De si es verdad que la revolución tendrá que esperar, o de si cabe la posibilidad de que Podemos pase a la historia como un mero revulsivo social,
no parecen haberse enterado los militantes de Podemos en un acto
público en Vallecas, el clásico barrio obrero del sur de Madrid.
“¡Estamos a punto de derribar los murosdel castillo!”, exclama uno de
los oradores. Tampoco se respira mucha diversidad ideológica. El acto se
inicia con una consigna, aclamada con júbilo: “¡Un brindis por la
revolución cubana!”.
El acto se celebra en el Ateneo Republicano de Vallecas, una especie
de club social para vecinos de tendencia izquierdista. Pero ahora hay
algo nuevo que les une: la sensación de que sí, se puede ganar.
“Estamos viviendo un momento histórico, un momento de ilusión”,
declara un asistente. “El pueblo obrero y guerrero de Vallecas se
prepara para el cambio”, proclama otra. Se repiten disciplinadamente las consignas de la dirección:
“Combatir la casta
y a la gentuza que nos ha declarado la guerra a los ciudadanos”, a “los
banqueros responsables de los desahucios”, a “los poderes ocultos que
han secuestrado la democracia”, a “los políticos podridos” que se llenan
los bolsillos mientras los niños pasan hambre en los colegios. “La
batalla contra la desigualdad es lo que Podemos representa, ante todo”, y
cuando llegue al poder “los peces pequeños se comerán a los peces
grandes”.
Propuestas concretas sobre cómo se acabaría con la desigualdad no
hay, y espíritu de transversalidad, poco. Pero entusiasmo, sí. Y lo que
queda constatado es que aunque los números que acumula Podemos provengan de un amplio sector,
la energía política, el petróleo que alimenta el motor Podemos, es de
izquierdas.
Como lo es un diario en venta en una mesa a la entrada del
Ateneo llamado El Otro País. En la página cuatro hay un
artículo muy crítico con la formación cuyo argumento central es que
Podemos, “desideologizado”, ha imitado el modus operandi
político de las potencias capitalistas. “Para entender el éxito
electoral (presente y futuro) de Podemos”, dice el artículo, hay que
recurrir a lo que “los publicistas estadounidenses resumen en: 1) contar
una historia; 2) ser breve; 3) ser emocional”.
Maribel Cabrera tiene 36 años, los mismos que Pablo Iglesias, su vecino en Vallecas.
Maby, como sus amigos la conocen, vende ropa deportiva en El Corte
Inglés, donde gana 850 euros al mes. A sus espaldas tiene una agitada
trayectoria como sindicalista y activista local, curtida en el movimiento indignado 15-M; hoy forma parte del equipo de 25 personas que representa a Podemos en el municipio de Madrid.
“Cuando no tenía pareja quería a Brad Pitt”, cuenta Maby, que hoy sí
tiene pareja y una hija. Irradia energía y buen humor y ya no sueña más
con hacerle la competencia a Angelina Jolie. Es su manera de explicar
cómo su asociación con Podemos le ha rebajado las expectativas
políticas, adaptándolas al mundo como es, no como quisiera que fuera.
“He sido de izquierdas toda la vida porque quería igualdad social,
pero veo que los partidos de izquierda no han conseguido nada, que las
ideas utópicas de izquierdas no pueden más. Eso fue hace dos siglos.
Podemos es intentar adaptar la sociedad a lo que se puede hacer hoy, es
decir, con mucho trabajo y poco a poco, ni de izquierdas ni de
derechas”.
A diferencia de Maby, Manu Báez, de 32 años, y Rafa Arias, de 52,
ambos también de Vallecas, carecen de trayectoria en la militancia
política. Manu, que se gana la vida como profesor de música, no había
votado nunca. Pablo Iglesias empezó a convencerle desde su programa de televisión, La Tuerka. “Me gustó desde un principio”, dice, “porque no me trataba como imbécil”.
Rafa Arias, celador en un hospital además de camarero ocasional,
destaca lo mismo. “Siento que Iglesias y los otros profesores
universitarios que dirigen Podemos me tratan con respeto, que hacen caso
a gente como yo”.
Andrés Serrano, jefe de unidad en la Policía Municipal de Madrid,
comparte con Maby una dilatada trayectoria de izquierdas. Llegó a
militar en Izquierda Unida, pero su prioridad hoy no es llegar a la
dictadura del proletariado. “He bajado el listón”, dice durante una
conversación en un bar céntrico de la capital. “Me conformo por ahora
con un país más decente, un país donde el trabajo bien hecho tenga
recompensa. Que salga el mejor, no el amigo de alguien”.
¿Aboga, entonces, por un capitalismo decente? “De momento, sí. Yo
firmo ahora un capitalismo donde mis hijos se esfuercen y les vaya bien.
Ahora queremos lo básico, que es regenerar el país, modernizarlo,
acabar con las redes de complicidades y los clientelismos, que ha sido
lo nuestro desde el franquismo”.
Pero ¿no teme que la ilusión se convierta en decepción en caso de que
Podemos llegue al poder y descubra que las arcas del Estado están
vacías? “Hay que apostar por algo”, responde Andrés, “y yo he elegido
apostar por Podemos. Pero, sí, decepcionará, inevitablemente. El paro no
se acabará mañana. Si hay cambio será poco a poco. Pero con tal de que
se apliquen las leyes y se dé ejemplo de honestidad, un ejemplo que
ayude a cambiar la forma de ser de la sociedad, veré justificado mi
voto”.
Alfonso tiene un perfil diferente de los anteriores simpatizantes de
Podemos, pero comparte la idea de que las corruptas costumbres de la
casta se filtran por toda la ciudadanía. Alfonso, que prefiere no
revelar su verdadero nombre, tiene 48 años. Estudió en una universidad
inglesa y ha sido director financiero en varias grandes empresas, entre
ellas Telefónica. Ha votado al PSOE y también al PP. Hoy piensa votar a
Podemos. Incluso ha donado dinero al partido.
Como Andrés Serrano, Alfonso piensa sobre todo en el futuro de sus
hijos. “Sus posibilidades a día de hoy son mucho peores que las de mi
generación y todos, no solo los políticos, hemos sido cómplices de esta
situación”, dice. El problema es, en esencia, moral. O, por decirlo de
otra manera, los hábitos amorales de la famosa casta se extienden a
todos.
“El 95% de los españoles piensa que ‘si hago esto y no me pillan,
bien’. Yo veo a Podemos como una posibilidad, la única que veo en el
panorama político, de cambiar y regenerar el sistema en general”.
Alfonso insiste en que es el sistema; no es que los españoles sean
gente corrupta por determinismo biológico. Cuando llega un inglés a
España se suma alegremente a la cultura del “con IVA o sin IVA”; se
compra un porcentaje de su casa en la Costa del Sol con dinero negro.
Todo tiene que ver con el sistema ético, que viene de arriba, según
Alfonso.
Por eso él, como Andrés Serrano, considera que con tal de tener
un Gobierno que insista en la aplicación de las leyes y dé ejemplo con
su manera de administrar el poder, España ya ganaría mucho. “Con tal de
que al menos tengan como prioridad combatir el paro y, ante todo, que
impongan su modelo de transparencia, ya hay más que suficiente razón
para votarles”.
Curiosamente, siendo Podemos un partido formado por profesores universitarios,
su principal atracción para el electorado radica no en la fuerza de sus
ideas, sino en la de su visión moral. Podemos lo sabe y todo indica que
va a tener como estrategia de aquí a las elecciones de fin de año
eludir todo lo que pueda hablar de proyectos concretos —cosa bastante
habitual en los partidos tradicionales que tanto critican— y hará lo
posible para centrarse en donde son más fuertes y creíbles, en su misión
de transformación política y social.
Durante una conversación de 45 minutos Juan Carlos Monedero, uno de
los profesores fundadores, parece sentirse más cómodo hablando de
transformación que de proyectos concretos, pese a que él ha sido
señalado como el encargado en Podemos de formularlos.
¿La transformación se aplicaría también a la universidad, el mundo
del que todos los dirigentes de Podemos provienen? “La universidad en
España es muy franquista en su forma de ser”, contesta Monedero. “Es
endogámica, no tolera la desobediencia. Dime cinco grandes obras de la
universidad española de los últimos 20 años. No hay”. ¿Quiere decir que
la universidad también es casta? “Totalmente. El que le lleva el maletín
al catedrático es el que asciende. No es ninguna metáfora”.
Y si España es un país donde hasta un tercio de los desempleados
trabaja en negro y a la vez muchos cobran como desempleados, donde
saltarse la ley para provecho propio es más la regla que la excepción,
¿no se podría decir, entonces, que todos son cómplices de la casta?
“Claro”, responde Monedero. “Pero con un matiz. Si son corruptos los
políticos es porque la gente los tolera, pero se ha roto la
identificación del pueblo con los políticos y hay una España ahora que
no se ve reflejada en esa manera de ser”.
Esa España es a la que apunta Podemos, ese sector de la población
aparentemente creciente que, como dice Monedero que le ocurrió a él en
sus viajes al extranjero, se mira de repente con cierta vergüenza y
siente un fuerte deseo de modernizar el país. “Somos conscientes”,
abunda Monedero, “de que si no cambiamos la cultura política del país no
cambiamos nada”.
¿Cómo se hace eso? “Haciendo que nadie pueda tener impunidad, que se
cambien algunas leyes, que los partidos no decidan los puestos
judiciales y haya independencia del Poder Judicial”. Entonces, ¿a lo que
apunta Podemos, como lo ve Andrés Serrano, es a un capitalismo decente?
Monedero se toma un par de segundos antes de responder. “No existe”,
dice. “No existe el capitalismo con rostro humano. Si te lo ofrecen te
están mintiendo. Una renta básica, por ejemplo: eso no te lo puede
ofrecer el mercado”. ¿Eso no suena bastante a vieja izquierda? “No. En
el momento que vivimos las ideologías son una autoindulgencia”.
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