TÚNEZ.- Los islamistas en el poder en Túnez disolvieron el
Gobierno el miércoles y prometieron celebrar elecciones lo más pronto
posible en un intento por calmar las mayores protestas desde la
revolución de hace dos años, que estallaron por la muerte de un líder
opositor.
El anuncio del primer ministro de que un gabinete de
tecnócratas interino sustituiría a su coalición, liderada por
islamistas, se produjo al final de un día que arrancó con la muerte a
tiros de Chokri Belaid, un abogado izquierdista con un seguimiento
político modesto pero que habló en nombre de muchos que temen que los
radicales religiosos estén apoderándose de las libertades logradas en la
primera de las revueltas de la Primavera Árabe.
Durante el día, los manifestantes se enfrentaron a la
policía en las calles de la capital y otras ciudades, como Sidi Bouizid,
el lugar donde nació la "revolución de Jazmín" que derrocó a Zine al
Abidine Ben Ali en enero de 2011.
En Túnez, la multitud prendió fuego a la sede de
Ennahda, el partido islamista moderado que obtuvo el mayor número de
votos en las elecciones legislativas hace 16 meses.
El primer ministro Hamdi Jebali, de Ennahda, habló en
televisión por la noche para declarar que las semanas de conversaciones
entre varios partidos políticos sobre la remodelación del Gobierno
habían fracasado y que sustituiría todo su Ejecutivo por un equipo de
tecnócratas no partidistas hasta que se celebren elecciones, lo antes
posible.
Los incidentes del miércoles, en los que la policía
dijo murió un oficial, habrían llevado a Jebali, que permanecerá como
primer ministro, a tomar las medidas.
"Después del fracaso de las negociaciones entre las
partes sobre un cambio de gabinete, decidí formar un pequeño gobierno
tecnócrata", dijo.
"El asesinato de Belaid es un asesinato político y el asesinato de la revolución tunecina", agregó.
No estaba claro a quién nombrará para su gabinete, pero
la medida pareció ser bien recibida y las calles permanecían
mayoritariamente en calma en la noche.
Las protestas tras el asesinato de Belaid mostraron la
profunda división entre los movimientos islamistas y laicos, que temen
que la libertad de expresión, la libertad cultural y los derechos de las
mujeres estén amenazados a apenas dos años de que una revuelta popular
puso fin a décadas de dictadura.
"Este es un día negro en la historia moderna de Túnez
(...) Hoy les decimos a los islamistas 'váyanse' (...) es suficiente",
dijo Souad, un maestro de 40 años en las afueras del ministerio del
Interior, donde miles de manifestantes se habían reunido.
"Túnez se sumergirá en sangre si se quedan en el poder", añadió.
La convocatoria a una huelga general para el jueves
podría generar más problemas, aunque la familia de Belaid dijo que su
funeral, otro posible punto álgido, tal vez no se realice hasta el
viernes.
Los islamistas, que sobrevivieron a las décadas de
férrea dictadura, han enfrentado críticas de líderes laicos de que
intentan mezclar las ideas religiosas en el nuevo estado. Aún debe
terminarse la redacción de una Constitución.
Un hombre armado disparó contra Belaid, de 48 años, en
la puerta de su hogar cuando se dirigía al trabajo. El agresor huyó en
una motocicleta. En pocas horas, multitudes se enfrentaban con la
policía, arrojando piedras en medio de ráfagas de gas lacrimógeno.
Las potencias mundiales, cada vez más alarmadas por la
influencia islamistas y los estancamientos políticos, instaron a los
tunecinos a rechazar la violencia y continuar con la transición a la
democracia que comenzaron dos años atrás, cuando su revolución puso fin a
décadas de dictadura e inspiró revueltas similares en Egipto y en
naciones del norte de Africa y Oriente Próximo.
Miles de personas también protestaron en ciudades como
Mahdia, Sousse, Monastir y Sidi Bouzid, donde la policía lanzó gas
lacrimógeno y disparó en advertencia contra manifestantes que
incendiaron automóviles y una comisaría.
Ennahda negó cualquier relación con el asesinato. Su
líder Rached Ghannouchi culpó a quienes buscan desbaratar la transición
democrática en el país. "Túnez hoy se encuentra en uno de los mayores
estancamientos políticos desde la revolución. Deberíamos quedarnos
tranquilos y no caer en un espiral de violencia. Más que nunca
necesitamos unidad", afirmó.
Acusó a sus oponentes laicos de incitar a las personas contra su partido tras el asesinato.
Túnez fue el primer país árabe que derrocó a su líder y
celebró elecciones libres antes de que los levantamientos se
extendieran por la región hace dos años, llevando a la caída de los
dirigentes de Egipto, Yemen y Libia y a la guerra civil en Siria.
Desde la revolución, el Gobierno ha afrontado una serie
de protestas sobre las dificultades económicas y el futuro de Túnez, y
muchos se han quejado de que los salafistas estaban secuestrando la
revolución en un país dominado previamente por una élite laica.
El año pasado, grupos salafistas impidieron la
realización de varios conciertos y obras de teatro en ciudades
tunecinas, diciendo que violaban principios islámicos. Ello preocupa a
los secularistas entre los 11 millones de habitantes, que temen que la
libertad de expresión esté en peligro.
La caída del comercio con la Unión Europea, afectada
por la crisis de deuda, ha dejado a los tunecinos en dificultades para
lograr la mejora del nivel de vida que muchos esperaban tras la salida
de Ben Ali.
El presidente Moncef Marzouki, que el mes pasado
advirtió de que las tensiones podían llevar a la "guerra civil", pidió
calma y acortó un viaje a Francia, además de cancelar una visita a
Egipto prevista para el jueves, tras el asesinato.
"Hay fuerzas políticas en Túnez que no quieren que esta
transición tenga éxito", dijo Marzouki a periodistas en Estrasburgo.
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