Ya es un clásico del 12 de octubre y los días previos en las redes
sociales. Por un lado, mensajes y publicaciones recordando que ese día
comenzó un proceso de exterminio de culturas y grupos humanos enteros y
por otro lado, mensajes y publicaciones que con mayor o menor educación
se resumen en: a mí que me cuentas, eso fue hace 500 años y yo no maté a
nadie ni nadie de mis antepasados, además no te quejes que tu origen es
europeo.
Veamos:
¿Fue un genocidio la conquista de América?
Claro que lo fue. Eduardo Galeano lo describe con una calidad
literaria que no le quita rigor. Pero también lo hace Fray Bartolomé de
las Casas (para quien tenga prejuicios en acercarse a Las Venas Abiertas
de América Latina). Ambos deberían ser leídos antes de opinar,
especialmente si no se ha nacido o vivido en América. Fue un genocidio
religioso, cultural y económico. Que haya ocurrido hace mucho hace que
no existan responsables ni víctimas directos, y explica que en su
momento no se haya visto como tal (ni por los victimarios ni por la
víctimas, puesto que el concepto de genocidio ni existía como tal).
¿Son culpables los actuales “descendientes” de los genocidas, los habitantes actuales de los reinos conquistadores?
Claro que no. Estoy de acuerdo con un amigo que con motivo de la
efeméride del 12 de octubre expresó que ninguna condena dura más de una
generación. Las generaciones actuales no son las culpables de ese
genocidio fundante u originario. Parece una tontería aclararlo, pero
resulta necesario cada vez que cuando alguien recuerda el tema, otro se
defiende invocando “a mí que me cuentas” como si se lo hiciera
responsable directo. No, nadie culpa a los españoles actuales de lo
ocurrido en el siglo XVI, así que, por favor, no os defendáis -de eso-
que no hace falta.
¿Subsisten los efectos de ese genocidio, o no?
La conquista de América creó las bases de una estructura social,
política y económica profundamente desigual, tanto en el ámbito
geopolítico (Norte-Sur) como dentro de Latinoamérica. El etnocentrismo
europeo es una realidad actual. El relegamiento económico y político de
los pueblos originarios, de los mestizos, de los “morochitos”, es una
realidad. Que no sorprendiera en su momento que Bolivia tuviera un
presidente que hablaba mejor inglés que castellano y que sí fuera todo
un hito que Bolivia tenga un presidente indígena, es todo un botón de
muestra. Que recién ahora -me refiero a las últimas décadas o años como
mucho- se visibilicen y se reconozcan jurídica y políticamente los
derechos de los pueblos originarios, es también otra prueba.
Que actualmente existen emporios económicos y grandes fortunas -en
ambos lados del Atlántico- que se formaron al amparo de dicho genocidio,
es un dato, no una opinión.
Sí, ya sé, no hace falta que nadie me lo aclare, no hay vuelta atrás,
la historia ha continuado y debemos aceptarla. De hecho no creo que
nadie se plantee seriamente la expulsión de los descendientes de los
conquistadores, ni siquiera que sean restituidas todas las riquezas
expoliadas, literalmente hablando (entre otras cosas porque es imposible
de determinar su cuantía). Una hipotética compensación económica es un
tema mucho más complejo y que pondría a prueba todo el andamiaje actual
del Derecho Internacional Público y Privado.
¿Y los que no somos descendientes de los pueblos originarios no tenemos derecho a hablar del tema ni de recordar el genocidio?
No puedo negar mis orígenes. De hecho, culturalmente me siento lo que
soy, una americana de orígenes europeos, con posiblemente una mínima
parte indígena por parte de mi abuela paterna. Para muchos yo no tendría
derecho a recordar el genocidio y llamarlo como tal sólo porque no soy,
mapuche, qom o aymará. Tendría que aceptar la respuesta muy difundida: y
tú de que hablas si eres europea en realidad. Y yo digo: ¿sólo los
armenios tienen derecho a denunciar el genocidio armenio? ¿Sólo los
judíos, gitanos, polacos, etc. tienen derecho a denunciar el genocidio
nazi? Entonces no hagamos excepciones con el genocidio americano.
¿Y entonces?
Claro que ya no hay culpables de los hechos. Todos murieron, hace
mucho. Pero las consecuencias dañosas subsisten. Y acá es donde entra a
jugar el concepto de responsabilidad, que no es lo mismo que
culpabilidad (reproche subjetivo a una conducta). Responsabilidad de
aceptar la realidad actual. Responsabilidad de hacerse cargo
colectivamente de contribuir a revertir las consecuencias negativas de
un hecho ilegítimo, si pertenecemos al grupo beneficiado por ese hecho.
Responsabilidad de contribuir al diálogo superador. El genocidio nazi se
cerró en los Juicios de Nuremberg, podría decirse. El genocidio
americano ya no puede tener su Tribunal de Potosí. Habrá que encontrar
una manera de cerrarlo. No sé cual es, eso resultará de un esfuerzo
colectivo.
Pero sí se que hay una manera en la que nunca se cerrará, y es
amordazando a quienes lo siguen recordando. Porque es como negarlo.
(*) Master en Derecho Comunitario por la Universidad Carlos III, de Madrid
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