viernes, 26 de septiembre de 2014

Las dos espadas / Ramón Cotarelo *

El inevitable obispo soltó ayer una bomba pastoral. Indignado por la claudicación del gobierno en el aborto, lanzó una tremebunda marianítica, llamando "desleal", "insensato" y falto de "rigor intelectual" al presidente del gobierno. Como suena; lo comentaré más abajo. Utiliza el prelado una terminología casi apocalíptica, curiosa mezcla de retórica bíblica ("diabólica síntesis", "estructuras de pecado", "excomunión") y lenguaje ilustrado y tecnocrático ("feminismo radical", "imperialismo transnacional neocapitalista" (sic), el "lobby LGTBQ"), en un batiburrillo confuso que muestra tanto desconocimiento sobre la edad contemporánea como prepotencia en la imposición general de un dogma religioso tan opinable, problemático e incierto como cualquier otro, el musulmán o el judaico, por ejemplo.

Lo que delata el exabrupto obispal, en realidad, es una indignación mucho más profunda. Muy alarmado, monseñor llama ya a la acción política para imponer la doctrina social de la iglesia. Incluso lleva su audacia a proponer por enésima vez la posibilidad de regenerar los partidos políticos mayoritarios, aunque hasta ahora estos intentos han sido siempre improductivos. Es un lenguaje altanero. Invocar la regeneración de los partidos no por la corrupción, la falta de representatividad, sus estructuras no democráticas, sino porque ha habido un choque de carácter dogmático revela soberbia eclesiástica hasta en España, país sumiso a los desvaríos de la religión, y ha irritado a los políticos. Pedro Sánchez, convertido en una especie de cañón giratorio con encargo de disparar a todo lo que se mueva, respondía horas más tarde con una carta abierta de la que también diremos algo. Pero ese sobresalto de los políticos, yerra el punto central de la indignación clerical, que está oculto en la combativa epístola obispal.

Ciertamente, el aborto es cosa de la que la iglesia ha hecho causa mayor, cosa de principios irreductibles, valores, fundamentos. Pero, en el fondo, la trinchera es una avanzadilla de un frente más profundo en que hay dos elementos decisivos: la perpetuación de la supeditación de la mujer negándole un derecho esencial a su vida, y el núcleo de la teología política católica basada en la teoría de las dos espadas del Papa Gelasio. Las dos espadas, forjadas por Dios, son autónomas. En uso de esa autonomía, el gobierno comunicó a la jerarquía la retirada de la ley contra el aborto antes que al pais y al parlamento. Quizá antes que al ministro de Justicia.

Ya solo este hecho obliga a cualquiera con alguna conciencia cívica a preguntarse quién gobierna en España, si el poder civil o la iglesia. Es obvio que los proyectos legislativos más ideológicos de este gobierno, la reforma del aborto y la de la educación, vinieron dictados por los curas. Lógico, creen los gobernantes, acudir a ellos a comunicarles antes que a nadie las dificultades para realizarlas. Sí, cierto, piensa el obispo; pero no es bastante. La teoría de las dos espadas afirma la superioridad de la espiritual sobre la terrenal; esta es autónoma excepto en aquellos casos que afectan a cuestiones espìrituales, privativas de la iglesia. En ese caso el poder espiritual prevalece sobre el temporal. ¡Justo lo que no ha pasado! El gobierno, aleve, ruin, cobarde, traidor, ha faltado a su obligación. La segunda espada se ha alzado sacrílegamente contra la primera. Procede la excomunión, gruñe el obispo y no cualquiera sino latae sententiae, en el momento del pecado/delito, porque el aborto es, sobre todo, un pecado.

Esa es la razón de la furia obispal, expresada con muchas protestas de respeto a las autoridades, pero tanto más enconada cuanto no puede hacerse pública: si cedéis en el aborto, acabaréis practicando el regalismo, el laicismo, el relativismo, relajando el control sobre esas enemigas del cuerpo místico que son las mujeres y hasta aceptando que la iglesia deje de financiarse con cargo al erario público y la sostengan los fieles. Y eso ya son palabras mayores.

Así que el obispo entra a saco. Rajoy, el desleal, ha inclumplido su promesa electoral en relación con el aborto. O no se ha enterado de que el hombre lleva tres años incumpliendo sus promesas electorales, lo que sería grave, o eso le importa una higa, lo que sería peor viendo los parados, los jóvenes, la violencia de género, los desahucios, la pobreza infantil. Da igual. Rajoy es un "insensato" y carece de "rigor intelectual". Esto último es obvio; basta con oírlo hablar. Pero quizá el obispo debiera vigilar el suyo. Al igual que Ruiz-Gallardón, por darse aires de enterados en las líneas actuales de pensamiento social, político, filosófico, utilizan conceptos que no entienden o que instrumentalizan de forma lamentable, ridículo. No es exagerado decir que el párrafo siguiente muestra la necesidad de que el prelado se informe algo más porque, en verdad, es que no tiene ni idea de lo que dice, o vaya al psiquiatra: el Partido Popular es liberal, informado ideológicamente por el feminismo radical y la ideología de género, e “infectado” como el resto de los partidos políticos y sindicatos mayoritarios, por el lobby LGBTQ; siervos todos, a su vez, de instituciones internacionales (públicas y privadas) para la promoción de la llamada “gobernanza global” al servicio del imperialismo transnacional neocapitalista. Substitúyase el lobby LGBTQ por los protocolos de los sabios de Sión, el Partido Popular por el Liberalismo, el feminismo radical y la ideología de género por la masonería y el judaísmo internacional, la gobernanza global por la tiranía de Satanás y el imperialismo transnacional neocapitalista por el Anticristo y el discurso es el de siempre.

Pedro Sánchez se ha sentido obligado a pergeñar una carta abierta que ha publicado en Twitter, con buena intención, pero con falta de enjundia. Una carta de protesta, sí, pero también sumisa, redactada en esos términos conciliatorios que luego impulsan al PSOE cuando tiene el poder a confraternizar con la iglesia, no en todos los aspectos, pero sí en algunos cruciales en los que el socialismo, típico producto del enteco nacionalismo español de raíz liberal, se pliega a las exigencias del nacionalcatolicismo, verdadera maldición de los españoles. La carta contiene protesta, pero rezuma respeto. El PSOE ha pedido a la jerarquía que releve al obispo de Alcalá, seguramente en la creencia de que su sustituto sea menos brutal. Pero no es esta la actitud que un partido heredero de la ilustración europea (ya que la española ha dejado escasa herencia) deba adoptar ante un episodio de esta naturaleza en el que se juega un asunto fundamental para la sociedad española y su convivencia, de la que habla Sánchez, pero sin referirse a nada específico.

Y lo específico está al alcance de todos: acometer de una vez por todas la separación de la iglesia y el Estado en España; denunciar los Acuerdos con la Santa Sede de 1979 y el Concordato de 1953; suprimir el presupuesto de culto y clero y hacer que la iglesia se financie por sus propios medios y cumpla sus obligaciones fiscales como todos los ciudadanos. Solo así conseguirá alguna autoridad moral para hablar de las cosas del común. En caso contrario, el que se da ahora mismo, la iglesia actúa con evidente falta de legitimidad y de autoridad, puesto que arremete contra las decisiones de un Estado del que vive. Y, por cierto, opíparamente.
 
De eso, en la carta de Pedro Sánchez no hay ni palabra. El obispo montaraz, al oír que se le critica tan respetuosa como sumisamente pensará en recia tradición española: ahí me las den todas.
 
(*) Catedrático de Ciencia Política de la UNED

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