ROMA.- La inesperada renuncia del Papa Benedicto XVI ha privado a los
italianos del único elemento de certeza en momentos de profunda
incertidumbre, con un país asediado por escándalos de corrupción y
dirigiéndose a una elección que no impondrá el cambio radical que muchos
ansían.
El Sumo Pontífice ha sido por mucho tiempo el único elemento
estable para los italianos católico romanos en un estado moderno que se
ha convertido en el centro de la inestabilidad y el fracaso de la clase
política.
Todo cambió hace una semana cuando Benedicto XVI anunció que
sería el primer pontífice en 700 años en renunciar, causando alarma y
desaliento entre muchos fieles en un país cuya historia ha estado
marcada por la presencia de la sede central de la iglesia durante 2.000
años.
"Estamos en un momento de crisis social, ideológica y cultural y
en un momento como ese está muy mal que él se vaya", dijo Emanuele
Vitale, un estudiante siciliano de 22 años que se sumó a las cerca de
100.000 personas que abarrotaron la Plaza de San Pedro el domingo para
presenciar una de las últimas apariciones de Benedicto XVI antes de su
renuncia el 28 de febrero.
Otra persona en la plaza, Antonio Mingrone, un jubilado de 68
años dijo que "es perturbador. En momentos en que existen todos estos
conflictos políticos y una crisis económica, es una cosa más que pesa en
nuestras mentes".
El saliente primer ministro Mario Monti, un católico devoto, se
refirió a la "desorientación" de los italianos por la decisión del Papa.
"Parece que una época está cambiando a ambos lados del (río) Tíber y
sentimos que se nos ha privado de los puntos de referencia".
Massimo Franco, un comentador político y autor italiano de varios
libros sobre El Vaticano, dijo que "la renuncia suma
inestabilidad a la inestabilidad. La iglesia que era una fuente de
estabilidad es ahora una importante fuente de inestabilidad".
"Actualmente el Vaticano es una suerte de espejo de Italia", dijo
Franco. "Antes era lo opuesto. Ahora hay una Italia caótica y un
Vaticano caótico", agregó.
Los italianos votarán el próximo domingo y lunes en una elección
cuyo resultado sigue siendo impredecible, en momentos en que el país
necesita desesperadamente de un Gobierno firme y decisivo para abordar
la recesión, el paralizado crecimiento económico y el alto desempleo.
Sondeos han mostrado en el último año que los italianos están
indignados con una clase política que se ha aferrado a sus propios
privilegios a medida que la tercera economía de la zona euro cae aún más
en la crisis.
En cambio, parece que los políticos están obteniendo el resultado
opuesto al que buscaban. El principal beneficiario sería el cómico
genovés Beppe Grillo, cuyas diatribas cargadas de obscenidades contra la
clase política ha atraído a grandes masas durante su campaña a lo largo
de Italia, aunque su política sigue siendo vaga.
Grillo fue rápido en reaccionar a la renuncia del Papa, al
referir en un mitin en el norte de Italia que "todo está colapsando,
incluso el Papa ha renunciado".
Los italianos están divididos en torno a la decisión del Papa,
pero muchos la consideran un ejemplo para los viejos políticos locales,
especialmente debido a que Benedicto XVI ha lanzado en la última semana
solapados reclamos sobre las rivalidades en el Vaticano, sugiriendo que
las feroces luchas de poder en el Gobierno de la iglesia contribuyeron a
su decisión.
"Por primera vez una persona en el poder ha reconocido que no era
capaz de gobernar y ha renunciado. Un poco de orden también sería bueno
para Italia. Hemos construido un completo sistema político basado en la
corrupción", dijo Marco Orlando, un empleado de 34 años que trabaja en
una organización benéfica.
Pese a los reiterados compromisos, el saliente Parlamento no ha
logrado derogar una despreciada ley electoral que da a los líderes de
los partidos el control sobre quien es elegido.
Los legisladores no han logrado eliminar los extravagantes
privilegios de una "casta" política y estuvieron a punto de aprobar una
amplia ley anti corrupción.
Justo en ese momento, las últimas semanas de la campaña electoral
han visto una extraordinaria ola de escándalos de corrupción que se han
sumado a la indignación de una nación bien acostumbrada a ellos, algo
que pocos creen sea una coincidencia.
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