MÁLAGA.- Ni la asquerosa locura del cáncer con su arsenal de desgracias
—dolor, miedo, tristeza y de ahí en adelante— ha conseguido diluir el
verbo y el gesto feroces de este señor lenguaraz sin freno, culto a
rabiar, un punto soberbio por momentos, cariñoso de verdad aunque a su
manera, siempre con la sensibilidad desbordando el borde del vaso,
aunque ya se encarga él de disfrazarla de una proverbial mala hostia,
que tampoco es cuestión de ofrecerse en canal ni al amigo ni al enemigo,
a veces, ay, coincidentes en sus afanes. El poeta, el dramaturgo, el
novelista, el articulista y el ciudadano Antonio Gala reciben al
visitante en el salón de tertulias de El Pimpi, un antiguo cabaré
reconvertido en bar de moda. Hace un calor sofocante en Málaga y todos
parecemos piltrafas, pero Gala va impoluto, fresco, moreno y sonriente,
como si fuera de acero inolvidable. Viste vaqueros azul claro, camisa
azul clara con gemelos dorados, fular azul claro, mocasines náuticos.
Está sentado delante de un plato de jamón y apoyado en su bastón. Está
serio, pero pronto empiezan las risas porque, hoy, Su Majestad el Rey se
ha vuelto a dar el morrón.
Pregunta. Antonio, hoy, el Rey se ha vuelto a caer. Se cae mucho, ¿eh?
Respuesta. No me extraña. Tiene que andar como
puede, el hombre… un poco como todos en estos momentos. Yo me opongo a
las caídas y soy muy respetuoso con los que se… con los que nos caemos.
P. ¿Y con la Monarquía? ¿También es respetuoso?
R. Sí. No soy monárquico. Pero comprendo la labor que ha hecho el Rey y siento una simpatía personal grande por él.
P. ¿Y la Reina?
R. Con la Reina he pasado ratos muy divertidos,
porque como no sabe del todo el castellano, de repente mete la pata y
ella no entiende por qué la gente se ríe.
P. Dará pie a situaciones absurdas…
R. Un día estábamos, no sé, en alguna inauguración, y
acababa de hablar el Rey, y yo estaba de charla con la Reina, entonces
se acercó a ella alguien pelotillero, nos interrumpió y le dijo: “El que
ha estado divinamente es el Rey”, y ella le soltó de forma un poco
despectiva: “Bueno, pero como a ese lo tengo ya en casa…”. Todos nos
reímos. Ella no entendía por qué.
P. ¿Por qué tiene usted tanto tirón? Porque está claro que lo tiene, más allá de como escritor, como personaje, digo.
R. Eso del tirón es una ordinariez tuya… pero es
verdad. Hay gente que me tiene auténtica devoción. Llegar hasta esta
sala, atravesando el bar, ha sido un calvario. Un señor le ha dicho a su
niño: “¡Mira, este hombre es un maestro!”. Y yo le he dicho a él:
“¡Pero hombre, si eso del maestro es lo peor que se le puede decir a un
niño!”. Sí, es verdad, la gente me quiere. Yo lo agradezco mucho… pero
no soy nada dado, nada dado a…
P. A la alharaca.
R. Eso es. Me encanta la palabra alharaca… parece el mote de un putón. “¡Mírala, ahí viene La Alharaca!”.
P. Hace un montón de años, en una entrevista en su
casa de Madrid, me dijo una cosa que me dejó perplejo: “Soy uno de los
escritores que más vende en este país… y de los menos leídos”.
R. Es que es verdad. ¿Por qué? Porque la gente
siente por mí una extraña predilección. Porque percibe en mí la
invalidez, la soledad, y entonces me quiere de una manera especial, de
una manera protectora.
P. ¿Le ven vulnerable?
R. Sí.
P. ¿Usted se ve vulnerable?
R. Sí. Soy, he sido vulnerable. He sido fácil de
herir. He sido fácil, y frágil. He sentido como muy hondas heridas que
para otros hubieran pasado inadvertidas.
P. Pues ¿qué le diferencia de esos otros?
R. Que yo he sido, ya mucho menos, muy de querer de
verdad a la gente. De verdad. Y cualquier paso en falso en una amistad
podía hacerme un daño terrible.
P. ¿Por qué dice que ahora ya menos?
R. Porque me moriré, porque ya estoy muy aislado,
porque me entrego menos, porque me dedico a mis perrillos… Me gustaría
que nos enterraran a todos juntos. Ellos han sido mi compañía más
absoluta. Hoy, cuando me he marchado para venir a Málaga, Mambrú se ha quedado literalmente llorando.
P. Habrá gente que leerá esto y no entenderá nada. Llorar por un perro, o que un perro llore por uno…
R. Mi amor por los perros se ha visto correspondido. Por ejemplo, yo nunca fui tan famoso para la gente como con Troylo.
Mira, te contaré algo. Yo era opuesto a lo que ahora empieza todo el
mundo a ser opuesto: a las comunidades autónomas. Me parecía que era
peligroso ampliar las peticiones de los vascos y de los catalanes a toda
España sin hacer algo confederativo.
P. Le parecía un café para todos, vamos…
R. Un café para todos. Bueno, pues yo me oponía
rotundamente a la autonomía andaluza. Y sin embargo, cuando me di cuenta
de que ya no había más remedio, entré en la lucha de lo del café para
todos y el grito mío fue “¡Troylo perro andaluz!”. Que tenía de perro andaluz lo que yo de monja, vamos.
P. Quiero volver a esa sensibilidad y a esa
vulnerabilidad y a esa fragilidad extremas que dice poseer —o sufrir—.
Desde esa perspectiva, ¿cómo ve usted a esas personas que actúan como si
nada les afectara, aunque les ocurran cosas fehacientemente
desgraciadas?
R. Los intocables… no me fío de ellos. Prefiero que
la gente sea sensible. Si alguien no tiene esa sensibilidad, ¿para qué
vamos a tratarnos?
P. Hay dos eses, sensibilidad y sentido
común, que deberían ser obviedades, que deberían casi darse por hechas,
pero por desgracia son valores cada vez más escasos.
R. Quizá, pero la definición que alguien dio de
sentido común como el menos común de los sentidos, probablemente está
muy bien dicha. Se presupone el sentido común… pero no es común.
P. Pues habrá que currárselo.
R. No, se educa uno en el sentido común. Y se tiene
que aspirar siempre a tenerlo, no es una donación. Es algo primordial. Y
primigenio. Pero es que si hubiera sentido común, la política, la
economía, todo funcionaría de una manera distinta.
P. Vulnerable, sensible, frágil, bien, vale, pero yo, con perdón, siempre le he visto a usted también como alguien…
R. Fuerte.
P. De armas tomar. Irascible, a veces temible.
R. Puede decirlo, sí.
P. ¿Y le ha ido bien con esa mezcla agridulce?
R. Probablemente no, pero yo he tenido que ser así.
Un movimiento mal hecho por alguien próximo a mí, un fraude de alguien
que pensaba como yo y de repente deja de actuar como pensaba… no, no lo
tolero.
P. ¿Se le decepciona a usted con facilidad?
R. Con más facilidad de lo normal. Hay cosas que no se deben perdonar. Si las perdona Dios, allá él. Yo perdono con dificultad.
P. Con la avalancha que nos está tocando vivir, ¿le
da por pensar en la gente que las está pasando canutas, así, en
abstracto, o siempre piensa en personas y casos concretos?
R. En concreto. Porque si pienso en abstracto, eso
es algo que me quita literalmente el sueño, a pesar de las pastillas que
tomo. Entonces no puedo pensar en otra cosa, ni hablar ni escribir de
otra cosa. Y es esta circunstancia la que está retrasando que yo me
decida a hacer algo a lo que me había resistido, pero a lo que
finalmente dije sí: mi autobiografía.
P. Cuente usted, cuente.
R. Tenía que haberla empezado hace poco, pero no la he empezado. Se iba a titular Autorretrato con paisaje al fondo, pero al final se va a llamar No os mováis, conozco la salida.
Primero porque estoy ya muy cerca de salir. Y, segundo, porque de
ninguna manera me gustaría salir sin que la cosa hubiera cambiado, y que
yo supiera que había cambiado.
P. Se refiere usted a…
R. A que creo que se están haciendo las cosas
extraordinariamente mal. Solo se da dinero a los bancos, y es muy
difícil convencer a la gente de que eso tiene que ser así.
P. ¿Qué opinión tiene de los que toman las decisiones ahora mismo?
R. Da la impresión de que este país está gobernado
por una colección de tontos que se han reunido para jugar a algo, a las
cartas, o al dominó, y no saben las reglas. Y luego está el pobre Rajoy,
que a mí siempre me dio risa, pero ahora me da pena porque no sabe qué
hacer. La verdad es que estamos gobernados por una pandilla de
gilipollas.
P. Antonio Gala, ¿cómo se encuentra físicamente? Mentalmente, se ve que bien.
R. Yo ahora estoy bien, parece que el cáncer ha
desaparecido, pero todo esto me ha dado una lección terrible. Ha sido
muy desagradable, porque al terminar toda la cura de radioterapias y
quimioterapias he hecho tal esfuerzo por olvidarlo que me he olvidado de
muchas cosas imprescindibles, del nombre de las personas… funcionar sin
mi secretario sería muy difícil. Cuando necesito algo, se lo consulto, y
si no lo sabe él lo consulta en ese aparato que no quería tener y que
por fin tiene, y que lo tiene lleno de gozo y prácticamente
desaparecido. Porque eso atrae de una manera que… es como la droga. Como
la coca.
P. ¿Habla de Internet? ¿Internet es como la coca?
R. Sí, sí, sí, sin duda ninguna.
P. La quimio cura a veces, y destroza siempre. Quita lo malo, también lo bueno.
R. La enfermedad ha conseguido que yo tome
conciencia de la muerte. Yo no tenía ni tengo ningún miedo. Uno se
muere, y está bien. Ya he durado bastante. Pero el esfuerzo que hice por
olvidar toda esa cura horrorosa, aplastante, me daba ganas de decir
“hasta aquí: lo dejo”.
P. Dejar la vida… ¿y dejar este país disparatado? Lo es, ¿no? ¿Le parece muy disparatada España?
R. Mmmm… la he conocido más disparatada. Y aquel
disparate justifica mucho el cariño tremendo que yo le he tenido a este
país. Yo no puedo decir “amo a España” porque me daría vergüenza, pero
me parece maravillosa, me parece una mal mandada, una respondona, y
tremendamente digna. Y ahora está reaccionando tan bien a todo esto…
esas manifestaciones están hechas con tanto pudor…
P. ¿Cree que la gente aguanta más allá de lo razonable?
R. No, más allá de lo histórico. Es que una cosa no
se puede consentir: no-se-puede-pasar-hambre. ¡Lo primero que tiene que
hacer un Gobierno no es evitar que quiebren los bancos, sino que no haya
hambre! Y luego, fíjate por ejemplo aquella historia de los ERES que yo
conté en una tronera…
P. Por cierto, ¿cómo lleva las troneras? ¿Cómo lleva a Pedro Jota?
R. Pues mira, Pedro Jota ya, de momento, ha dado un
paso atrás en la de los domingos y ya no me pone en… bueno, fue el
pretexto para que él se extendiera en su artículo. Y a mí me ha mandado a
una cosa que se llama Otras voces. Es que claro, él tiene miedo, él
teme a la Iglesia, a Dios, sin duda, aunque no creo que crea, pero por
si acaso. Y yo resulta que los domingos se los dedico de una manera
especialmente cariñosa a la Iglesia católica, que es una hija de la gran
puta, eso está clarísimo.
P. El peso de la Iglesia en este país, ¿en qué punto está?
R. Ha dado un bajón muy grande. La Iglesia es que ha sido muy descarada.
P. Pues con esto acabamos.
R. ¿Sí? Pues vamos a tomarnos algo…
DNI urgente
Con su primera novela, El manuscrito carmesí, gana en 1990 el premio Planeta. También ha obtenido, entre otros galardones, el premio Nacional de Literatura.
El imposible olvido, La pasión turca y Más allá del jardín son otras de sus obras literarias más conocidas. Las dos últimas adaptadas al cine.
Su novela más reciente es la historia de amor Los papeles de agua (2008).
Hombre de muchas facetas, también es poeta y dramaturgo. Su carrera teatral arrancó con la comedia Los verdes campos del Edén. Y el primer capítulo de su trayectoria poética fue Enemigo íntimo.
En julio de 2011 anuncia en un artículo que tiene cáncer de colon.
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