Gran parte de la clase política, y también de amplios
sectores de la población Mariano Rajoy
se ha volcado con la esperanza de encontrar un proyecto capaz de
ilusionar al país para que los Juegos vengan a Madrid, en unos momentos
de desilusión colectiva por la crisis política y económica que vive el
país, que por otra parte, según muchos no está para unos Juegos que,
digan lo que digan, al final terminarán, costando un dinero que no
tenemos.
andarán pendientes este sábado de la reunión que el Comité Olímpico Internacional (COI) celebra en Buenos Aires, para elegir la sede de los Juegos Olímpicos del 2.020, sobre los que el Gobierno de
Una capital europea, Madrid, se la juega, frente a dos asiáticas, Tokio y Estambul, y una situación económica deteriorada, con un índice de paro de un 27 por ciento, tendrá que competir con las dificultades políticas que está atravesando Estambul y con los problemas medioambientales que está teniendo Tokio, que no termina de controlar los efectos del reactor nuclear de Fukushima, una auténtica bomba de relojería, cuyos efectos contaminantes nucleares pueden llegar en las próximas semanas, según los expertos, a las costas de Estados Unidos.
Turquía es el único de los tres países finalistas que no ha tenido nunca una Olimpiada (Tokio ya la tuvo en 1964) y, por eso la delegación turca confía en el éxito y ser el primer país (a horcajadas entre Europa y Asia), de mayoría musulmana, que obtiene la organización de los Juegos, después de que ellos presionaran a favor de Río como primera sede en América Latina. Turquía está dispuesta a invertir 17.000 millones de euros en infraestructuras, pero han sido los últimos acontecimientos en Estambul, con fuertes contestaciones populares, los que han ofrecido la imagen de un país inquieto, inseguro que puede influir negativamente en la candidatura.
Madrid se centra en los Juegos de la austeridad, con un presupuesto de 4.000 millones de euros, tratando de demostrar que las Olimpiadas no son un lujo, sino una oportunidad para todos los países que deseen participar. La capital de España lo intenta por cuarta vez. La primera vez fue para la edición de 1972; luego no pudo conseguir ni los Juegos de 2012 ni los de 2016. Punto de fuerza de Madrid es un gran número de instalaciones ya listas; falta sólo el barrio olímpico; sin embargo, el punto débil está representado por una crisis económica que no ha sido aún superada, aunque las autoridades sostienen que en el 2020 esteremos en plena recuperación económica.
Queda Tokio. Que, según las apuestas, es la ciudad favorita, tras haber sido rechazada para la edición de 2016. La ciudad japonesa acogió ya con gran éxito los Juegos en 1964, y una parte de las instalaciones, serán construidas o reestructuradas precisamente en la zona donde se encontraban las construidas hace 49 años. Una idea, ésta, que le gusta al COI.
Sin querer estropear eso que llaman “espíritu olímpico”, no estoy seguro que estemos para Juegos y no es excusa intentar vender unos juegos low cost, austeros, para convencer a una población de esa gran gesta olímpica que podemos conseguir este sábado, cuando la principal preocupación de esa población, de esos ciudadanos, es el paro, el deterioro económico familiar que están sufriendo y la deuda de un Ayuntamiento, como el de Madrid, que tendrán que terminar pagándola sus nietos.
Porque, además, no es verdad, que todo sea low cost, como dice ahora, y que todas las infraestructuras estén ya realizadas. El Comité Olímpico Internacional ha dejado claro en un dictamen, que de las 36 instalaciones deportivas necesarias, sólo 22 están acabadas, mientras que cuatro requieren obras de importancia y diez quedan por hacer desde cero.
Si el sábado hay Juegos, lo primero que hay que hacer es constituir una Comisión imparcial que controle todos los gastos al céntimo, para que esos Juegos no se conviertan, de nuevo, en un valioso botín económico.
andarán pendientes este sábado de la reunión que el Comité Olímpico Internacional (COI) celebra en Buenos Aires, para elegir la sede de los Juegos Olímpicos del 2.020, sobre los que el Gobierno de
Una capital europea, Madrid, se la juega, frente a dos asiáticas, Tokio y Estambul, y una situación económica deteriorada, con un índice de paro de un 27 por ciento, tendrá que competir con las dificultades políticas que está atravesando Estambul y con los problemas medioambientales que está teniendo Tokio, que no termina de controlar los efectos del reactor nuclear de Fukushima, una auténtica bomba de relojería, cuyos efectos contaminantes nucleares pueden llegar en las próximas semanas, según los expertos, a las costas de Estados Unidos.
Turquía es el único de los tres países finalistas que no ha tenido nunca una Olimpiada (Tokio ya la tuvo en 1964) y, por eso la delegación turca confía en el éxito y ser el primer país (a horcajadas entre Europa y Asia), de mayoría musulmana, que obtiene la organización de los Juegos, después de que ellos presionaran a favor de Río como primera sede en América Latina. Turquía está dispuesta a invertir 17.000 millones de euros en infraestructuras, pero han sido los últimos acontecimientos en Estambul, con fuertes contestaciones populares, los que han ofrecido la imagen de un país inquieto, inseguro que puede influir negativamente en la candidatura.
Madrid se centra en los Juegos de la austeridad, con un presupuesto de 4.000 millones de euros, tratando de demostrar que las Olimpiadas no son un lujo, sino una oportunidad para todos los países que deseen participar. La capital de España lo intenta por cuarta vez. La primera vez fue para la edición de 1972; luego no pudo conseguir ni los Juegos de 2012 ni los de 2016. Punto de fuerza de Madrid es un gran número de instalaciones ya listas; falta sólo el barrio olímpico; sin embargo, el punto débil está representado por una crisis económica que no ha sido aún superada, aunque las autoridades sostienen que en el 2020 esteremos en plena recuperación económica.
Queda Tokio. Que, según las apuestas, es la ciudad favorita, tras haber sido rechazada para la edición de 2016. La ciudad japonesa acogió ya con gran éxito los Juegos en 1964, y una parte de las instalaciones, serán construidas o reestructuradas precisamente en la zona donde se encontraban las construidas hace 49 años. Una idea, ésta, que le gusta al COI.
Sin querer estropear eso que llaman “espíritu olímpico”, no estoy seguro que estemos para Juegos y no es excusa intentar vender unos juegos low cost, austeros, para convencer a una población de esa gran gesta olímpica que podemos conseguir este sábado, cuando la principal preocupación de esa población, de esos ciudadanos, es el paro, el deterioro económico familiar que están sufriendo y la deuda de un Ayuntamiento, como el de Madrid, que tendrán que terminar pagándola sus nietos.
Porque, además, no es verdad, que todo sea low cost, como dice ahora, y que todas las infraestructuras estén ya realizadas. El Comité Olímpico Internacional ha dejado claro en un dictamen, que de las 36 instalaciones deportivas necesarias, sólo 22 están acabadas, mientras que cuatro requieren obras de importancia y diez quedan por hacer desde cero.
Si el sábado hay Juegos, lo primero que hay que hacer es constituir una Comisión imparcial que controle todos los gastos al céntimo, para que esos Juegos no se conviertan, de nuevo, en un valioso botín económico.
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