MADRID/MILÁN.- En gran parte del sur de Europa, las pensiones han sido la
fuente más estable de ingresos durante los últimos cinco años de
dificultades económicas. En España, aumentaron un 8,3 por ciento entre
2008 y 2012, según las estadísticas. Por contra, los ingresos de las
personas entre los 30 y los 44 años -el mayor grupo de población activa-
cayó un 2,8 por ciento por la pérdida de empleos y los recortes
salariales.
Los jubilados representan el 17 por ciento de los hogares
españoles pero financian a un porcentaje equivalente al doble de
familias. Italia es parecida: los ingresos de los pensionistas
aumentaron un 4,6 por ciento entre 2008 y 2012, mientras que los de los trabajadores con contratos a largo plazo - el principal tipo de empleo - cayeron en
el mismo porcentaje. Cuatro de cada diez italianos recibió ayuda
financiera de sus padres el año pasado, según un estudio de la
asociación agrícola Coldiretti.
En España, más de uno de cada cuatro personas en edad de
trabajar está en paro, y la tasa entre los menores de 25 años que
tampoco estudian se encuentra en el 55 por ciento.
Este desfase de ingresos entre mayores y jóvenes apunta a un
problema crónico agravado por la crisis: cómo reequilibrar los sistemas
de bienestar europeos para hacer que sean sostenibles y justos en
términos sociales.
Un ejemplo: aunque el gasto del Estado español en pensiones
aumentó un 18,2 por ciento en 2008-2012, el de educación y sanidad cayó
un 8,1 y un 0,1 por ciento respectivamente. Este año, el dinero para
centros escolares, hospitales e investigaciones con fondos públicos va a
caer todavía más mientras aumenta el coste de las pensiones.
La riqueza de los pensionistas en comparación con sus hijos y
nietos ha creado una dependencia que puede afectar a la generación que
ahora se encuentra entre los 30 y los 40 años durante el resto de sus
vidas.
"Estamos frente a una bomba de relojería generacional", dice
Alessandro Gentile, doctor en sociología en la Universidad de Zaragoza.
Debido a que los jóvenes de hoy en día tienen más posibilidades
que antes de quedarse en el paro o tener un trabajo muy precario, sus
pensiones serán más bajas. Esto quiere decir que al final no tendrán la
capacidad de sostener a sus hijos financieramente. En ese momento, el
modelo de la solidaridad familiar entrará en "cortocircuito".
No es sencillo cambiar de un día para otro los sistemas de
pensiones, el mayor apartado del gasto en prestaciones sociales en casi
toda Europa.
Muchos gobiernos comenzaron a retocar sus deficitarios sistemas
de pensiones hace una década y la edad de jubilación ha subido para
recoger el aumento en la esperanza de vida. En España, por ejemplo, la
gente se jubilará a los 67 años en 2027 en comparación con los 65 de
este año.
Asimismo, en muchos países europeos se han introducido fórmulas
de capitalización individual para contribuir al pago de las pensiones,
en contraposición a los sistemas de reparto en los que los trabajadores
en activo financian con sus cotizaciones las prestaciones públicas de
los jubilados. Los gobiernos afirman que esto hace que el sistema sea
más sólido financieramente.
Sin embargo, en la mayoría de los casos las reformas no
surtirán efecto hasta 2030 o incluso después. Ante el enorme poder
electoral de los pensionistas, los políticos se resisten a acelerar los
cambios.
Grecia es el único país que ha tomado medidas drásticas,
obligada a recortar las pensiones en un 30 por ciento entre 2009 y 2013
como condición a su rescate internacional.
La crisis económica también ha socavado las reformas iniciadas
en los noventa; con tanta gente en paro, no hay suficientes trabajadores
bien pagados que contribuyan al sistema para financiar sus necesidades.
"No es sostenible con este nivel de empleo, con este tipo de
empleo y con estos salarios tan bajos", dice José Carlos Díez, profesor
de economía en la universidad de Icade, en Madrid.
Por ejemplo, el paro español es del 25,9 por ciento mientras
que alrededor de 5 millones de personas -en torno a un 30 por ciento de
la población ocupada- tiene empleos a corto plazo o de jornada reducida,
por lo que sus contribuciones al sistema de pensiones es limitada.
Según el instituto europeo de estadísticas, Eurostat, los
mayores de 65 años supondrán el 31,6 por ciento de la población en 2050 -
por encima del 17 por ciento de hoy -, mientras que el número de
personas entre los 25 y los 64 años caerá al 34,8 por ciento desde el
44,9 por ciento.
Como resultado, habrá 1,1 trabajadores por cada pensionista en
España, mucho menos que los 1,8 trabajadores actuales. Esto
probablemente se traduzca en números rojos para la Seguridad Social, que registró un déficit de 11.800 millones de euros el año pasado.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, está tratando de
frenar la sangría, financiando las pensiones con 16.000 millones
procedentes del Fondo de Reserva. Pero el dinero se habrá agotado en
2020 si no hay cambios.
Las generaciones mayores en España, Italia y Grecia cuidan de
sus nietos y es habitual que los hijos acojan a sus padres en sus
hogares. Pero no todos los pensionistas pueden ayudar en las finanzas
sin sufrir penurias ellos mismos.
El colchón familiar del sur de Europa ha compensado también el
bajo gasto público en otras prestaciones, como las ayudas al paro o al
cuidado de los ancianos y los niños. En porcentaje del PIB, Italia,
España y Grecia gastan menos en estos servicios que los del norte de Europa, según la OCDE.
El economista José Antonio Herce dice que tras años de
austeridad, los gobiernos del sur de Europa se verán tentados a dar más
dinero a los ciudadanos recortando impuestos. Pero cree que se debería
gastar más en prestaciones para la población activa, como cursos de
formación que ayuden a gente a encontrar nuevos y mejores
empleos.
"Tendríamos que aprovechar cualquier bolsa de crecimiento para
reconciliarse con los mas desfavorecidos y reducir las desigualdades que
la crisis ha generado", dice Herce, doctor en economía en la
Universidad Complutense de Madrid y socio de AFI (Analistas Financieros
Internacionales).
Solo el trabajo bien pagado ofrece una solución a largo plazo
para la generación más joven no se tenga que enfrentar al inevitable fin
de la financiación del Banco de Mamá y Papá.
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