miércoles, 6 de febrero de 2013

El Gobierno tunecino cae tras las protestas por la muerte de un opositor

TÚNEZ.- Los islamistas en el poder en Túnez disolvieron el Gobierno el miércoles y prometieron celebrar elecciones lo más pronto posible en un intento por calmar las mayores protestas desde la revolución de hace dos años, que estallaron por la muerte de un líder opositor.

El anuncio del primer ministro de que un gabinete de tecnócratas interino sustituiría a su coalición, liderada por islamistas, se produjo al final de un día que arrancó con la muerte a tiros de Chokri Belaid, un abogado izquierdista con un seguimiento político modesto pero que habló en nombre de muchos que temen que los radicales religiosos estén apoderándose de las libertades logradas en la primera de las revueltas de la Primavera Árabe.
Durante el día, los manifestantes se enfrentaron a la policía en las calles de la capital y otras ciudades, como Sidi Bouizid, el lugar donde nació la "revolución de Jazmín" que derrocó a Zine al Abidine Ben Ali en enero de 2011.
En Túnez, la multitud prendió fuego a la sede de Ennahda, el partido islamista moderado que obtuvo el mayor número de votos en las elecciones legislativas hace 16 meses.
El primer ministro Hamdi Jebali, de Ennahda, habló en televisión por la noche para declarar que las semanas de conversaciones entre varios partidos políticos sobre la remodelación del Gobierno habían fracasado y que sustituiría todo su Ejecutivo por un equipo de tecnócratas no partidistas hasta que se celebren elecciones, lo antes posible.
Los incidentes del miércoles, en los que la policía dijo murió un oficial, habrían llevado a Jebali, que permanecerá como primer ministro, a tomar las medidas.
"Después del fracaso de las negociaciones entre las partes sobre un cambio de gabinete, decidí formar un pequeño gobierno tecnócrata", dijo.
"El asesinato de Belaid es un asesinato político y el asesinato de la revolución tunecina", agregó.
No estaba claro a quién nombrará para su gabinete, pero la medida pareció ser bien recibida y las calles permanecían mayoritariamente en calma en la noche.
Las protestas tras el asesinato de Belaid mostraron la profunda división entre los movimientos islamistas y laicos, que temen que la libertad de expresión, la libertad cultural y los derechos de las mujeres estén amenazados a apenas dos años de que una revuelta popular puso fin a décadas de dictadura.
"Este es un día negro en la historia moderna de Túnez (...) Hoy les decimos a los islamistas 'váyanse' (...) es suficiente", dijo Souad, un maestro de 40 años en las afueras del ministerio del Interior, donde miles de manifestantes se habían reunido.
"Túnez se sumergirá en sangre si se quedan en el poder", añadió.
La convocatoria a una huelga general para el jueves podría generar más problemas, aunque la familia de Belaid dijo que su funeral, otro posible punto álgido, tal vez no se realice hasta el viernes.
Los islamistas, que sobrevivieron a las décadas de férrea dictadura, han enfrentado críticas de líderes laicos de que intentan mezclar las ideas religiosas en el nuevo estado. Aún debe terminarse la redacción de una Constitución.
Un hombre armado disparó contra Belaid, de 48 años, en la puerta de su hogar cuando se dirigía al trabajo. El agresor huyó en una motocicleta. En pocas horas, multitudes se enfrentaban con la policía, arrojando piedras en medio de ráfagas de gas lacrimógeno.
Las potencias mundiales, cada vez más alarmadas por la influencia islamistas y los estancamientos políticos, instaron a los tunecinos a rechazar la violencia y continuar con la transición a la democracia que comenzaron dos años atrás, cuando su revolución puso fin a décadas de dictadura e inspiró revueltas similares en Egipto y en naciones del norte de Africa y Oriente Próximo.
Miles de personas también protestaron en ciudades como Mahdia, Sousse, Monastir y Sidi Bouzid, donde la policía lanzó gas lacrimógeno y disparó en advertencia contra manifestantes que incendiaron automóviles y una comisaría.
Ennahda negó cualquier relación con el asesinato. Su líder Rached Ghannouchi culpó a quienes buscan desbaratar la transición democrática en el país. "Túnez hoy se encuentra en uno de los mayores estancamientos políticos desde la revolución. Deberíamos quedarnos tranquilos y no caer en un espiral de violencia. Más que nunca necesitamos unidad", afirmó.
Acusó a sus oponentes laicos de incitar a las personas contra su partido tras el asesinato.
Túnez fue el primer país árabe que derrocó a su líder y celebró elecciones libres antes de que los levantamientos se extendieran por la región hace dos años, llevando a la caída de los dirigentes de Egipto, Yemen y Libia y a la guerra civil en Siria.
Desde la revolución, el Gobierno ha afrontado una serie de protestas sobre las dificultades económicas y el futuro de Túnez, y muchos se han quejado de que los salafistas estaban secuestrando la revolución en un país dominado previamente por una élite laica.
El año pasado, grupos salafistas impidieron la realización de varios conciertos y obras de teatro en ciudades tunecinas, diciendo que violaban principios islámicos. Ello preocupa a los secularistas entre los 11 millones de habitantes, que temen que la libertad de expresión esté en peligro.
La caída del comercio con la Unión Europea, afectada por la crisis de deuda, ha dejado a los tunecinos en dificultades para lograr la mejora del nivel de vida que muchos esperaban tras la salida de Ben Ali.
El presidente Moncef Marzouki, que el mes pasado advirtió de que las tensiones podían llevar a la "guerra civil", pidió calma y acortó un viaje a Francia, además de cancelar una visita a Egipto prevista para el jueves, tras el asesinato.
"Hay fuerzas políticas en Túnez que no quieren que esta transición tenga éxito", dijo Marzouki a periodistas en Estrasburgo.

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