Si en España dices 40, son años. Si dices 40 años, son
Franquismo. Miedo, ignorancia, obediencia y superstición. O sea,
dictadura y catolicismo. 40 años de miedo y obediencia crean una tara de
generaciones. Varias generaciones. O sea, yo, que cumplo este año 45,
seguramente tarada.
Lo
primero que quisimos después de tanta podredumbre –40 años, insisto—
fue divertirnos, claro. Hubo que sacar una teta, meterse una chuta y
mear en la calle. Había prisa por ser otros. Un bar es un buen lugar
para echarse a vivir. Los chicos necesitan expandir su creatividad.
Dejemos que florezca la extravagancia. La responsabilidad es un término a
borrar del diccionario.
Allá
detrás, algunos hombres listos empezaron a construir sobre lo que nunca
se destruyó, borraron con goma de verde billete las manchas negras de
los ribazos, la sangre seca, y silenciaron a escarnios y con la nariz
tapada a aquel pequeño núcleo que quiso abrir la boca. Hoy ya casi todos
han muerto, otros están lejos o pasan por locos. Enamorados de la moda
juvenil. Ningún chaval sabrá de Agustín García Calvo, nadie les contará
que fue Paco Porrúa quien nos trajo Rayuela y Cien años de soledad,
Ballard y Bradbury. En las tribunas de los medios “progresistas”
sentaron a un par de disidentes de la conciencia para ponerse boina.
Ellos también murieron casi todos, y se olvidarán. Recupéreme un fruto
sustancial de la Movida, si es tan amable. Sitúelo en mitad de este
desierto.
Luego, cuando quisimos darnos cuenta, ya nos habían hecho ricos. Cocaína, brother,
cocaína y gastronomía de campanillas para los teóricos del género.
Eliminemos la palabra izquierda. Me han dicho que hay un pueblo donde
quedan dos pobres, podemos ir de viaje. Eliminemos la palabra
libertario. Compra una casa, el teléfono móvil va en el sueldo.
Eliminemos la pana. ¿Ves como tenían razón los de la Transición? Ya
somos europeos, ricos, conectados y cultos. Eliminemos la palabra
asociación. Cada palabra que eliminas mata una idea, y con ella su
posibilidad. Si pagas suficientemente a los de la cultura, te ofrecen un
retrato satisfactorio de nosotros mismos, algo que no moleste, viva el
pop. ¿Quién tiene las pelotas de echar la vista atrás delante de una
preciosísima esferificación de humo? Plop. ¿Quién es el cenizo que
pretende amargarnos nuestro enésimo museo-escultura, la rutilante pista
de aterrizaje? La policía es buena, y nacional, la represión no existe,
lo que hay es mucho fanático de las teorías conspirativas que dice que
El País ya no es El País ni mi casa es ya mi casa, viejos locos.
Pedir
explicaciones no es responsabilidad nuestra. Observar a nuestros
representantes no es responsabilidad nuestra. Enterrar nuestros muertos
no es responsabilidad nuestra. Denunciar los atropellos de los bancos no
es responsabilidad nuestra. Pedir la retirada de los franquistas de los
órganos de poder no es responsabilidad nuestra. Exigir cárcel para los
políticos corruptos no es responsabilidad nuestra. Mirar dentro de los
centros donde se pudren los inmigrantes no es responsabilidad nuestra.
Pensar que llegará el día en el que ya no recibamos fondos de Europa no
es responsabilidad nuestra. ¿No tenemos políticos? ¿No les votamos cada
cuatro años? Pues que trabajen. A mí me gusta el gintónic de Ten, un
gintónic bien hecho sí que es una responsabilidad, y lo demás,
tonterías.
Luego
llegó un señor y dijo “Yo soy de derechas, que es lo único serio”. Dijo
eso y ya no tenía nada enfrente, y en medio de esa nada, la palabra
“miembra”.
Si
en España dices 40, son años. Si dices 40 años, son Franquismo. Y nos
parece una barbaridad de tiempo, porque es una barbaridad de tiempo.
Pues bien, han vuelto a pasar otros 40 años, y ¿qué hemos construido
además de maneras eficaces de sacudirnos la responsabilidad de encima?
Ahora, alguien creerá que inventa los ateneos populares. Y puede que sea
verdad, porque ¿quién recuerda todo aquello? No nosotros, desde luego,
que cedimos la memoria con la misma soltura tarada en tecnicolor con la
que cedimos el poder.
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