Palinuro lo dice hace lunas: los dos asuntos más importantes, los más graves y trascendentales para España son Podemos y la autodeterminación de Cataluña. Puede decirse que los dos fenómenos son muestras de dos movimientos profundos, uno de carácter popular, pero también nacional, y otro de carácter nacional pero también popular. Dos movimientos que no nos atrevemos a llamar revoluciones y tampoco son rebeliones porque ambos son pacíficos y democráticos. Podemos es el popular-nacional y el soberanismo catalán el nacional popular.
El
sondeo del CIS ha puesto nerviosos a los demás partidos
institucionales. Se anuncia un cambio drástico en el plácido turnismo
bipartidista para dar paso a un tripartidismo inédito. Pero son muchas
las voces que cuestionan el crédito que merece el instituto demoscópico.
Habría de ser la única institución del Estado y el gobierno en la que
este y su partido no hubieran intervenido para ponerlo a su servicio,
como han hecho con todo, desde el Tribunal Constitucional a la RTVE. En
este caso hay más motivos. Concede la máxima intención de voto directo a
Podemos, pero luego la pondera (vulgo "cocina") con otros datos y
variables para conseguir una foto fija más exacta. Uno de esos datos es
la memoria del voto, pero teniendo en cuenta que Podemos es neófito, la
memoria de voto puede inducir a error. En todo caso, la intención del
27,5% para el PP se antoja desmesurada. La del PSOE es algo más
verosímil y pone de relieve la tarea del partido de sobrevivir al empuje
de Podemos y evitar el triste destino de IU, cuyos dirigentes tienen la
moral a la altura de los últimos de Filipinas. Y eso sin contar con que
la intención real de voto de Podemos es sensiblemente superior a ese
22,5% que le atribuye.
Pero
eso son los cálculos electorales. El aspecto cuasirrevolucionario de la
situación es que un partido recién creado se haya impuesto tan
rápidamente y haya conquistado el voto de tanta gente. Y no un partido
al uso sino uno que cuestiona los fundamentos constitucionales del
sistema en el que actúa, un partido radical. Uno que ha pasado de la
nada a pedir un voto de mayoría absoluta y tener expectativas razonables
de conseguirla. Parece lógico, porque llevar adelante su empeño quizá
solo sea posible con un gobierno monocolor. Pero la mayoría absoluta son
muchos votos y para conseguirlos hay que elaborar un discurso comedido.
Ese parece ser el gran acierto de Podemos: traer un programa radical
formulado en un discurso democrático y moderado. Eso explica los
esfuerzos de muchos periodistas de ultraderecha que tratan de
"desenmascarar" a Podemos descubriendo bajo su pátina civilizada a unos
sanguinarios bolcheviques, dispuestos a asesinar a mansalva. Pero, como
la gente no somos estrictamente idiotas, esos ataques solo sirven para
llevar votantes a los atacados.
Podemos
proviene del 15M; pero no del 15M como tal, sino de una reflexión sobre
él: se recogen las reivindicaciones populares formuladas en contextos
asamblearios pero se articulan por una acción de partido. Y ahí, en el
interior del partido, no en los ataques de los energúmenos de la
derecha, es donde se encuentra el peligro para las perspectivas de
Podemos. Se trata de la discrepancia entre el sector más o menos
trostkista de Izquierda Anticapitalista y el mayoritario (en el sentido
etimológico de bolchevique) de la organización. Esta ha decidido vetar
la doble militancia en los órganos directivos. Para los de Izquierda
Anticapitalista, los trostskistas o antiestalinistas este veto es el
segundo error tras el primero de elegir una dirección unipersonal,
estilo estalinista tradicional; segundo error consistente en suprimir
las voces discrepantes en los órganos de dirección. No se sabe qué
alcance tendrá este conflicto, pero es el más grave en el seno de la
formación.
Hay
algo más en Podemos que, para los críticos como Palinuro, resulta de
mal augurio como es su deliberada ambigüedad en tres asuntos que son
decisivos a la hora de aquilatar los acciones de los partidos, en
concreto el dilema Monarquía/República, el tratamiento de la Iglesia
Católica y la cuestión catalana. Son tres pilares de la nación española y
Podemos plantea, sí, reivindicaciones populares pero con un trasfondo
típicamente nacionalista, nacionalista español. Esa insistencia en la
soberanía y las tímidas y ocasionales apelaciones a la Patria, son la
base de una doctrina que empieza a ser popular y acaba siendo nacional
en el sentido gramsciano.
Pero
lo verdaderamente "nacional-popular" se manifiesta en Cataluña. La otra
revolución que se da hoy en España, la fundamentalmente nacional, la
pretensión de que Cataluña se independice y se dote de un Estado nuevo,
algo de lo que el nacionalismo español de derecha o de izquierda no
quiere ni oír hablar y frente a lo cual es tan beligerante como los
partidos dinásticos y los comunicadores neoliberales y neoimperiales
frente a Podemos. O más. Allí donde se llama a estos comunistas, y/o
populsitas, el califictivo que suele caer a los independentistas y
soberanistas en general es nazis. Por supuesto, ambos comparten el
estigma de ser filoetarras. Hay una inquina feroz.
Al concentrarse en el objetivo nacional, los soberanistas parecen menos populares.
Al fin y al cabo lo comparten sectores radicales y conservadores que
forman una especie de frente. Pero todo el mundo subraya el carácter
transversal, fuertemente enraizado en la sociedad civil, del
soberanismo, un movimiento popular encabezado por sus instituciones
representativas. Algo con lo que los españoles no pueden ni soñar. Por
eso, la actitud de cerrada negativa española a la negociación es lo que
más conviene al frente soberanista para mantener su equilibrio y su
unidad. Al menos hasta llegar a la prueba de fuerza del 9N, en la que
nadie sabe qué pueda pasar. El peligro para el soberanismo tampoco viene
de fuera, del hosco nacionalismo español, sino, una vez más, de dentro.
En la medida en que el soberanismo moderado, conservador, burgués,
valiéndose de la movilización/participación del 9N, establezca una línea
de negociación con el Estado sumamente ventajosa, pero que renuncie a
la reivindicación independentista.
Y de estas cuestiones así tratadas, la soberanía, el radicalismo, la democracia, el liderazgo, el derecho a decidir, la nación, la independencia, que son las más altas que suelen ventilarse en los debates políticos, en España se pasa sin solución de continuidad a las más bajas: el pillaje de las arcas públicas, el cobro de sobresueldos, el fraude, el engaño, la malversación, el cohecho, la mamandurria, el enchufe, el caciquismo. Con las primeras, las más altas, se ocupan, según se ve, Podemos y el soberanismo catalán; de las segundas, las más bajas, viles, miserables, se ocupan los partidos dinásticos, especialmente el PP, partido de gobierno que más parece una banda de ladrones, presidido por un personaje que carece de parangón. Es el presidente un político profesional que alcanzó el poder recurriendo a la demagogia y la mentira, y lo mantiene mediante la represión, la censura y la ocultación . Su comportamiento personal es de cuestionada moralidad por cuanto parece incurso en las corrupciones que caracterizan a su partido: cobro de sobresueldos en B durante años, aceptación de pagos en especie, como trajes, viajes, etc., de la trama corrupta que se encargaba de la presunta financiación ilegal de su partido.
De lo más alto a lo más bajo. Mientras los dirigentes de Podemos y los soberanistas catalanes mantienen un nivel digno de discurso en el que se debaten cuestiones importantes para la colectividad, estos otros pájaros de la derecha, los del PP en los distintos niveles de gobierno, sin olvidar a los del PSOE en Andalucía, comparecen en público y consumen el tiempo del auditorio, jurando ser honrados, afirmando no haberse enriquecido, desmintiendo acusaciones de granujería que son una vergüenza, implicad@s, salpicad@s, directamente inmers@s en asuntos de latrocinio, mangoneo, expolio y robo que son la vergüenza de la colectividad.
Y de estas cuestiones así tratadas, la soberanía, el radicalismo, la democracia, el liderazgo, el derecho a decidir, la nación, la independencia, que son las más altas que suelen ventilarse en los debates políticos, en España se pasa sin solución de continuidad a las más bajas: el pillaje de las arcas públicas, el cobro de sobresueldos, el fraude, el engaño, la malversación, el cohecho, la mamandurria, el enchufe, el caciquismo. Con las primeras, las más altas, se ocupan, según se ve, Podemos y el soberanismo catalán; de las segundas, las más bajas, viles, miserables, se ocupan los partidos dinásticos, especialmente el PP, partido de gobierno que más parece una banda de ladrones, presidido por un personaje que carece de parangón. Es el presidente un político profesional que alcanzó el poder recurriendo a la demagogia y la mentira, y lo mantiene mediante la represión, la censura y la ocultación . Su comportamiento personal es de cuestionada moralidad por cuanto parece incurso en las corrupciones que caracterizan a su partido: cobro de sobresueldos en B durante años, aceptación de pagos en especie, como trajes, viajes, etc., de la trama corrupta que se encargaba de la presunta financiación ilegal de su partido.
De lo más alto a lo más bajo. Mientras los dirigentes de Podemos y los soberanistas catalanes mantienen un nivel digno de discurso en el que se debaten cuestiones importantes para la colectividad, estos otros pájaros de la derecha, los del PP en los distintos niveles de gobierno, sin olvidar a los del PSOE en Andalucía, comparecen en público y consumen el tiempo del auditorio, jurando ser honrados, afirmando no haberse enriquecido, desmintiendo acusaciones de granujería que son una vergüenza, implicad@s, salpicad@s, directamente inmers@s en asuntos de latrocinio, mangoneo, expolio y robo que son la vergüenza de la colectividad.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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