BRUSELAS.- No debe ser fácil ser Angela Merkel. La canciller alemana lleva años
dictando la política económica europea y se enfrenta, por el flanco
izquierdo, a un nutrido grupo de brillantes economistas —los Stiglitz,
Krugman, Blanchard y tantos otros— que consideran que las ideas
neoliberales están incrustadas en las infraestructuras básicas de Berlín
y de Europa, y que advierten que la austeridad no va a generar ni el
crecimiento ni la confianza que nos prometían Berlín y Bruselas. Justo
al otro lado, hay un segundo grupo que acusa a Merkel de blandengue.
Sostienen que Berlín debería oponerse frontalmente a las políticas
europeas, desde los rescates a las medidas extraordinarias del BCE,
porque son una especie de placebo: la terapia equivocada que no va a
conseguir más que retrasar el imprescindible y dolorosísimo ajuste que
está por venir.
Hans-Werner Sinn, presidente del influyente think tank
alemán IFO, es quizá el máximo exponente de esa facción que reclama a
Merkel que se oponga a casi todo, que sostiene que la oleada de
austeridad no ha hecho más que empezar.
Controvertido, dogmático, con fama de riguroso y con ese aire
peculiar que le dan la barba de Capitán Ahab y un poso ideológico que le
convierte en una especie de Moby Dick de la economía, Sinn es lo más
parecido a una estrella del pop entre los economistas alemanes. Sus
libros —con títulos esperanzadores: ¿Puede salvarse Alemania?— se venden
como rosquillas. Sus charlas llenan auditorios. Sus opiniones tienen
una formidable tracción, hasta en la cancillería, a quien se enfrenta
cuando considera que cede demasiado ante Europa. Agitador y
propagandista de sí mismo, en el arranque de la crisis detonó todas las
alarmas con un vaticinio apocalíptico: “Dentro de unos años, nuestros
hijos se verán obligados a ir al Sur de Europa a recuperar nuestro
dinero”. Ahora, proclama que el Sur tiene que acometer una sensacional
devaluación interna, y que ya no hay excusas: eso o el final del euro.
Llegado desde Múnich, Sinn recibe a este diario en la sede del Centro de
Estudios Políticos Europeos (CEPS) en Bruselas. Pega duro. Pero
curiosamente algunas de sus recetas coinciden con las de sus
antagonistas más zurdos y neokeynesianos. Cosas de esa lasaña de
complejidades en la que se ha convertido la economía europea.
Pregunta. Considera que el Sur apenas ha iniciado la senda de ajustes. ¿De qué han servido entonces tres años de austeridad?
Respuesta. El efecto tango que provocó el euro durante
años requiere ahora de un fuerte reequilibrio. No hay soluciones
fáciles: va a ser doloroso. Hay tres alternativas. Una: devaluación
interna en el Sur. Dos: devaluación interna en el Sur a través de una
expansión en el Norte. Y tres: salida del euro de algunos países. Lo más
probable es una combinación de esas opciones. España, Portugal y Grecia
necesitan una devaluación interna del 30%; Francia, del 20%; Italia, un
recorte de precios del 10%. A la vez Alemania debe encarecerse un 20%.
Es cierto que desde el arranque de la crisis hubo ajustes en la
periferia, pero escasos en general.
P. ¿Qué le espera a España?
R.
La ventaja de España es su potencial para recuperar competitividad. Ha
mostrado flexibilidad, y eso hace posible mejorar vía exportaciones. La
desventaja es su deuda externa, de más de un billón de euros. Pero lo
más importante es la competitividad, y ahí soy medianamente optimista. A
la vez, no tengo dudas de que les espera una década, incluso más, de
austeridad hasta llegar a esa devaluación interna del 30%.
P. ¿Final del túnel para... 2023?
R. Sí, algo así, porque las primeras medidas acaban
de aprobarse. Cuando Alemania entró en crisis, allá por 1995, no empezó a
levantar cabeza hasta 2002, siete años después. España necesita un
lapso de tiempo equivalente hasta que la sociedad y los políticos
entiendan la gravedad de la crisis, hasta generar el entorno que permita
hacer reformas. Eso está llegando. A partir de ahí hay que esperar otra
década más para que los esfuerzos den resultado.
P. ¿Alemania no debería cambiar de política para hacer más suave esa travesía del desierto?
R. Alemania puede expandirse; otros países con
superávit pueden hacer lo mismo. Lo preferible es que el ahorro alemán
no se vaya a otros países, sino que cree una burbuja en casa. Las
fuerzas del mercado van a favorecer ese movimiento, aunque con Alemania
no es sencillo. Ya hay un incipiente boom de la construcción, y los
precios y salarios van hacia arriba junto a la economía. La
competitividad de la exportación va a bajar gradualmente.
P. ¿Así de fácil?
R. Quizá no. Alemania no va a expandirse tan rápido
como lo hizo el Sur cuando nosotros lo necesitábamos: los alemanes
tenemos una relación paranoica con la inflación. Pero hay cosas que
pueden ayudar: una devaluación fiscal en la periferia (reducir las
cotizaciones sociales y subir el IVA) facilitaría las cosas. Además,
debe haber quitas significativas en el Sur: algunos países no pueden
satisfacer sus deudas, y eso es mejor que los rescates.
P. ¿Y mutualizar deuda?
R. Es la receta adecuada para resucitar conflictos. Lo demuestra la historia de EE UU.
P. El FMI, que no es precisamente heterodoxo,
defiende la mutualización. Y mantiene que el exceso de austeridad
europeo es contraproducente.
R. En la zona euro la austeridad es inevitable. Es
un proceso extremadamente difícil, pero no hay alternativa. Algunos
querrían menos ajustes. Lo entiendo. Pero menos austeridad supondría
menos sufrimiento ahora a cambio de más dolor en el futuro y de aumentar
el riesgo de ruptura del euro. No hay que hacerse ilusiones con el
dolor que viene. Será duro. Las devaluaciones internas pueden ser
crueles. Pero si algún país cree que va a ser demasiado, se puede salir
del euro.
P. Es el caso de Grecia, según su tesis. ¿Y España?
R. No creo que España tenga que salir. Grecia sí:
está en una situación tan desesperada, no podrá prosperar en el euro.
Las actuales exigencias europeas sacrifican a una generación a un
desempleo masivo. Portugal está en una situación similar.
P. ¿Qué papel juega el BCE?
R. El BCE ha empleado una lógica convincente a fin
de no permitir el colapso. Pero imprimir dinero infravalorando los
riesgos no es una solución a largo plazo. Se ha aliviado el dolor, pero
con ello solo se posponen los ajustes necesarios. El BCE, la Comisión y
el FMI diagnosticaron mal la crisis, como si fuera un problema puramente
fiscal y financiero, sin caer en la pérdida de competitividad del Sur.
Por eso hemos acudido a apaños en lugar de buscar soluciones reales.
Existen serios riesgos de desestabilización de seguir con esa política
de rescates.
P. En España existe la sensación de que el Gobierno alemán agrava la crisis con declaraciones y decisiones malintencionadas...
R. Depende... La crisis se generó por el excesivo
flujo de capitales de Alemania hacia el Sur; eso sobrecalentó las
economías de la periferia y las hizo dependientes del crédito externo.
Los mercados han entendido ese error; lo están corrigiendo. Pero no te
puedes lavar la cara sin mojarte.
P. ¿Un consejo para Rajoy?
R. Rajoy debe aprobar otra reforma laboral que
flexibilice los salarios a la baja. Eso hizo Schröder en 2003. Eliminó
el salario mínimo y laminó el Estado del Bienestar privando a millones
de personas de sus ayudas sociales: eso causó disturbios y protestas. Le
costó el cargo. Sin embargo, se trataba de la política adecuada. Puede
que con eso Rajoy no consiga gobernar mucho tiempo, pero eso es lo que
España necesita.
P. Aconseja germanizar España: trasladar el modelo alemán a toda Europa.
R. Esa es la única posibilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario