SIDI BOUZID.- Decenas de miles de personas se congregaron este sábado en la plaza de una ciudad provincial para celebrar el primer aniversario de la revolución democrática de Túnez en el lugar en el que comenzó, desatando una oleada de revueltas populares que ha transformado el mundo árabe. Un vendedor ambulante, una mujer policía y un altercado. Así fue como comenzó el 17 de diciembre de 2010 en Sidi Buzid la revolución tunecina, que desató luego 'la primavera árabe' Los protagonistas de esta histórica jornada fueron arrollados.
El 17 de diciembre de hace un año, poco antes del mediodía, se produjo una discusión entre Mohamed Buazizi, de 26 años, vendedor ambulante no autorizado, y Fayda Hamdi, agente municipal de 45 años, que le confiscó su mercancía. Dos horas más tarde, el joven se prendió fuego frente a la gobernación de Sidi Buzid, y las primeras manifestaciones comenzaron.
Sin embargo, el estado de ánimo festivo se vio hoy parcialmente ensombrecido por los recordatorios de que el cambio democrático en Túnez aún tiene que atajar la pobreza y el elevado desempleo, los problemas habituales que preocupan a muchos tunecinos y que han provocado nuevos disturbios.
La mecha de los levantamientos de la "primavera árabe" se encendió cuando un licenciado universitario en paro se prendió fuego en Sidi Bouzid, desesperado porque la policía le había confiscado su carro de frutas y verduras sin licencia. Más tarde, murió en el hospital.
La muerte de Mohamed Bouazizi destapó el malestar que se cocía a fuego lento por la pobreza, el paro, la corrupción y la represión. Las protestas estallaron por todo Túnez, obligando al autocrático presidente Zine Al Abidine Ben Ali a abandonar el país menos de un mes después.
La revolución de Túnez inspiró a otros pueblos árabes a levantarse contra sus autoritarios gobernantes y los derrocaron en Egipto y Libia. El presidente de Yemen ha tenido que dejar paso a una transición democrática, mientras que el de Siria afronta una insurgencia que se propaga.
En Sidi Bouzid, decenas de miles de personas se congregaron en un ambiente festivo en la plaza central, bailando al ritmo de canciones populares a pesar del frío, y banderas y fotografías de los tunecinos muertos en los levantamientos decoraban las calles.
A la ceremonia acudieron el nuevo presidente y el primer ministro, que descubrieron una estatua gigante de Bouzazi, convertido en un héroe nacional del país norteafricano.
"Es un día para la alegría, Sidi Bouzid ha permanecido mucho tiempo en el olvido y hoy se ha convertido en la capital del mundo", dijo un hombre joven que bailaba y se identificó como Emad.
"El 17 de diciembre del año pasado, el mundo árabe empezó una nueva página de la historia, y eso es realmente una fuente de orgullo", dijo.
Las celebraciones se prolongarán todo el fin de semana y contaran con algunas figuras internacionales de relevancia, como la ganadora del Nobel de la Paz y activista de la oposición yemení Tawakkol Karman.
Pero Manoubia Bouzizi, la madre de Mohammed, transmitió las preocupaciones subyacentes de muchos urgiendo a las autoridades tunecinas a aprovechar la revolución para proporcionarle una mejor calidad de vida a la población, especialmente a los jóvenes.
"(Mi hijo) se prendió fuego para garantizar la libertad para Túnez y el mundo árabe... Pido a las autoridades que presten atención a las zonas pobres y proporcionen trabajo a los jóvenes", dijo.
Moncef Marzouki, convertido en presidente esta semana como integrante de la coalición gobernante instalada en el poder tras las primeras elecciones democráticas, rindió tributo a los tunecinos que desafiaron a Ben Ali y en algunos casos pagaron con sus vidas formar parte de la revolución.
"Sidi Bouzid, que ha sufrido la marginación, restauró la dignidad de todos los tunecinos", dijo. "Nos hemos comprometido a restaurar la alegría de la vida en estos lugares".
La revolución ha traído la libertad democrática por primera vez desde que Túnez se independizó de Francia en 1956, pero no se ha acometido la pobreza y la falta de trabajo. De hecho, la revolución ha paralizado la economía al asustar a algunos turistas e inversores extranjeros.
El resentimiento popular por las tribulaciones económicas ha desembocado en disturbios en varias ciudades las últimas semanas. Los manifestantes prendieron fuego a algunos edificios públicos y se enfrentaron a las fuerzas de seguridad.
"Rendir homenaje a Sidi Bouzid es bueno, pero necesitamos trabajar, sólo el trabajo puede restaurar nuestra dignidad. La gente necesita pan, no un instrumento musical con el que entretenerse", dijo Nabila Abidi, una licenciada en paro.
El nuevo gobierno debe entender el mensaje bien y ocuparse de nosotros y mejorar nuestras condiciones. Si no, la revolución volverá", afirmó Mansour Amamou, otro residente.
Se espera que el Producción Interior Bruto de Túnez caiga cerca de un 0,2 por ciento en 2011, en comparación con el crecimiento del 3 por ciento del año pasado bajo el gobierno de Ben Ali. Sin embargo, las autoridades esperan volver a subir al 4,5 por ciento en 2012.
El desempleo, del 13 por ciento a finales de 2010, está ahora en el 18,3 por ciento, según las autoridades bancarias. La tasa de paro entre los jóvenes es mucho más alta.
Los votantes dieron en octubre la victoria al partido moderado islámico Ennahda. Se espera que la composición del gobierno se anuncie en los próximos días. Los nuevos líderes se mantendrán en el poder un año mientras se redacta una nueva constitución y se convocan nuevas elecciones.
En la actualidad, los recuerdos se oponen y desgarran en esta ciudad del centro-occidente del país que sigue afectada por el desempleo y la pobreza que desataron la revolución hace un año.
Fayda Hamdi volvió a su trabajo en octubre, en la alcaldía de Sidi Buzid. Sentada en una oficina sin ventanas, en la que se meten gélidas corrientes de aire, permanece inactiva, "sin hacer nada, como todo el mundo por aquí".
El edificio fue saqueado después del anuncio de los resultados de las elecciones del 23 de octubre y los agentes municipales ya no salen a patrullar.
Acusada de haber "abofeteado" a Buazizi -una versión a la que ya nadie se refiere hoy en día en Sidi Buzid- Fayda Hamdi pasó tres meses y medio en la cárcel hasta que la causa fue sobreseída en abril, después de la revolución.
"Fui detenida el 28 de diciembre. Serví de chivo expiatorio. El Gobierno quería aplacar el descontento de la gente, pero eso no calmó nada y todo el mundo me olvidó en la cárcel de Gafsa", cuenta.
Fayda posee un hermoso rostro en el que se percibe cierta fatiga. Sus ojos son negros y penetrantes. Va tapada con un velo gris. Lleva siempre en su cartera dos cosas: el documento donde consta su sobreseimiento y una foto de ella en uniforme.
"Me gustaba mucho mi trabajo. Fui castigada por haber cumplido con mi deber: aplicar la ley", insiste esta mujer que tenía fama de ser una funcionaria dura e íntegra.
No quiere hablar de Mohamed Buazizi, lo único que dice fue quedó muy "impresionada" cuando le dijeron que él se había prendido fuego.
Su jefe interviene, colérico. "¡Ella no es culpable de que se haya quemado! Lo que se ha escrito es una historia incorrecta, una verdadera obra de teatro", exclama Mohamed Salah Missaudi.
Fayda Hamdi decidió volver a sus funciones en Sidi Buzid, pese a que le hicieron otras propuestas. "Si hubiese cambiado de trabajo habrían dicho que tenía algo que reprocharme". Pese a sus 100.000 habitantes, Sidi Buzid es una pequeña ciudad atravesada por el qué dirán y los rumores.
Ni siquiera los familiares de Mohamed Buazizi se salvaron de los chismes y por eso decidieron irse de la ciudad.
"Se han dicho demasiadas cosas falsas. Hasta dijeron que la mamá de Buazizi había recibido dinero, que estaba aprovechando la muerte de su hijo. Y también han querido manchar la reputación de él", suspira Mohamed Amri, uno de los amigos del joven vendedor difunto.
Hay gente que pretende que él jamás quiso inmolarse, que estaba borracho cuando lo hizo. Al escuchar estos comentarios Mohamed Amri se levanta como si lo hubiesen abofeteado: "¡eso es mentira! El era un muchacho serio, correcto, su único sueño era trabajar, construir una casa, comprarse un automóvil".
Youssef Jleli, miembro del 'Festival de la revolución del 17 de diciembre', que se dispone a conmemorar la sublevación, es más cínico.
"¿Buazizi quiso de verdad quemarse? Solo los psiquiatras habrían podido responder. ¿Fayda estuvo presa para nada? Sin duda. A nosotros lo que nos interesa son las consecuencias del 17 de diciembre", insiste.
Hace algunos días la foto de Mohamed Buazizi fue colgada en la fachada de la gobernación frente a la cual se transformó en una hoguera humana. Su madre dedicó "al pueblo tunecino" el Premio Sajarov recibido póstumamente por su hijo.
Y en el café sus amigos mantienen el recuerdo del muchacho. "Cuando estábamos jugando a las cartas siempre lanzaba sus barajas con energía sobre la mesa, y exclamaba: ya van a ver, voy a volar todo esto ! Ahora nos reímos..."
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