abuso. Estas crónicas escuecen.
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