El aeropuerto de Castellón se ha instalado en las pesadillas de los
españoles como una prueba de que la corrupción es inasequible al
desaliento. Mientras los mercados se hunden, la deuda española se
aproxima a la insolvencia, el desempleo crece vertiginosamente y se
extienden las protestas sociales, en el dichoso aeropuerto el escultor
Ripollés dirigía impávido la colocación del avión de atrezo que corona
la gigantesca escultura que orna la ociosa infraestructura. Ripollés,
inadvertidamente, resumía la conjunción astral de desfachatez caciquil y
mal gusto de los gestores que han llevado a la ruina a la Comunidad
Valenciana y han obligado a que sea intervenida por el Estado. Como se
trata de un aeropuerto, vino a decir, de la cabeza (¿de Carlos Fabra?)
sale un avión; si de tratara de un puerto, saldría un barco. Ingenio sin
par; si la escultura manchase una estación del AVE, de la cuestionable
cabeza saldría un tren, y así sucesivamente.
La inercia de la corrupción desmoraliza a los ciudadanos. El
aeropuerto de Castellón, símbolo del saqueo de los caudales públicos
perpetrado por los patronos de la burbuja inmobiliaria en connivencia
con una clase política en muchos casos corrupta, debería estar
clausurado, destinadas a otros usos rentables sus instalaciones y sus
promotores políticos investigados por la ley como presuntos
malversadores de caudales públicos. Pero en la España prodigiosa de los
caciquillos regionales el dinero de los ciudadanos es un bien mostrenco.
Su despilfarro se premia con la impunidad ostentosa. No solo no se
oculta el desaguisado sino que, antes bien, los responsables políticos
regionales se regodean en poner guindas aladas al tótem de la rapiña.
Carlos Fabra, uno de los líderes políticos más significados de la
ruina valenciana, sigue defendiendo en público su aeropuerto; y se mofa
de quienes denuncian el atropello. De esa forma se encarniza en humillar
a la oposición y a los ciudadanos que claman contra sus ínfulas de
sátrapa. No es una actitud diferente de la que llevó a su hija Andrea,
diputada del PP, a espetar “¡Que se jodan!” a la oposición cuando se
anunciaba el recorte de las prestaciones por desempleo.
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