MADRID.- En un informe de Cáritas del año pasado, se mostraba que en España ya había 580.000 hogares sin ingresos, un 34% más que en 2007. Los recortes
acumulados han dejado a muchas de estas personas desprotegidas y en una
situación cada vez más desesperada, agravada por el incremento de la
distancia entre ricos y pobres. Aunque las circunstancias parezcan
apuntar en otra dirección en España, donde el fin del terrorismo es una
de las pocas noticias positivas que acompañó a la llegada de la crisis,
hay indicios que relacionan las crisis bancarias con el incremento de
este tipo de actividades.
Algunos grupos violentos, como el IRA
Auténtico en Irlanda, han utilizado la situación económica como
justificación para sus actividades. En un comunicado de 2011,
este grupo afirmaba que sus ataques contra bancos eran legítimos porque
“las comunidades de clase trabajadora son las que más están sufriendo
el efecto de los recortes de servicios esenciales y la pobreza es ahora
endémica”.
Para tratar de comprobar si realmente existe el vínculo entre crisis
financiera y actividad terrorista, en un estudio dirigido por Thomas Gries, de la Universidad de Paderborn en Alemania, se ha analizado el efecto de las crisis bancarias
-caracterizadas por dificultades en el sistema bancario y ayudas
políticas- en el terrorismo doméstico de 146 países entre 1972 y 2006.
El resultado indica que el vínculo existe. Los investigadores calcularon
que una crisis bancaria produce, de media, un incremento del 54% en el
terrorismo doméstico a lo largo de los cinco años siguientes. Sin
embargo, en el artículo en el que se explican los resultados del
estudio, publicado en la revista Economics Letters, se afirma
que esta relación no afecta a todos los países por igual. En las
economías avanzadas no se observó que las crisis bancarias incrementasen
los atentados terroristas, pero en los países en desarrollo su número
se multiplicó por más de dos.
Estas diferencias entre las economías más y menos avanzadas tiene
también su explicación en las circunstancias económicas que pueden hacer
crecer el terrorismo. En primer lugar, las crisis bancarias producen
desempleo y con él se incrementan los problemas económicos que pueden
alimentar el terrorismo. Según algunos investigadores,
el terrorismo suele florecer durante las crisis porque las
posibilidades de mejora económica por vías no violentas son cada vez más
limitadas y los medios violentos para cambiar la situación
socioeconómica se vuelven más atractivos.
En segundo lugar, las crisis dejan mermadas las finanzas del Estado,
reduciendo los ingresos por impuestos y aumentando la deuda pública. Al
mismo tiempo, los escasos recursos disponibles se destinan a costosos
rescates bancarios o políticas fiscales expansivas para estabilizar el
sistema económico y financiero. Estos fondos muchas veces provienen de
recortes en otros campos como las políticas sociales o la seguridad.
Así, se debilita la barrera que forman instituciones sólidas, una buena
red de seguridad social y el imperio de la ley frente al terrorismo.
Además, los recortes en inversión pública pueden producir un círculo
vicioso que empeore aún más las condiciones económicas y abone la
aparición de grupos violentos.
Por último, la debilidad institucional y económica del Estado puede
provocar respuestas como huelgas y disturbios que mermen aún más la
estabilidad política. Esta situación de debilidad del Gobierno puede
dejar libre un espacio para que los terroristas potenciales adquieran
algunas habilidades, en el ámbito del reclutamiento y la comunicación,
que son necesarias para iniciar y mantener una campaña terrorista, como han mostrado algunos estudios.
En todos estos casos, las economías más avanzadas tienen mejores
mecanismos para hacer frente a las dificultades que presentan las crisis
bancarias. Un buena regulación del mercado financiero o políticas
monetarias o de estímulo fiscal adecuadas pueden ser útiles para reducir
la duración de la crisis. Además, un Estado de bienestar eficiente
puede limitar el malestar provocado por las dificultades económicas y
con ello limitar el deterioro institucional que llega fruto de los
problemas económicos y financieros.
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