Dos datos, uno real y otro estimado, hacen pensar que Ciudadanos
emerge como fuerza política de centro en el panorama nacional. El
primero, su buen resultado en las elecciones europeas, donde consiguió
dos eurodiputados en su primera aventura 'seria' a escala nacional tras
varias legislaturas en el Parlament catalán.
El segundo, el sondeo de
Metroscopia que publicaba hace unos días el diario El País, en el
que le otorgaban un 8,1% de intención de voto y le colocaban como
cuarta fuerza política tras el tripartidismo que se ve venir de
PP-PSOE-Podemos.
Se trata de dos formaciones similares en
muchos planos: ambas nacen de plataformas culturales casi al mismo
tiempo (C's en 2006 y UPyD en 2007), ambas intentan captar el voto 'de
centro' con un mensaje dirigido a los descontentos de los grandes
partidos, ambas tienen liderazgos carismáticos con una potente capacidad
oratoria, ambas se muestran críticas con el nacionalismo como primer
punto programático y ambas tienen su origen precisamente en las regiones
más nacionalistas del país (unos en Cataluña y otros en Euskadi).
Sin embargo, y a pesar de los muchos intentos, ambas formaciones han
fracasado a la hora de converger en una gran 'tercera vía' y, a la hora
de competir, parece que Ciudadanos está ganando la partida. ¿Por qué?
Estrategia de lo regional a lo nacional
A pesar de que ambas nacen fuera de Madrid, la construcción de su
identidad ha sido bien diferente. Mientras UPyD bebió de movimientos
opuestos al nacionalismo vasco, el entorno de las víctimas del
terrorismo y algunos intelectuales y políticos de Euskadi, su estrategia
ha sido nacional desde el principio: es en Madrid donde más fuerza
tiene, con diputados nacionales y regionales, y donde se ha dado su
crecimiento pese a que sus dos grandes líderes son precisamente vascos.
Ese origen 'centralista' les ha dificultado su posterior implantación regional,
donde carecen de estructura fuerte. Además de en Madrid, sólo en otras
dos autonomías han conseguido un diputado regional, junto al diputado
nacional logrado en la Comunidad Valenciana.
El fracaso de esa estrategia se evidencia especialmente en Euskadi, a
cuya población no nacionalista se dirigían especialmente, y sólo tienen
un diputado, como en Asturias. Peor es en Cataluña, donde UPyD es
inexistente (llegó a conseguir menos votos que el partido de Carmen de Mairena
en las elecciones autonómicas de 2010) precisamente porque Ciudadanos
se centró en el ámbito catalán desde el principio: estaba en el
Parlament desde 2006 con tres diputados, repitió cifra en 2010 y desde
2012 cuenta con nueve asientos en la Cámara.
Mensaje más conciliador
El
programa de UPyD se ha criticado por parecer en ocasiones un compendio
de muchas propuestas de distinto signo, pero donde no falta claridad es
en su defensa: los dirigentes de la formación tienen a gala la
vehemencia con la que defienden sus ideas, y precisamente esa vehemencia
les ha pasado factura. Y no sólo en los mensajes a los votantes, sino
también a sus rivales políticos. En la mesa de negociación entre UPyD y
Ciudadanos, por ejemplo, se sentaba el diputado Carlos Martínez
Gorriarán, que pocos meses atrás hablaba de la formación de Rivera como
'Movimiento Tertuliano'.
Mientras, Ciudadanos ha hecho campaña en plena escalada soberanista
catalana con una estrategia menos frentista, con lemas como 'Juntos
sumamos' y usando como imagen un corazón con los colores de la bandera
catalana y española. Han sabido vender su mensaje no como el de la
exclusión de la identidad catalana, sino el de su coexistencia con la
española, escenificándolo con sus intervenciones en catalán o castellano
en el Parlament, igual que los diputados del PP. Y han sabido
aprovechar la ola soberanista, vistos los resultados.
Las percepciones
Ciudadanos
ha sabido jugar mejor sus cartas combinando los dos puntos anteriores:
en el imaginario del ciudadano español UPyD es un partido reciente, pero
no nuevo, mientras que la formación de Rivera emerge como renovadora, a
la vez que él parece un líder joven y fresco, y el único del panorama
nacional que aprueba en el citado sondeo.
Sin embargo, son percepciones irreales: Ciudadanos se fundó antes que
UPyD, y Albert Rivera también tiene un pasado político, en su caso en
Nuevas Generaciones del PP. Eso sí, ese pasado es mucho menos visible
que el de Rosa Díez, que fue consejera en Euskadi con el PSE gobernando
en coalición con los nacionalistas del PNV a los que ahora critica, y
que luego intentó ser candidata a la lehendakaritza (y perdió) y
secretaria general del PSOE (y también perdió).
Lo que sí es real, y aunque no sea político sí es importante en un
momento de desafección política, es que ella casi le dobla la edad: 62
años la líder de UPyD por 35 del líder de Ciudadanos. En cuestión de
imagen, él gana.
Menos tensiones internas
La
formación de Rosa Díez ha estado rodeada de polémica casi desde el
principio, con unas fuertes tensiones internas que han desgastado la
imagen de la cúpula del partido con acusaciones de excesivo
personalismo. Una de sus bajas más llamativas llegó poco después de su
nacimiento con el adiós de Mikel Buesa, y recientemente la formación
vivía otro momento de tensión con la salida de su cabeza de lista en el
Parlamento Europeo, Francisco Sosa Wagner, por haber pedido una alianza
con Ciudadanos en una columna pública.
De Ciudadanos, sin embargo, no han trascendido ese tipo de luchas
internas ni críticas, ya sea porque no las hay de forma tan evidente,
porque sus miembros no son tan conocidos o porque no han estado tan
expuestos a los medios de comunicación nacionales por haber sido, hasta
ahora, una fuerza regional.
En cualquier caso, la ruptura de las negociaciones de ambas
formaciones se ha asociado más a la falta de voluntad de los de Rosa
Díez, y esa percepción de inflexibilidad ayuda poco a la imagen de la
formación ante sus votantes. De hecho no sólo ha sido Sosa Wagner:
muchos ciudadanos, algunos líderes de opinión e incluso miembros del
partido han lamentado la falta de un proyecto común. Por ejemplo el
eurodiputado Fernando Maura, que intervino en un acto político de Ciudadanos tras la ruptura de sus negociaciones.
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