MADRID.- «La autoexculpación es
un mecanismo mental del ser humano cuando tomamos una decisión en
contra de nuestra escala de valores. No hay justificación para no dar
parte de nuestro dinero, pero es duro actuar contra nuestra ética»,
explica en 'Abc' el psicólogo social Luis Muiño. Los mecanismos clásicos de
justificación son, en este orden: culpar al necesitado de su situación,
dudas sobre la penueria real de la víctima y diluir la responsabilidad
entre la sociedad (los ricos, el Estado, los demás).
«Nos justificamos porque queremos transmitir una identidad social y personal positiva para seguir creyendo que somos buenas personas», explica Guillermo Fouce, presidente de Psicólogos Sin Fronteras
y profesor de la Universidad Carlos III. «Los donativos se dan para no
sentirse mal con uno mismo. No ayudan realmente. Si se quisiera ayudar,
se acompañaría a una persona a los servicios sociales o se formaría
parte activa de una ONG».
No
hay consenso sobre la paradoja de tomar la decisión de ayudar a los
demás es por altruismo o por egoísmo, es decir, si se auxilia para
sentirse uno bien o por aliviar el sufrimiento de los otros. Las
conductas de ayuda al prójimo obedecen a muchos motivos,
especialmente si el comportamiento es espontáneo o reflexivo, según
explica Fernando Chacón, profesor de Psicología Social de la UCM y
experto en altruismo. La reacción rápida depende de factores tan
variables como, por ejemplo, el estado de ánimo, el tiempo o el
atractivo personal de la víctima. Es más fácil ayudar a una persona
guapa, un día de sol agradable y cuando se está un poco bajo
anímicamente para así sentirse mejor. Una persona entristecida asistirá
menos porque está ensimismada, mientras que un eufórico busca que nada
perturbe su estado. También influye el entorno: si la petición ocurre
cuando se está solo es más probable la ayuda, ya que si hay mucha gente
se diluye la responsabilidad.
Una ayuda a largo plazo, por el contrario, depende de una postura reflexiva donde el concepto de responsabilidad ejerce
un gran peso. La dicotomía altruismo-egoísmo compite hasta predominar
una sobre otra. «Hay quien dice que el altruismo no existe. Yo digo que
sí», mantiene Chacón. «Con la mendicidad es diferente, porque actuamos
con un guión habitual, siempre reaccionamos igual ante un pobre, y solo
modificamos el comportamiento si ocurre algo distinto, como una mayor
empatía con el sujeto por una interpelación o por su historia».
Los
expertos reconocen comportamientos que incentivan el sentimiento de
culpa de la persona. Si se mira directamente a los ojos o si se
interpela es más doloroso esquivar al necesitado.
La empatía es fundamental. Cuanto más identificado esté un individuo
con la víctima es más fácil que la socorra. El contexto actual de crisis
económica crea nuevos casos de personas cuya historia vital no es
diferente a la de cualquier trabajador.
«No somos comerciales, no recibimos formación. Solo tratamos de ser lo más humanos posibles. Hay que convencer de algo de lo que se está convencido», explica el voluntario Pastor, antes captador de socios para ACNUR. «Nadie se levanta pensando voy a ayudar a una ONG. En tres minutos de explicación es difícil dar una idea clara del problema».«Un contexto de catástrofe ayuda a la empatía. Sin embargo, una crisis económica se prolonga en el tiempo y da lugar a respuestas distintas y contradictorias»,
apunta el profesor Chacón. Una persona solidaria puede dejar de serlo
porque le bajan el sueldo. Una persona no caritativa puede comenzar a
serlo porque las consecuencias de la crisis están muy presentes. Una
persona no solidaria en paro puede comenzar a dedicar tiempo libre a
voluntariado. En cualquier caso, el último estudio de la Fundación Adecco y Achalay España
demuestra que un 17,2% de los ciudadanos ha finalizado, reducido o
sustituido su colaboración económica con las ONG a causa de la crisis, según 'Abc'.
El presidente de Psicólogos Sin Fronteras es pesimista en su diagnóstico: «La crisis está reforzando el individualismo.
Hay una tendencia a cerrarse en uno mismo y esperar que no nos pase a
nosotros». Las sociedades rurales tradicionalmente son más caritativas
porque su red social cercana es más amplia: familiares, amigos y
conocidos. La ciudad, por el contrario, tiende al individualismo.
Aunque, como apunta el profesor Chacón, en un entorno urbano influye
sobre todo el factor de cantidad, es decir, el hecho de que no se puede
ayudar a todos los necesitados.
«No
damos parte de nuestro dinero por asegurarnos nuestra economía, porque
la conservación puede al altruismo, aunque va en contra de lo que
predicamos. El instinto de conservación
hace que cada uno vea lo suyo, no vemos a los necesitados porque no
queremos verlos», afirma el psicólogo social Muiño. Y matiza: «Pero no
hay justificación ética para no dar parte de nuestro dinero».
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