“Nos nos vamos hasta que lleguemos a un acuerdo”. Este es el primer tuit que la cuenta @acampadasol lanzó
al ciberespacio la noche del 15 de mayo de 2011, cuando un grupo de
personas que habían asistido a la manifestación convocada por Democracia
Real Ya tomaron ejemplo de la plaza cairota de Tahrir y decidieron
ocupar y quedarse en la céntrica plaza madrileña. Desde entonces y hasta
ahora ha llovido mucho y muchas cosas han cambiado; nada es ya como
antes. El relato de lo que llevó a ese momento, de lo que pasó entonces y
lo que sucedería después lo expuso de forma magistral Javier
Toret, que presentó en Barcelona los resultados de la investigación Tecnopolítica y 15M. La potencia de las multitudes conectadas. Sistema red #15M, un nuevo paradigma de la política distribuida, un título muy largo para un trabajo igualmente exhaustivo que ha llevado a cabo en colaboración con el grupo DatAnalysis 15M y el apoyo del IN3 de la UOC.
Toret y sus colegas se han encerrado durante meses y han analizado y
procesado montones de datos para confirmar su primera hipótesis: el 15M
constata la existencia de un patrón de organización colectiva en red que
ya se había dado antes, aunque no de una forma tan rápida y tan masiva,
y que se ha reproducido después en otros países con movimientos como el
estadounidense Occupy Wall Street o el mexicano Yo soy 132. Les queda
por confirmar otra de mayor enjundia en la que siguen trabajando: este
uso estratégico y colectivo de las herramientas digitales está dando
lugar a un tipo de acción política distribuida que cambia totalmente el
paradigma de la política tal como la habíamos entendido hasta ahora.
No hay como los datos pelados para sustentar o destrozar hipótesis.
La investigación que ha coordinado Javier Toret parte, precisamente, de
la necesidad de dar respuesta a muchos interrogantes y confirmar
teorías, sensaciones y vivencias, porque no hay que olvidar que las
personas involucradas en este trabajo fueron y son protagonistas de los
hechos que han analizado. “Estoy cansado del ‘opinionismo’ general”,
subrayó ayer Toret, aludiendo a los libros y reflexiones más o menos
rápidas y precipitadas que se han publicado sobre el fenómeno del 15M.
“Lo que cuentan son los datos”.
Y los datos abundan y son muy elocuentes. Acerca de los antecedentes
(“No todo empezó porqué sí. Hubo mucho trabajo detrás”), la
investigación confirma que el movimiento más importante en la gestación
del 15M fue el de defensa de internet y de la cultura libre originado a
partir de 2007. No sólo se creó una masa crítica de ciudadanos
conectados que pasaron “de compartir archivos a compartir ideas y
estrategias de acción política”, sino que se generaron una serie de
aprendizajes que con el tiempo se revelarían muy útiles y que se han
incorporado a la práctica diaria del movimiento: utilizar grupos en
Facebook para propagar la información, usar Twitter para realizar
campañas y generar trending topics, diseminar vía streamings
las acciones o reproducir prácticas de desobediencia digital, por
mencionar unos cuantos (un día escribiré sólo sobre el uso de los pads).
La investigación ha rastreado tuits en vivo y a posteriori, los ha procesado, ha asociado usuarios a hashtags y ha detectado bandadas
(% de usuarios de un HT que se pasan a otro) y ha concluido que hasta
un un 31% de los usuarios que habían utilizado el hashtag #nolesvotes
migraron a #spanishrevolution. Resulta interesante también saber que un
1% de usuarios de este último hashtag habían tuiteado previamente con
#25Jan, el hashtag que se usó internacionalmente para informar y apoyar a
la revolución egipcia (este es quizá el único dato concreto que la
investigación ha obtenido para confirmar la influencia de las revueltas
árabes en el surgimiento del 15M, pero se apoya también en los
testimonios de muchos protagonistas, en la ocupación misma del espacio
público y en otros detalles -como el hecho, por ejemplo, que en plaza
Catalunya una zona se bautizara como “Tahrir”).
El desencadenante fue la unión entre esta masa
crítica forjada durante años y el enorme malestar social generado con la
crisis. “Sin malestar social, sin sufrimiento, sin la crisis de
participación y el cuestionamiento del bipartidismo la gente no se
hubiera reapropiado de la tecnología para manifestarse”, consideró
Toret, que distinguió -lo que resulta fundamental- entre el concepto de ciberactivismo (uso político de la tecnología para tener efectos en el mundo virtual y sobre el terreno) del clicktivismo
(o buenismo digital, es decir, activismo débil en internet basado en
clicar al botón de ‘me gusta’ y firmar peticiones en línea).
Del #tomalacalle al #tomalaplaza se pasó en un santiamén. Con las
acampadas, amplificadas desde el ciberespacio a través de cuentas en
Twitter, grupos en Facebook y plataformas web, arranca la fase de explosión, impulsada,
en palabras de Toret, cuando el 16 de mayo “la policía tuvo la astuta y
maravillosa idea de desalojar a la gente de Sol”. Resulta
sintomático de la eficacia del movimiento en red y de la ausencia de
cobertura por parte de los medios convencionales el hecho de que hasta
un 82% de las personas que participaron o simpatizaron con las protestas
se enteraron a través de las redes sociales y un 36%, a través de
amigos (el boca a boca de toda la vida, que bien puede iniciarse
on-offline). Sólo un 33% tuvieron conocimiento de lo que pasaba a través
de la televisión y un 21%, de la prensa escrita. En la valoración de la
importancia que jugaron las redes sociales, lo que más se destaca fue
percibir que había personas afines, conocer los valores de la
manifestación, confirmar que existía un apoyo social a las
reivindicaciones y reforzar la decisión de salir a la calle.
Los datos de formas de participación en el 15M (ver gráfico más
abajo) y de uso de internet de abril a mayo de 2011 reflejan hasta qué
punto el movimiento se articuló y alimentó en red y en la red y actuó en
simbiosis con la calle. Durante ese mes, creció un 17% el tiempo medio
de conexión de los internautas españoles y se generó un 20% más de
tráfico de datos por teléfono. “No sólo la gente utilizaba más la red
sino que la utilizaba para otras cosas, se descargaba menos películas o
jugaba menos online”, explicó Toret. Otras curiosidad: la palabra más
buscada en Google fue “democracia” (“Seguro que no la encontraron”,
murmuró ayer un asistente a la presentación cuando Toret mostró el
gráfico de Google Inside). El apoyo al 15M creció exponencialmente:
según las encuestas, en 2011, hasta 1,5 millones de personas lo apoyaron
activamente, 8,5 millones participaron de algún modo en sus acciones y
hasta 34 millones simpatizaron con él (de 47 millones de españoles).
Javier Toret sostiene que si la gran movilización del 15 de mayo de
2011 (celebrada en 59 ciudades con un total de 130.000 personas) se
transformó en la creación masiva de acampadas fue a causa de la
“conmoción afectiva colectiva de un cuerpo conectado” y gracias a “la
propagación afectiva y viral”. Más que un movimiento, ha dicho a veces,
el 15M es la construcción de un estado de ánimo colectivo. Añadió
una nueva definición, la de una “identidad colectiva madre fuerte” que
se replica viralmente y rápidamente y da a luz a otras identidades
colectivas o las potencia (Iaioflautas, PAH o DRY). ¿Cómo se crea esta
identidad colectiva? ¿Cómo empieza la revolución? Uno de los aspectos
más innovadores y originales de la investigación es el que tiene que ver
con el estudio de las emociones que estuvieron y siguen estando en
juego. “Normalmente, los grandes cambios sociales vienen de grandes
choques emocionales. Las emociones son política y hay que estudiarlas”,
dijo Toret, antes de empezar a exponer la metodología de análisis y
las conclusiones. Lo dejo aquí, porque ya he escrito mucho y porque el
tema merece un post aparte. Avanzo sólo un dato que la investigación ha
comprobado: los tuits del 15M tienen el doble de carga emocional que los
normales y son mucho más virales.
http://guerrerosdelteclado.wordpress.com/2013/02/21/tecnopoliticay15m-genesis-y-explosion/
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