El Partido de los Socialistas Europeos (PSE) ha escenificado un acto de
unidad por encima de las diferencias de sus miembros con una clara
función propagandística. Esa alfombra roja en el espíritu de los Oscars
traiciona el subconsciente de los organizadores. Una ceremonia. Pero una
ceremonia que tiene su alcance y significado. En primer lugar, según se
dice, respaldar a Pedro Sánchez. Los miembros de la tabla redonda
socialista arman caballero al hidalgo Pedro Sánchez.
Y no son unos
cualesquiera quienes han velado las armas con él. En primera fila gentes
que son, han sido o serán presidentes de sus países. González, Ogórek,
Sánchez, Stanishev, Valls, Schultz y Gabriel. Notable presencia alemana o
germanófila. Podían haber incorporado a Zapatero para equilibrar por el
lado latino. Es de esperar que su ausencia no sea motivo de pelea.
Porque, en todo caso, este espectáculo de familia socialista a quien deja fuera de juego es a Susana Díaz que ha ido a reforzar su faceta internacional al vecino reino de Marruecos.
Lectura
interna del PSOE, trasmitida a los medios: somos un partido serio, en
una organización seria, tenemos responsabilidades de gobierno y
gestionamos instituciones europeas; no somos inmovilistas ni
demagógicos, se puede contar con nosotros porque, además, tenemos un
proyecto común para salir de la crisis. Suena bien y, observando las
agitadas relaciones de Grecia con la UE, especialmente Alemania, se
pretende que la gente valore la ventaja de elegir gobernantes que se
entiendan con quienes mandan en Europa. Es lectura interna y es lógico
que sea así, pues es un discurso que llega a una parte del electorado.
Sobre todo, si se acompaña con hechos. El PSOE es el único que tiene
candidatos conocidos a las elecciones de mayo. Un catedrático de
Metafísica y un conocido economista, profesor universitario y
tertuliano. Mensaje: somos gente de fiar. Llegado el momento, tendremos
el mejor candidato a la presidencia del gobierno.
La
lectura externa es otra. Sobre todo en la izquierda. Este acto de la
alfombra roja es una oferta de gran coalición con el PP. Gabriel es
vicecanciller en un gobierno con la CDU y Schultz presidente del
Parlamento por el intercambio de votos con Juncker. Todo pura gran
coalición. Se llevan además a Felipe González que anda de muñidor de un
pacto de esta naturaleza, justificado en la necesidad de salvar el sistema.
La izquierda tiene que aglutinarse en una candidatura única (al menos
en Madrid) que haga frente al PP/PSOE. Sistema contra antisistema.
Típica polarización política.
Al
margen de la objeción obvia de que la polarización propuesta sea una
reedición del bipartidismo, se da la circunstancia de que pudiera ser
imposible aritméticamente. La idea es un enfrentamiento entre la
izquierda y el PP/PSOE. Pero la aparición de Ciudadanos podría complicar
el panorama. Aunque solo sea por puro sentido de la congruencia. Cuando
se tiene tanto interés en acabar con el bipartidismo, culpable de
infinitos males, hay que estar dispuesto a admitir el multipartidismo.
Pero quien dice multipartidismo, dice gobiernos de coalición. En
realidad, en Europa, lo normal son los gobiernos de coalición, si se
exceptúa Inglaterra (que también tiene ahora una alianza) y algún otro
como Francia. Gobiernos de coalición de dos o más partidos. Entre los
cuales, por supuesto, están las llamadas "Grandes coaliciones" (en el
sentido de derecha/socialdemocracia) relativamente frecuentes en
Alemania y Austria.
En
España, a pesar de su sistema electoral, los gobiernos de coalición no
existen. Todos los gobiernos españoles desde 1979 han sido
monopartidistas (en la medida en que cabía considerar la UCD un solo
partido) con mayorías abolutas o con apoyo parlamentario variable cuando
la mayoría era relativa. Pero los gobiernos, todos monocolor. No hay,
pues, eso que llaman la cultura de la coalición, o sea, el
espíritu de transacción, pacto o acuerdo. No es estilo de la casa. Para
uno vez que dice que lo consiguieron, con la Constitución de 1978, la
han embalsamado como la momia de Tutankamon. Y esto de la cultura de la coalición, ¿se aprende? Es posible, sí, pero no sé si da ya tiempo.
De
resultar, como es verosímil, un parlamento con cuatro partidos de
ámbito estatal de cierta relevancia y varios otros de ámbito autonómico,
en principio, todas las combinaciones son posibles, aunque unas más
probables que otras. De lo que se trata es de no hacerlas todas
improbables.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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