miércoles, 28 de septiembre de 2011

Aquí, una indignada / Antonia Bocero *

Todos aseguran que el PP tiene (en España) las elecciones ganadas, y que el PSOE las perderá, pero los mercados ni se inmutan, sino que ahí siguen, sangrándonos más y más. Y mientras tanto el ciudadano anda más perdido que nunca. ¿A quién votamos? A corto plazo, los indignados no parece que puedan formar ningún partido, y los que hay nos han sumergido en un estado de incredulidad importante. Y a otros niveles: quién inventó esas hipotecas, esas de tan larga duración en el tiempo, que terminarían pagándolas los hijos o los nietos. O esas otras en las que los padres, casi ancianos, con su casita de toda la vida, avalaron a sus hijos, y ahora vemos como son expulsados de sus casas, sin contemplaciones y sin tener adónde ir, ni hijos y padres.

Entre esto y aquello, hemos hecho una sociedad absurda, en la que el que trabaja, lo hace tantas horas que no le queda tiempo ni para pensar;  algo así les debe suceder a los políticos, porque su grado de incompetencia ha llegado al máximo. Estamos viendo como los que tienen la sartén por el mango, van a lograr, gracias a los gobernantes, poner fin a lo que en el primer mundo llamamos estado del bienestar. Y sería terrible que lo lograsen. Pero viendo los caminos resecos de Somalia, los caminos del hambre, los caminos que no llevan a otra parte que no sea a la muerte, la muerte de niños inocentes; niños que agonizan unos juntos a otros, hermanos junto a hermanos…; viendo todo eso, nuestro estado del bienestar, hoy, mañana y al otro, por desgracia, no me importa nada.
 
Todos: la derecha, la izquierda; los de la Bolsa (la bolsa o la vida, por cierto); los mandatarios del norte, del sur, del este o el oeste, no están legitimados para gobernar el mundo. No, no lo están, viendo a estos niños que agonizan en completa soledad sin otros ojos que los miren que los de una cámara que se topa con ellos. Los políticos no han previsto nada; no han previsto la hambruna que azota a Somalia. No puede ser, no debe ser, que unos puedan comer cuanto quieran al día, y otros nunca, y mueran al poco de nacer. Por favor, más humanidad entre todos, y más competencia para que haya más justicia. Es una vergüenza que en esta sociedad de la abundancia mueran millones de niños de hambre por los caminos, y todos somos culpables.
 
(*) Escritora

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