Circula por las redes un prontuario o
argumentario confusamente relacionado con Podemos que ha ocasionado más
de un soponcio. Confusamente porque aparece sin enlace a fuente alguna.
Hay que rastrear en Google; y Google remite a Rebelión
donde se han publicado los nueve puntos que velahí con la
correspondiente explicación y otros tantos artículos justificando punto
por punto. O sea, una aportación de unas buenas gentes en el proceso
asambleario iniciado por Podemos en busca de algo así como una
manifestación de la inteligencia colectiva. Una aportación entre miles,
supongo, al debate. Pues santas y buenas.
Pero
estos nueve puntos llaman la atención de Palinuro, piloto avezado en
interrogar a la noche para descubrir sus mil secretos. Le llaman la
atención por su contenido esencialmente retórico, esto es, orientado a
sancionar formas de hablar, discursos preparados. Se recordará cómo, a propósito de la gran entrevista de Orencio Osuna a Iglesias, comentada en el post Podemos y el Golem. Apostillas a una entrevista a Pablo Iglesias, Palinuro insistía en que el discurso de Iglesias era pragmático, táctico, apropiándose de parte del marco conceptual de los partidos institucionales, delegados de la casta, con un ojo puesto en la muy celebrada teoría del encuadre.
Ese enálogo parece orientado al mismo fin pero ya en el terreno
práctico. Y aquí es donde Palinuro, que no pertenece a círculo alguno y,
si acaso, sería al de Escipión o al de Bloomsbury, deja escritas dos o
tres impresiones sobre el asunto. A vuelapluma.
Los
nueve puntos suscitan reservas de diversa índole pero hay un
interrogante que afecta a todos, el de la sinceridad. Se dice que se
diga lo que se dice con independencia de lo que se piense ¿o también que
se piense? Si es lo primero, el discurso es falso, aquejado de
hipocresía jesuitica; si lo segundo, es totalitario. En ambos casos,
típico proceder de la vieja política, un riesgo permanente. La nueva política
no puede venir de la mano del viejo discurso legitimatorio. ¿O sí?
Depende del grado de pragmatismo que se tenga. La ética y la eficacia,
las dos éticas weberianas, conviven en la misma alma, territorio
desgarrado por la duda entre el bien y el mal como lo estuvo Hércules
entre el vicio y la virtud.
Repito;
todos los "consejos", linda palabra, con mucha historia, tienen su
intríngulis. El primero de todos, y es el primero y es muy significativo
que lo sea, es (véase). Hasta su redacción es portentosa: "acabar";
extirpar, vamos, como un cáncer "todo tic anticlerical". ¡Tic! El
problema esencial de España desde la Contrarreforma hasta ahorita mismo,
esto es, la dominación parasitaria de la iglesia católica, el
nacionalcatolicismo, se reduce a un "tic". Eso se llama minimalismo, sí
señor. Fuera tics y a no decir ni pío sobre la iglesia en España ni
sobre los 11.000.000 millones de € que se lleva la organización de
bóbilis bóbilis, sin contar los demás privilegios, cononjías, exenciones
y favores de que disfrutan los curas. No es prudente hablar de esto
porque no da votos ya que la mayoría de los españoles se confiesa
católica aunque escasamente prácticante. Criterio, pues: no incomodar al
votante por nada de este mundo ni del otro.
Con
este criterio, en realidad, sobra leer los otros ocho consejos que son
puro oportunismo. Pero hacerlo tiene su miga. Los números 2) y 3) son
poca cosa, puros recursos tácticos. El 4) ya pega más. El adjetivo
"tajante" es muy fuerte, pero es el oportuno para acabar con el nudo
gordiano del problema de la violencia. Violencia, cero. ¿Incluida la
violencia en legítima defensa? Es de suponer que no, con lo que ya
estamos otra vez en terreno peligroso. O quizá sí, quién sabe, y ello
obligaría a preparar el martirologio.
El
número 5 es muy gracioso. Nada de ceremonial retro de la izquierda que
ya no emociona más que a los abuelos. Música de hoy. Que ensalce la
democracia, la libertad, etc. O que no ensalce nada. L'art pour l'art.
Cierto, cierto. No recuerdo quién decía que la música es siempre
políticamente sospechosa. Así que fuera con la política que, en el
fondo, es el mensaje que late en estos consejos, pero que no se formula
porque resultaría ridículo: somos apolíticos. Hacemos como Franco, que
no se metía en política. ¡Ah, la música, arte apolíneo y dionisiaco al
mismo tiempo!
El
presunto apoliticismo casa como el zapatito de cristal al pie de
Cenicienta con el rollo de que Podemos no es un movimiento de izquierda.
Aquí ya el lío es de campeonato. El consejo invoca un verbo fuerte y
reforzado, "reafirmar". Solo puede reafirmarse lo que ya se ha afirmado.
Así que viene de antes este no ser de izquierda. Como, al mismo tiempo,
resulta que tampoco es de derecha, ya estamos en el típico enunciado
falangista de "ni de derechas ni de izquierdas", que tiene muy mala
fama. Se entiende que el mensaje es más bien el de no ser de izquierda a
la vieja usanza y se generaliza para no ofender. Pero choca con el
sentido común: nadie se define por lo que no es. Necesita explicar qué
es.
A eso dedica Debate Constituyente (no pongo el link porque no lo da; solo una dirección de e-mail, que se encuentra en la página de Rebelión)
los tres últimos puntos del enálogo, 7, 8 y 9, a decir más o menos lo
que es y lo que es está muy relacionado con Cataluña, si bien se las
ingenia para no mencionarla ni una vez. Sí, en cambio, España. En el 7)
se nos informa de que el nombre de España es España y conviene dejarse
de circunloquios nacionalistas, como "Estado español" y otras
mandangas. Podemos es una organización fieramente española. El 8 es el
consejo más liberal del grupo pues nos deja en libertad para llevar la
bandera que queramos, aunque en su explicación se da por cierto que lo
sensato, razonable, de izquierda no lunática, con vocación de mayoría,
es echarse al hombro la rojigualda, como hacen los hinchas de "la Roja" y
hasta los números de la guardía civil en las muñequeras.
Todo
culmina en el punto 9, que es como la novena plaga de Egipto. A ver
¿quién decide en lo de Cataluña? Todos los españoles, hombre, y hasta
los muertos si se nos apura que, por lo demás, ya votan a través de
muchos vivos. Todos los españoles, catalanes incluidos, cómo no. Es
verdad que el consejo 9, considerado en su desnudez no dice eso, pero eso es
condición imprescindible para que se dé lo que propone: reforma
constitucional con implicación de todas las partes interesadas.
Correcto; lo firma cualquiera. Pero, entre tanto, ¿qué hacemos con la
consulta del 9 de noviembre? Porque este es el momento del Hic Rodhus, hic salta,
que recuerda Marx en alguna parte. El PP pone cara de póker y pregunta:
¿qué consulta? El PSOE se parte en dos: el partido en su conjunto no
quiere saber nada de la consulta y la vertiente catalana del PSC ha
votado a favor de ella. Jeckyll en España, Hyde en cataluña. ¿Y Podemos?
A tenor de los consejos 7, 8 y 9 tampoco esta segura de qué decir.
Pasa
mucho con los consejos. Los consejeros los tienen claros. Los
aconsejados, no tanto. Ya se verá lo que piensan estos al final.
(*) Catedrático de Ciencia Política de la UNED
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